El valor simbólico y emocional del acuerdo de la COP21

Para el autor, el acuerdo de París puede representar una etapa más para un cambio de modelo respetuoso con el clima.

, Es portavoz de EQUO en el Parlamento Europeo.
30/12/15 · 15:07
Manifestación en París durante la cumbre de la COP21. / Global Justice Now

Los que vivimos al minuto las negociaciones del acuerdo de París, tuvimos a su fin una sensación agridulce. Teníamos la impresión de haber logrado algo que parecía inalcanzable hacía años, y al mismo tiempo, sentimos que aún quedaba mucho por hacer.

De hecho, en comparación con lo que podría haber sido este acuerdo es un milagro. Alcanzar un acuerdo universal firmado por 195 países con intereses totalmente contrapuestas, es digno de elogio: Arabia Saudí, Polonia, Venezuela o Argentina, apurando la defensa de sus intereses en las energías fósiles, China e India pujando por seguir emitiendo más todavía unos años, las islas del pacífico caribe y muchos africanos luchando por su supervivencia, la Unión Europea presionando a los países emergentes para que aportaran financiación para frenar el cambio climático y Estados Unidos buscando un acuerdo poco vinculante para poder aprobarlo. Así, en esta maraña de intereses de todos los colores, ha nacido un acuerdo universal para proteger el clima. Aunque los ecologistas sabemos que es un acuerdo de mínimos (en la geopolítica actual, difícilmente podría ser otra cosa), reconozcámoslo, no es baladí.

Este acuerdo es también un desastre. Los compromisos actuales de reducción de gases de efecto invernadero (GEI) presentados por los países no permiten lograr el (buen) objetivo del acuerdo de no superar 1.5°C de aumento de temperatura al final de este siglo sino que se encaminan hacia los 3°C, poniendo en riesgo la vida y la dignidad de millones de personas en el mundo. Si fuera poco, han quedado fuera del acuerdo sectores altamente contaminantes como la aviación y el transporte marítimo, responsables de un 10% de las emisiones de GEI. Y hay más: la nueva formulación sobre balance de las emisiones de GEI para la segunda mitad del siglo XXI es muy ambigua, y menos ambiciosa que la necesaria descarbonización de la economía.

Ahora bien, si estas incongruencias en el contenido son desde luego el punto más dudoso de COP21, debemos dar un paso más y analizar el acuerdo en términos de dinámica social y política. Primero, hemos ganado la hegemonía cultural climática, es decir el discurso y el corazón. Tal y como lo prueba la férrea oposición que ya ha levantado entre los republicanos estadounidenses o entre el lobby europeo del carbón, el cambio climático, esta gran lucha del siglo XXI, ya no solo marca la agenda internacional sino también el imaginario social planetario.

Por tanto podemos decir que París es un posible punto de inflexión. Puede representar una etapa más para un cambio de modelo respetuoso con el clima, y este cambio dependerá en gran medida de la movilización social y política en cada país. Tenemos, desde la ciudadanía y las instituciones, el derecho y el deber de acelerar la transición ecológica y energética hacia otro modelo justo y sostenible. Sirvámonos de este acuerdo, en particular de su significado simbólico y emocional, para iniciar una movilización sin precedentes, para alcanzar la era de la responsabilidad climática. Seamos por tanto estrategas. Es nuestro momento.

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