El economista Óscar Carpintero reivindica una economía ecológica en la que se incorporen indicadores de bienestar social.
Óscar Carpintero (Valladolid, 1972), doctor en Economía y profesor de la Universidad de Valladolid, plantea que es un autoengaño seguir apostando por el crecimiento ante la urgencia del cambio climático. Por ello, defiende la necesidad de una transición hacia una economía ecológica.
¿Qué alternativas existen al modelo económico neoliberal?
La economía como ciencia social admite diferentes miradas. En este último siglo y medio se ha puesto de manifiesto que el modelo económico neoclásico es injusto, genera pobreza y graves problemas ambientales. De entre los enfoques críticos, la economía ecológica intenta que por primera vez se incorporen las limitaciones físicas y ecológicas al funcionamiento de la economía. Considera que el sistema económico está dentro de un sistema más amplio que es la biosfera. Por eso es necesario tener en cuenta los recursos naturales y el consumo de bienes y servicios también.
El cambio climático es una consecuencia de ese crecimiento ilimitado. ¿Hemos tocado techo?
El cambio climático es el ejemplo más claro de esa extralimitación en la explotación de los recursos naturales. Hemos superado la capacidad de absorción de los gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles e incrementado la temperatura del planeta.
Sin embargo, el modelo actual mantiene que la tecnología nos permitirá superar la escasez de recursos y seguir creciendo.
Nuestro sistema económico pone la esperanza en la tecnología como solución a la crisis ecológica, pero la tecnología exige al mismo tiempo más cantidad de recursos minerales. Ya hemos sobrepasado el cenit del petróleo convencional, en 2006, y el de algunos minerales estratégicos está próximo. Y por el lado de los residuos, somos incapaces de cerrar el ciclo, seguimos contaminando. Conviene recordar a uno de los economistas ecológicos más importantes del siglo XX, Nicholas Georgescu-Roegen, que decía que no sólo la energía es importante, también los materiales.
Estamos inmersos en una crisis ecológica, social y económica en la que se sigue hablando del crecimiento como solución Los recursos disponibles son de peor calidad y los combustibles fósiles que quedan, si los explotamos, tendrían un impacto ambiental de tales dimensiones que sería el colapso de la especie humana en el planeta. Estamos inmersos en una crisis ecológica, social y económica en la que se sigue hablando del crecimiento como solución. Es la pescadilla que se muerde la cola.
¿El uso de energías renovables podría paliar la falta de recursos?
La transición del modelo energético hacia fuentes renovables exige la utilización de muchos minerales y metales estratégicos. Por tanto, mantener el consumo energético actual con fuentes renovables no sería posible. No tenemos tanto teluro o tierras raras en cantidades tan importantes para generar de forma renovable el volumen de energía que nos proporcionan los combustibles fósiles. Por primera vez, este sistema económico está chocando contra sus límites. El capitalismo es insostenible.
¿Y cómo va a ser ese cambio?
Esa transición se va a dar con menos recursos energéticos. En la historia de la humanidad, cuando pasamos de las sociedades de cazadores y recolectores a las sociedades agrarias, y de éstas a las industriales, el consumo de energía per cápita se incrementó. Pero en la actualidad, la transición de este sistema económico a otro modelo se va a producir en un contexto más duro, con una reducción en las unidades de energía y de materiales disponibles.
Por tanto, seguir planteando escenarios de crecimiento económico es un autoengaño. Lo que se está haciendo es retrasar la discusión sobre las estrategias de reducción y distribución y mayor justicia en el reparto de los recursos, y los problemas ambientales.
Pero países como China, India o Brasil reivindican su derecho a crecer y contaminar.
En muchas zonas del planeta hay millones de personas que no tienen satisfechas sus necesidades más básicas, y en esos casos va a tener que aumentar la producción de bienes y servicios. Pero eso va a exigir medidas drásticas en los consumos de los países mal llamados desarrollados. En la actualidad, los países pobres no participan en términos de igualdad en los recursos, y en cambio participan desproporcionadamente en los costes ambientales en la producción de esos bienes y servicios con destino a los países ricos.
Los países pobres no participan en términos de igualdad en los recursos,
y en cambio participan desproporcionadamente en los costes ambientales
en la producción de bienes y servicios para los países ricos
Porque, por ejemplo, ¿podemos consumir más móviles y ordenadores a los precios que pagamos? Eso está apoyado en unos costes de producción en los países pobres que hace que nosotros paguemos precios bajos.
No se me ocurre ninguna razón por la que un ciudadano chino o de un país africano tenga que cobrar un salario por hora cien veces inferior al de un español, un francés o un alemán. Y si eso no fuese así, ¿cuánto costaría un móvil?
¿Por qué es necesario retirar el indicador del Producto Interior Bruto (PIB) como un referente económico?
Las tres últimas décadas ponen de relieve que el PIB no es un buen indicador de bienestar. Es conocido que prácticas que son ambientalmente muy dañinas aumentan el PIB y prácticas que son ambientalmente beneficiosas no. Cuando usamos el coche sube más el PIB que cuando utilizamos la bicicleta.
