Països Catalans: entre la desconexión y la ilusión por el cambio

Las elecciones del 20D ponen en juego la pugna del soberanismo y de la izquierda transformadora para atraer a los sectores partidarios de una ruptura con el Estado y el régimen del 78.

16/12/15 · 8:00
Demostración de fuerza en la pasada Diada. / Victor Serri

Un régimen que no termina de morir y uno nuevo que no acaba de llegar. Ésta es la fotografía que podría quedar del 20 de diciembre. Habrá que esperar los resultados, pero los comicios estatales más importantes desde la Transición no parecen augurar la quiebra del modelo de gobernanza que ha presidido los últimos 40 años, donde PP y PSOE se han alternado el poder cada dos legislaturas.

Todo indica que el bipartidismo se recompondrá en un modelo cuatripartito que hará más inestable, pero también más imprevisible, la gestión de los asuntos públicos. Atendiendo a la demoscopia, ni se rompería la pelea del 78 con un cambio de hegemonía que catapulte a la izquierda anticapitalista al poder, ni tampoco el soberanismo catalán o vasco podrían abrir el melón de la unidad territorial.

Como mucho, podría endurecerse la dialéctica entre dos concepciones antagónicas de entender el Estado y el sistema económico que le ha acompañado hasta ahora. Por un lado, el Estado español de las viejas élites que aspiran a reeditar el pacto del 78 con los mínimos cambios posibles, y una periferia de la que surgen nuevos actores favorables a conquistar soberanías en todos los ámbitos de decisión.

Los límites de la esperanza

El agotamiento del Estado de las autonomías ha coincidido con el descalabro del sistema económico que lo ha sustentado. Y esta doble crisis ha abierto la posibilidad de repensar todo. No sólo el marco jurídico remachado con la Carta Magna; también la democracia como la hemos entendido hasta ahora, una vez se ha demostrado obsoleta en orden a satisfacer las necesidades de la mayoría. Así se percibe en los Països Catalans, que al calor del independentismo y del movimiento del 15M, se convierte en el laboratorio de esta nueva cultura política.

Prueba de ello es la irrupción de Ada Colau a la alcaldía de Barcelona o Mónica Oltra como figura destacada del nuevo gobierno del País Valencià. Ambas se convierten en las palancas con que Pablo Iglesias intentará hacer de Podemos una alternativa que haga saltar por los aires el tablero parlamentario al Estado. Y es que su victoria podría tener un efecto importante para el conjunto del Estado, dado que sería indicador de la nueva correlación de fuerzas que, a través de las "ciudades por el cambio", se ha empezado a dibujar después de las elecciones municipales de mayo pasado. Pero también en Catalunya, su victoria podría suponer un terremoto político, ya que además de abrir un socavón entre las fuerzas soberanistas y unionistas, dejaría el proceso independentista muy debilitado a ojos de la opinión pública.

Algunas encuestas, sin embargo, discrepan de este escenario y señalan que ERC y CDC –rebautizada como Democracia y Libertad– ganarían en las urnas por delante de Ciudadanos, mientras que En Comú Podem quedaría en cuarto lugar. De esta manera, los embates del PP a través de la asfixia económica y el empuje del independentismo como motor de ruptura impedirían a Iglesias convencer de aquella máxima según la cual "otra España es posible". Impondría la tesis de que la desconexión no tiene marcha atrás y que fiar el futuro de Catalunya en un referéndum pactado con Madrid, por el que se necesitarían 233 diputados en las Cortes, se percibe como una quimera. Ahora bien: una victoria del tándem Iglesias-Colau en Catalunya podría dar la vuelta a las cosas y reabrir el espejismo de un Estado plurinacional y pluricultural que la Transición todavía no ha hecho posible, al aparecer como la esperanza para materializar el derecho a decidir al que aspira un 80% de la sociedad catalana.

Victorias parciales

En el País Valencià y las Illes todo corre más lento. Como se ha recordado varias veces, en estos territorios la segunda Transición está lejos porque la primera todavía está en camino. Lo han impedido un PP omnipresente y un PSOE larvado en el anticatalanismo, los cuales se han convertido en muros de contención ante procesos de cambio que, en Cataluña, han cogido vuelo a raíz de la sentencia contra el Estatuto, las movilizaciones soberanistas y el salto de algunos actores del movimiento del 15M a las instituciones.

Con todo, es posible que Podemos se lleve la victoria en las dos comunidades, con el consiguiente efecto catártico para posteriores contiendas electorales. Gracias a su coalición con Compromís, la formación de Iglesias sería primera fuerza en Valencià, si bien el PP, PSPV y Ciudadanos no bajarían lo suficiente para que el vuelco político fuera histórico. Y lo mismo ocurriría en las Illes Balears, donde el satélite de Iglesias está en condiciones de ganar por delante del PP y PSIB, que sin embargo obtendrían representación en la Cámara Baja y el Senado.

Así las cosas, estaríamos ante victorias parciales para el "cambio en marcha" que, según profesan los líderes de Podemos, se estaría articulando en el conjunto del Estado. Descartada Izquierda Unida-Unidad Popular, sólo la plataforma de Iglesias representaría este intento de ruptura con el régimen bipartidista del 78, si bien todavía no tiene suficiente musculatura territorial y, a pesar de los colectivos anticapitalistas, ha virado hacia la socialdemocracia a fin de atraer a las capas descontentas con el PSOE.

La posibilidad de que Podemos y sus respectivas marcas triunfen en los Països Catalans se rebela como una incógnita, dado que sus vacilaciones tácticas y, en particular, el momento histórico en que ha irrumpido, no juegan del todo a su favor. A estas alturas, una parte de la ciudadanía catalana ya cuenta los días que faltan para fundar la República; de modo que, finalmente, podríamos encontrarnos con un escenario paradójico que no satisfaría a ninguno de los dos actores: el independentismo perdiendo gas en beneficio del unionismo, y Podemos sin la fuerza suficiente para convertirse en la palanca que lleve a un cambio de hegemonías al servicio de los sectores populares y los pueblos que integran el Estado. En esta carrera por el liderazgo, pues, unos y otros se podrían contrarrestar.

Este artículo forma parte de una colaboración entre La Directa, Argia y Diagonal.

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