Tranquila, que ya te concilio yo

¿La mujer que pasa de la carrera y los hijos? Una bicha, ya te digo yo. En Domingos en Chándal.

25/08/15 · 8:00
Pues a ver de dónde sacáis a la muchachada para las guarderías, las au pairs y demás seres “conciliantes”.

Cuando María Dolores de Cospedal o nuestra venerada Mónica de Oriol dicen que eso de la conciliación es una patochada les asiste toda la razón. Cuando Ana Mato dice que el mejor momento del día es cuando ve cómo VISTEN a sus hijos, probablemente lo hace porque la existencia de ese VISTEN tiene mucho que ver con su ascenso político (lamer el culo a los jefes también, claro, pero el VISTEN es el modo de apuntalarlo). Por eso cuando el año pasado leí Cómo ser mujer, de Caitlin Moran, hubo una frase que me dejó unpocobastante con el culo torcido. Suponiendo que Moran sería, digamos, un personaje bastante antagonista de las tres primeras personajas a las que menciono en este párrafo, me sorprendió que en un pasaje del libro dijera que en un momento dado de su vida contrató a una chavala de 16 años para que (no recuerdo bien) limpiara la casa o se encargara de sus hijas (o ambas). Lo remataba diciendo que ella a esa edad había hecho lo mismo y que era una gran oportunidad de que te pagaran dinero y de tener cierta autonomía sin tener ningún tipo de formación –sí, dijo lo de la formación–. Bien: o sea que sí, que el ascenso a los cielos de Moran viene porque ya está en la posición en la que puede aprovecharse de que en el Reino Unido el trabajo de menores de edad es más barato –algo curioso dado que en sus libros menciona por activa y por pasiva que ella era pobre como las ratas– y además se siente de puta madre –¡le doy una oportunidad!–. Démosle por favor una medalla por crear empleo.
 

Ya está: o eres asalariada o eres cuidadora. Eso te ofrece el mundo libre (bueno, o emprender LOL).

¿Y a dónde voy con esta entradilla? Muchos estaréis disfrutando de las vacaciones de verano y algunos otros se quedan haciendo o bien curro estacional o las vacaciones de sus compañeros. Las Norma Jean en su día ya comentaron la pelea que cuando se acerca LA CALÓ se libra en las empresas por ver quién se queda con las mejores fechas, lástima que la web esté inactiva y no poder enlazarlo. Y entonces vienen, por parte de gente muy progresista además –o eso dicen, que ellos no son unos fachas–, maravillosas afirmaciones como:

"¿Y a ti qué más te da, si no tienes familia?"

Oiga pues mire, fuera de la empresa como si me apetece hacer paintball, macramé, silvestrismo, las tres o ninguna (por eso interesa que todas las horas del día sean laborables, para que no exista ese “fuera del trabajo”, mientras tú te lo tomas como “me organizo el tiempo como quiero”. Que dinero por currar no nos darán, pero artefactos mentales para justificar la pobreza, todos). A donde quiero ir a parar es a lo estrechas que son las vías que te deja el trabajo (qué digo el trabajo, muchas veces incluso compañeros) si alguna vez tienes que pedir alguna clase de “dispensa”. Esas se dan tradicionalmente a quienes tienen a su cargo hijos de sangre o adoptados. Quizá haya reducciones de jornada para cuidar a miembros de la familia mayores, no lo sé. La asunción directa de aquí es que si no tienes uno de los anteriores estarás emborrachándote y vomitando en una esquina en Magaluf. Joder, pues incluso así. ¿No decís que eso “deja dinero”? Y entonces empieza la peleíta entre el facherío liberal que dice que las señoras se embarazan para evitar su despido y que si la productividad, que luego querrás cobrar pensión y blablabla y la socialdemocracia bajonera que apela a los permisos por paternidad intransferibles del paraíso sueco (el paraíso de “el paro juvenil cuadruplica al paro general”) y a facilidades para que seas jefa y romper el techo de cristal y blobloblo. Y tú estás fuerísima de todo ese marco conceptual, claro. Y te preguntas: ¿pero por qué quieren que sea jefa? ¿Pero qué marido? ¿Pero qué hijas? De lo que te haces cargo, sí, es de que nadie es merecedor de una reducción en nuestro tiempo de trabajo si no es para limpiarle la caca a alguien con quien tiene un vínculo de sangre o legalmente reconocido en un papel que te haga otro alguien. Ya está: o eres asalariada o eres cuidadora. Eso te ofrece el mundo libre (bueno, o emprender LOL). ¿La mujer que renuncia a la carrera? Por los hijos. ¿La mujer que renuncia a los hijos? Por la carrera. ¿La mujer que pasa de la carrera y los hijos? Una bicha, ya te digo yo.
 

