El 15M de las personas sin hogar

Una acampada de personas sin techo en Sevilla reivindica un espacio para este colectivo y pretende hacer visible su existencia. Lo han llamado Campamento Dignidad.

18/11/15 · 8:00
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Dos de las personas sin hogar acampadas en el Campamento Dignidad de Sevilla. / Benjamín Mengelle

La imagen se repite en las últimas semanas en varios recodos del centro de Madrid. En el suelo, mantas y cartones utilizados como cama y hogar en plena calle. En la pared, el lema promocional de una empresa inmobiliaria: 'Don’t worry, be happy' ('No te preocupes, sé feliz'). El subtítulo del cartel, 'Gente contenta, hogares felices', subraya dolorosamente la cruda realidad de uno de los colectivos más ignorados e invisibilizados: el de las personas que no tienen un techo bajo el que vivir ni dónde disfrutar de esa felicidad.

La última edición de la Encuesta a las personas sin hogar, realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2012, reflejó que un total de 22.938 personas habían utilizado centros asistenciales de alojamiento o restauración durante aquel año, la mayor parte hombres (el 80,3%). La pérdida del trabajo también significó perder la vivienda para el 45% de estas personas. Fuera de la estadística, quienes viven en la calle pero nunca se han acercado a uno de estos centros.

En 2013 la Comisión Europea cifró en 410.000 las personas que duermen en la calle una noche cualquiera en Europa

En 2013, la Comisión Europea cifró en 410.000 el número de personas que duermen en la calle una noche cualquiera en Europa, y en más de cuatro millones las que podrían quedarse sin techo en cualquier momento.

Lagarder Danciu lleva diez años viviendo en Sevilla. Ha trabajado de profesor especialista en adaptación curricular y como traductor jurado en juzgados, pero los recortes hicieron que su teléfono dejase de sonar. Desde hace un par de años, su primera residencia es la calle. Es uno de los promotores del campamento que desde el 17 de septiembre ha levantado un grupo de personas sin hogar para protestar y exigir ser tomadas en cuenta.

"Se trata de un espacio de autogestión y presión social para exigir al ayuntamiento que asuma su responsabilidad con estas personas", explica Danciu a Diagonal. Para este activista gitano, como le gusta definirse, lo más importante de la iniciativa del Campamento Dignidad, como lo han bautizado, es "tomar conciencia de que somos seres con derechos y tenemos que hacernos valer".


El campamento surgió a raíz del caso de una persona que prácticamente murió en la calle este verano en la capital andaluza y cuya atención fue derivada a un hospital privado. Esto aglutinó a un grupo de personas que decidieron pasar a la acción. "Montamos duchas, tiendas de campaña. Se convirtió en una pequeña ciudad. Tardábamos media hora en explicar y enseñar todo el campamento a la gente que se acercaba", cuenta Danciu.

El 21 de octubre a la una de la madrugada, un dispositivo compuesto por unos 70 policías desmanteló el campamento. "Quedé horrorizado con esa imagen de tanto despliegue policial, era franquismo puro y duro".

Danciu explica que hasta ese momento no habían contactado con ningún partido político pero que tras el desalojo, Participa Sevilla e IU "se interesaron y criticaron al Ayuntamiento por esta actuación".

Sin embargo, en un tenso pleno municipal celebrado el 30 de octubre, en el que Danciu fue expulsado del Consistorio por llamar "fascista" al alcalde, el socialista Juan Espadas, PSOE y PP rechazaron admitir a trámite una moción de urgencia presentada por Participa Sevilla para condenar el desalojo del campamento.

También es cierto que, a esas alturas, la declaración institucional no importaba demasiado a quienes habían levantado el campamento: seguían en la calle y seguían en la protesta.

Tan sólo cinco días después del desalojo, ya habían montado de nuevo las tiendas y el campamento, en el que ahora se encuentran 16 personas. "Este campamento es un espacio de tránsito, para dar a conocer la vida de las aproximadamente 800 personas que viven en la calle en Sevilla".


En la mañana del 16 de noviembre, una profesora de la universidad pública Pablo Olavide impartió clase a unos 50 alumnos en el campamento para celebrar los dos meses de su existencia y conocer de primera mano la organización y las problemáticas de las personas sin hogar, concluyendo el encuentro entre acampados y estudiantes con unas reflexiones comunes.

"La universidad apoya a las personas sin techo y estamos interesados en colaborar con el Campamento Dignidad, es un experimento social interesante que nos ayuda en nuestro trabajo diario", declaró Antonia Corona, vicedecana de prácticas en la facultad de Ciencias Sociales e impulsora de la visita.

Un espacio de autogestión

Las personas acampadas han establecido una tabla de reivindicaciones. Las primeras son la "atención sanitaria básica para las personas sin hogar, plazas fijas para las personas convalecientes y con enfermedades crónicas que están en la calle", explica Danciu. En sus reclamaciones figuran asimismo la cesión de un espacio "de los muchos que hay abandonados en Sevilla" para que lo gestionen las personas sin hogar, y la auditoría pública del reparto del presupuesto municipal destinado a estas personas.

En paralelo a la experiencia del Campamento Dignidad, en Sevilla también se ha desarrollado un movimiento ciudadano llamado La Carpa para atender a las personas sin hogar en la ciudad. "Se realiza acompañamiento a hospitales con personas sin tarjeta sanitaria, ayuda en los trámites de empadronamiento, se facilita ropa y comida", resume Felipe García, integrante de esta iniciativa.