Cuando bebemos agua embotellada aumenta el PIB más que cuando la bebemos del grifo. Junto a esa ceguera ambiental que tiene el PIB, también hemos descubierto que a partir de un determinado umbral de renta en los países ricos, en torno a los 10.000 dólares per cápita, ésta no está relacionada con el bienestar subjetivo que percibe la gente.
El PIB no es un buen indicador de bienestar.Tendremos que centrarnos en aquellos indicadores que miden la desigualdad o el grado de deterioro ecológico Tendremos que centrarnos en aquellos indicadores que están relacionados con el bienestar, los indicadores que miden la desigualdad o el grado de deterioro ecológico.
Se ha estudiado que, por ejemplo, en los países donde hay niveles de igualdad importantes, porque hay buenos servicios públicos y porque hay buenas políticas de distribución, el bienestar subjetivo de la población es muy elevado. O que en aquellos países en los que el deterioro ecológico es menor y las condiciones de bienestar de la población son elevadas, la percepción del bienestar subjetivo es alto.
Los niveles de desigualdad se pueden medir con el índice Gini [medida diseñada por Corrado Gini], o cómo serían las políticas económicas si el objetivo fuera reducir la huella ecológica [impacto ambiental del consumo y los residuos]. Es necesario transitar hacia otro modelo económico sostenible con el medio ambiente y las personas.
¿Qué papel juega la economía feminista en todo esto?
Una parte muy importante que sostiene la economía y la sociedad es el trabajo que se realiza al margen de los círculos mercantiles. Es lo que se llama trabajo de reproducción. El análisis de esos trabajos de reproducción de cuidados ha sido objeto de estudio de las economistas feministas con análisis muy lúcidos.
Cuando hay que poner sobre la mesa cuánto trabajo se realiza en una sociedad, la economía convencional aplica las horas desempeñadas desde el punto de vista mercantil. Pero en un circuito mercantil, cuando hablamos de la política redistributiva, no sólo hay que distribuir el trabajo, sino distribuir el empleo (trabajo remunerado) y también el trabajo no remunerado, el doméstico.
Y en esas políticas redistributivas, una parte de la población, la inmensa mayoría mujeres, se vería sustancialmente mejorada si somos capaces de redistribuir las cargas de trabajo que afectan a la vida de todos: al trabajo de cuidados, doméstico, y por tanto, al sostenimiento de la vida. La importancia del trabajo doméstico en el mantenimiento de la vida ha sido subrayado por parte de la economía feminista. Si en el balance no incluimos esto, entonces no llegaremos a una sociedad justa.
¿En qué tendríamos que incidir para cambiar el modelo económico?
Hay tres dimensiones a tener en cuenta: la sostenibilidad ambiental, la igualdad y las políticas para reducir las desigualdades y la democracia económica, permitir mayores cuotas de poder a la población.
Habría que plantear con rigor y radicalidad la transición a otro sistema. Tenemos que tener claros los objetivos, estrategias y medios para alcanzarlo. Y sabemos cómo poner en marcha un cambio de modelo energético hacia la sustitución de las energías fósiles por las renovables, con el acento en la reducción del consumo y la eficiencia energética; sabemos cómo podríamos alimentarnos sin poner en riesgo la salud de las personas y los ecosistemas con métodos de producción de agricultura ecológica; cómo tendríamos que diseñar ciudades más habitables para que tengan en cuenta las necesidades de las personas y no las de los vehículos privados; cómo redistribuir la renta con criterios más justos, gravar a quienes tienen más recursos, y eludir los fraudes fiscales masivos y los paraísos fiscales. Tenemos herramientas.
Sabemos cómo poner en marcha un cambio de modelo energético hacia la sustitución de las energías fósiles por las renovables, con el acento en la reducción del consumo y la eficiencia energética También hay herramientas para gobernar las finanzas de otra manera, para poner en marcha mecanismos de banca pública al servicio de la sociedad y no de una minoría. En economía no es una persona, un voto: hay personas que por sus recursos cuentan como millones de votos y otras que no cuentan nada.
¿El momento actual es una oportunidad?
Los momentos de crisis siempre son una oportunidad. El problema es que la mayoría de las crisis recientes han servido, más que para cambiar, para reforzar las viejas estructuras.
A nivel económico español, y europeo, ahora estamos en un momento crucial. Ante la demanda de democracia de Grecia, la balanza puede inclinarse para cambiar las estructuras de fondo y favorecer a la mayoría de la población. Y a ello pueden ayudar mucho las enseñanzas de economistas heterodoxos (minoritarios en la Academia y los medios de comunicación), que no sólo supieron anticipar mejor la crisis, sino que llevan proponiendo medidas para avanzar por derroteros más sostenibles ambientalmente y justos socialmente.
Un modelo insostenible
Agricultura
Alimentamos con combustibles fósiles y recursos agotables actividades que antes eran sostenibles, como la agricultura y la ganadería.
Consumo
Mil millones de personas consumimos los recursos naturales a costa del resto del mundo, unas dinámicas que no son sostenibles.
Residuos
“El capitalismo es una potente máquina de producir residuos”, dice Carpintero, y mantiene que deberíamos articular la producción sobre flujos renovables.
Justicia social
Debemos tener en cuenta las condiciones de producción en los países pobres y los precios que pagamos aquí por los productos que se fabrican allí.
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