 Ya ves, si no formas parte del pack FAMILIA no mereces PIEDAD

Hace poco hablaba con dos personas acerca de un ERE en su empresa y una de ellas comentaba que “por lo menos tuvieron PIEDAD –sí, usó esa palabra– de no despedir a nadie que tuviera a la pareja en paro o hijos”. Ya ves, si no formas parte del pack FAMILIA no mereces PIEDAD. Que las relaciones laborales se regulen con base en la PIEDAD y renunciar de buen grado al derecho laboral (o sea, fiarte más o simplemente considerar normal pensar que tu jefe tendrá una especie de ‘termómetro moral’ que le hará no despedirte en vez de una legislación fuerte que te proteja –y en última instancia aspirar a romper con un ámbito del que necesites ser ‘protegido’–) ya es una derrota absoluta y la demostración de que hemos interiorizado la ampliación del espacio de impunidad del patrón (y voy a empezar a llamarlo así, que es como lo ha llamado siempre mi padre, a ver si dejamos de ir de cervezas con ellos después de trabajar para HACER TEAM y estamos a lo que estamos). Que consideres, como trabajador, la última frontera tener que “usar” a tus hijos para protegerte de un despido en vez de incidir en quién es el que toma la decisión, y no en tu circunstancia personal; es una muestra bastante palmaria de cómo los solteros padecemos el padefismo más que nadie. Menos mal que su compañero le rebatió diciendo: “Bueno, tampoco digas eso porque todos tenemos nuestras cosas”. Basta ya de establecimiento de jerarquías del tiempo.
 

Que se pueda casar más gente no me parece un triunfo: el triunfo sería ser igual aunque no te casaras
Total, que al final desistes y piensas que te vas a ahorrar más tiempo y explicaciones convirtiéndote en, no sé si llamarlo así, una persona normal. Coges a un colega, un par de fotos con él y dices en el trabajo que es tu novio, y liquidao. No sé, cómprate un reborn y ya tienes un crío y a lo mejor ya eres digna de liberar tiempo. Creí que el rollo que molaba no era parecerse a las familias normales, sino que nadie tuviera poder para tipificar qué es normal y qué no. Que se pueda casar más gente no me parece un triunfo: el triunfo sería ser igual aunque no te casaras, que cualquier día vuelven los ajuares, macho. ¿Y si en Suecia tampoco me da la gana ser madre, por muy fácil que me lo ponga el ESTAO y muy rubios que me fueran a salir los niños? ¿Te convertirías acaso en una objetora de conciencia? Madre mía qué barata habéis puesto la disidencia. No sé, es que esa asunción de que si no eres madre eres la mierda que, insisto, veo muy metida con aguja hipodérmica a gente que se dice progresista me deja bastante picueta. Porque decía yo arriba que el dilema está entre las criaturas y el puesto de trabajo. Pero es que hay una tercera vía de gente muy de sentido común (TM porque lo mismo te lo dice Errejón que te lo dice Rivera) que merece un capítulo especial.

