En las fiestas, como en todos los demás ámbitos de la vida, se hace política.
El himno de la Unión Europea se ha llevado una sonora pitada en Donostia, al inicio de la Tamborrada, en la inauguración de la Capitalidad Cultural Europea 2016.
Aunque muchos lo han celebrado en las redes sociales, algunos han mostrado su incomodidad, llegando a utilizar el tramposo argumento contra la mezcla de las fiestas y la política. Falsedad que estuvo de moda pero hace bastante que no se oía por estos lares. Como si el espacio de las fiestas como expresión cultural estuviera aislado y como si el poder no lo utilizara para promover su proyecto político.
La pitada fue un rechazo a esta Unión Europea. Esta UE que provoca guerras y dificulta la entrada a los refugiados, esta UE donde la brecha entre ricos y pobre sigue creciendo y la pobreza se va extendiendo en el tejido social, ésta que posibilita la desaparición de miles de culturas dentro de sus fronteras y fuera de ellas, por citar tres elementos. Piden no mezclar fiestas y política, como si meter con calzador la composición musical que identifica ese proyecto político en una fiesta con tanto arraigo popular no fuera hacer política.
La pitada también lo es. Lo mismo pasa con la histórica demanda en esta plaza contra la dispersión de presas vascas. En las fiestas, como en todos los demás ámbitos de la vida, se hace política. Y sin ningún complejo además.
Artículo publicado en Argia.
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