Uno de sus objetivos, en el que coinciden con el campamento, es la creación de un espacio que sea llevado por las personas sin hogar, para lo que quieren iniciar conversaciones con el Ayuntamiento. García señala que lo original de ambas propuestas "es que las integran personas sin hogar, que se involucran en el proceso de ayudar a otras y también de protestar y reclamar".

García asegura que en las calles de Sevilla pueden vivir más del doble de las personas que reciben alguna atención por parte de la Consejería de Bienestar Social del Ayuntamiento y que con el dinero destinado a tal fin se debería realizar una asistencia más completa.

Tanto él como Danciu critican la falta de transparencia en los criterios de reparto del presupuesto municipal destinado a la atención de las personas sin techo, que cuantifican en unos cinco millones de euros. Una cantidad significativa que, en su opinión, no está llegando a donde más falta hace. "Hay ONG que se están lucrando con esto, es una estructura clientelar para que nadie hable de la terrible situación que hay en la calle", denuncia Danciu.

Hostigamiento

La Encuesta sobre centros y servicios de atención a personas sin hogar, presentada por el INE a finales de septiembre, muestra que estos espacios acogieron en toda España a una media de 13.645 personas diariamente durante 2014. El número de centros que ofrecieron desayunos, comidas, cenas y bebidas calientes fue de 518, un 15,6% menos que en 2012. Sin embargo, cada día se sirvió una media de 54.891 platos, un 11,7% más que dos años antes.

Desde la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía califican como "muy deficiente" la atención que se proporciona a las personas sin hogar en esta comunidad. "Los recursos municipales son muy limitados, con una oficina de atención y un albergue rotatorio en las grandes ciudades, no hay centros que se dediquen a la integración. Sólo hay un centro en toda Andalucía que sí está especializado en larga estancia, acompañamiento social y asesoramiento, que es el de Sevilla", indican desde la asociación.

Desde 2006 más de 500 personas en situación de sin techo han muerto en la calle en España, la mitad víctimas de agresiones

Se estima que desde 2006 más de 500 personas en situación de sin techo han muerto en la calle en España, la mitad de ellas víctimas de agresiones. El hostigamiento contra quienes duermen al raso ha venido también desde las normativas municipales, mediante ordenanzas que habilitan a la Policía local a sancionar a personas sin hogar que ocupan la vía pública.

Es el caso de Barcelona, donde con la aprobación en 2005 de las medidas para fomentar y garantizar la convivencia ciudadana, la Guardia Urbana puede multar a quienes piden caridad y duermen en la calle.

"La intensidad con la que las personas se ven afectadas por la exclusión social está íntimamente relacionada con el acceso a una vivienda. Encontrarse en situación de sin techo significa haber agotado todos los recursos personales y sociales para acceder a una vivienda estable que permita una vida privada y social mínimamente satisfactoria", expone Albert Sales i Campos en su estudio Crisis, empobrecimiento y personas sin hogar, publicado en abril de 2014.

"La explosión de la crisis de las hipotecas y la sucesión de ejecuciones y desahucios han roto con la sensación de invulnerabilidad ante la exclusión residencial"

Sales, profesor asociado en la Universidad Pompeu Fabra y actualmente asesor de la Tenencia de Alcaldía de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona, considera que "vivir en la calle es a la vez una consecuencia y una causa de la exclusión social" y señala la dificultad de establecer un perfil que delimite quién puede acabar en esa situación.

"La explosión de la crisis de las hipotecas y la sucesión de ejecuciones y desahucios han roto con la sensación de invulnerabilidad ante la exclusión residencial de buena parte de la opinión pública", asevera en el informe.

"Si la falta de acceso a una vivienda constituye un factor de exclusión social que incrementa el riesgo de pobreza, sufrir una ejecución hipotecaria y un desahucio constituyen un punto de inflexión que agrava y puede cronificar la situación de pobreza", analiza.

Causas y consecuencias

Para este investigador, existen muchos factores que han contribuido a ampliar el riesgo de caer en situaciones de exclusión más allá de colectivos tradicionalmente mar­ginados, tales como "las deslocalizaciones, la desindustrialización y terciarización de la economía, la indivi­dualización de los hábitos sociales y el deterioro de las redes de relación de apoyo mutuo, la contención de los salarios y las reformas laborales que reducen la protección del puesto de trabajo".

Sales no hace un pronóstico optimista, y anticipa que si se mantienen las medidas impuestas en los últimos años en los ámbitos económico, laboral y de vivienda, la situación no mejorará: "Las políticas de austeridad y la consecuente retirada o reducción de ayudas y subsidios a la población más vulnerable, la rémora de unas nefastas políticas de vivienda y una recesión a la que aún le queda mucho recorrido permiten prever un constante flujo de nuevas personas que se tendrán que enfrentar al sinhogarismo. Al mismo tiempo, las perspectivas de salida de éste se complican sin acceso a rentas del trabajo y sin ayudas ni rentas mínimas”.

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comentarios

1

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    Lagarder
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    18/11/2015 - 7:24pm
    Gracias DIAGONAL por hacer periodismo serio, hacen falta más periódicos como el vuestro.
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