La tercera vía: las guarderías

Esa asunción de que si no eres madre eres la mierda que veo muy metida con aguja hipodérmica a gente que se dice progresista me deja bastante picueta
Hay una cosa maravillosa en el reformismo que es esto de hacer PROTOCOLOS para todo. Se crea empleo a base de hacer protocolos de cosas y dar becas a gente y hale, palante. Un portal de transparencia por aquí, un programa de primer empleo por allá, un manual para evitar nosequé para más allá. Y unas guarderías en la empresa. Y esta es otra de las claves: cuando los partidos políticos tiran de asociar el empleo a formación, o hablan de modelo productivo, o que si los idiomas, o incluso el fascio de los datos tira de la psicología para justificar “empleabilidades” (la entrada es aterradora: “¿Por qué la personalidad afecta a los salarios?”) se escudan en formas de ocultar lo evidente y dicen que o nos portamos mal o que decidimos mal, vamos, los falsos debates de siempre. ¿Y cuál es la aseveración real aquí? Pues que si nos quitáramos el velo de ignorancia que gustosamente nos ponemos y que nos sirve para ascender y ser socialmente reconocidos, tendríamos que convenir que conciliar viene a ser joder a otro (a otra, más bien –recordad la anécdota de Moran–) y no un éxito personal. Un relato así no vende. Decir que la liberación de la mujer y su inclusión en la empresa pasa por la vulnerabilización de un tercero, sea un compañero más fácilmente despedible porque “sin cargas”, sea una aupair, es un poco feo. Es mejor llevárnoslo al terreno de que les hacemos un favor. La picadora de carne en la que vivimos se cuida muy mucho de estandarizar procedimientos porque ya el hecho de que parezca que estemos haciendo algo, vende. Aunque no sepamos qué estamos haciendo ni quién paga los platos rotos. ¿Quién trabajaría en las guarderías y en qué condiciones? No importa, lo que importa es hacer guarderías para que puedas ir a trabajar para pagarle a la de la guardería y que sigas trabajando. Es FUNDAMENTAL no salirse de la rueda de hámster. Vamos a dejarnos ya de la tontería de que el ascenso laboral es otra cosa distinta que un premio, después de un cierto periodo de obediencia debida, que otorga la capacidad de liberarse uno mismo –mediante dinero, tiempo, o compra de tiempo de otros– mientras tiene poder para subordinar a más gente. Y subordinar a nadie no es ningún favor. No, tío, no “das trabajo”, sino que te aprovechas de una situación muy concreta y te limitas a nadar a favor. Nada más.

Epílogo: Antes, hijo, todo esto era división del trabajo

Y en el fondo es sólo una cuestión de algo más viejo que el cagar: la división del trabajo. Problema que tienen todas las sociedades, el ISIS también (¡oh, se van a Siria para fregar y tener hijos de combatientes! UNA COSA SUPERINSÓLITA QUE NO HACE NINGUNA OTRA MUJER EN EL MUNDO).

Veo a mucha madre agarrándose al último clavo ardiendo, bastante conforme con como –por ahora– funcionan las cosas porque un hijo es una cosa tremendamente antiempresa (y desde aquí lo saludamos por ello y estamos A TOPE con los críos. Con lo que estamos menos es con lo que hacen los padres con ellos/con la excusa de ellos) pero los grados de protección en otros ámbitos de lo laboral van bajando y bajando, ya sabéis “primero fueron a por los falsos becarios, pero no me quejé, porque yo no era falso becario” (en esto consistió un poco el poema de Niemoller de la SER) y hay miedito a ser las siguientes. Mientras haya un dique de contención en la empresa por debajo de mí, todo correcto. Le decimos al dique de contención que oye, que no se crea que tenemos los hijos porque queremos, que los tenemos para que EN EL DÍA DE MAÑANA ellos te paguen la pensión (JA). ¡Tía, no uses a tu hijo para argumentos economicistas mierdosos! ¡Tienes un hijo porque quieres, y a mí me parece fantástico! Cuando sería quizá mucho más sencillo y más sincero reconocer que yo te concilio porque hay una legislación que favorece el valor de tu tiempo (todavía) en tanto en cuanto traes a un potencial productor y consumidor al mundo -o quizá, ¡ojalá! A alguien que luche contra la producción y el consumo vigentes-, y que yo también puedo liberar tiempo en tanto que la ropa nos la concilian, a ti y a mí, en Bangladesh; y el ordenador nos lo concilian, a ti y a mí, en China. No se entienden unas cosas sin las otras. No, esto no va, o no solo, de ajustarse a un modelo de familia y consumo determinado que favorece la reproducción del modo en que vivimos, sino que va de que se escondan otras muchas cosas que también lo hacen posible. No va de cuánto de transferibles son los permisos, o no solo. No va, o no debería de ir, de tratar de hacerme yo más “empleable” que tú arrancándome los ovarios delante del jefe jurándole de rodillas que no me embarazaré jamás y no tendrá que pagarme una baja por maternidad. El objetivo no debería de ser dar facilidades para parecerse a un determinado modelo, ni alardear de que tú sí, y yo no, te ajustas a ese modelo; sino que debería ser, creo yo, que no hubiera modelo. “Si quieres mis dispensas, parécete a mí”. Problemático, ¿no? ¿Y si mañana hay un cambio legislativo que ponga en ti el foco del problema, de la falta de formación, de la falta de implicación, de la falta de loqueseaqueseinventenesavezparaseguirpagandounamierda, qué? ¿A quién te vas a parecer entonces? ¿Vas a vender al niño?
 

En el fondo es sólo una cuestión de algo más viejo que el cagar: la división del trabajo

Y aquí estoy, en esta lluviosa tarde de agosto tratándome de convencer de que en verdad, yo hago agosto porque quiero y que en realidad esto son fechas de mierda en las que todo es caro –no es que yo no TENGA un duro, es que ES caro, mi mente hace la situación aceptable cambiando un poquito los verbos– y está lleno de gente y no quiero ver a nadie (esto todavía tengo que analizar si es cierto o no) y para eso mejor trabajar. Que ese pensamiento nada tiene que ver con haber trabajado toda mi vida durante el verano, que no ha sido moldeado y que es libre. Y mira, lo dudo bastante.

En fin, que más allá de las “elecciones” (que ya dudo si lo son) a lo mejor la cosa viene a tener más que ver con lo que relata estupendamente Desiderio Martín: que si la maquinaria del empleo, que nos tiene atrapados, no está girando en el sentido correcto y probamos, como más tímida alternativa, darle la vuelta para hacerla girar en el sentido contrario pero así tampoco logramos nada bueno, a lo mejor el tema es que la maquinaria, gire para donde gire, es una puñetera mierda que nos jode de igual manera. Con niño y sin niño, añado yo. Quizá de lo que va siendo hora, en vez de discutir sobre agosto, es de unir la voz para decir lo que ya sabemos, independientemente de nuestra situación familiar: que el trabajo, simplemente, no es compatible con la vida.

PD: Espero que después de escribir esto desde mi ordenador personal dejen de ponerme publicidad en YouTube del cacharrito ese Clearblue que me enseña “mis dos mejores días para concebir”.

Artículo publicado en Domingos en Chándal.

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comentarios

2

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    José M Lorenzo
    |
    26/12/2015 - 9:39am
    me gustaría saber quién escribe esta sección. Aunque fuera firmado con un seudónimo.
  • |
    Cambiando
    |
    30/08/2015 - 12:38pm
    Nuestro sistema se basa en explotar al que mas necesita, eso está claro. El resto del texto me parece un batiburrillo de rabia personal y extrañas reflexiones que no aportan mucho al análisis de la raíz del problema. De todas maneras me alegro que se escriba sobre el problema base de nuestro sistema, ya que a menudo se tiende a llevar la reflexión hacia la falta de poder adquisitivo o el exceso de horas de trabajo, y eso es un análisis equivocado.
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