El ayuntamiento de Barcelona no concederá nuevas licencias para establecimientos turísticos durante un año. Es la primera medida del gabinete de Ada Colau encaminada a revertir un modelo que ha alterado la vida en la ciudad.
La decisión del Ayuntamiento de Barcelona de suspender durante un año la concesión de licencias para todo tipo de alojamientos turísticos (hoteles, hostales, viviendas de uso turístico o pensiones) ha sido recibida con "satisfacción" entre los movimientos vecinales de la Ciudad Condal.
Así lo ha confirmado a Diagonal Lluís Rabell, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinas y Vecinos de Barcelona, que considera esta medida un primer paso imprescindible para dar solución a un problema de mucho calado en la ciudad. "Debe considerarse una medida transitoria, que permita pararse a examinar un tema complejo, con mucha incidencia, y que con esa evaluación se definan las políticas municipales", valora, y observa la regulación de las licencias turísticas como la punta de lanza de un desafío mayor para el nuevo consistorio barcelonés. "El problema de fondo es el derecho a la ciudad y el derecho a la vivienda".
Barra libre para el negocio
La existencia de apartamentos turísticos ilegales y su influencia en la vida de barrios como Barceloneta estalló en el verano de 2014, cuando en el mes de agosto los vecinos llegaron a manifestarse hasta seis veces contra la proliferación de estos pisos, consecuencia de un modelo turístico que altera la convivencia y modifica sustancialmente la identidad de las calles en muchos distritos de Barcelona.
Rabell cifra en unos 20.000 los apartamentos turísticos que operan en la ciudad sin ningún tipo de licencia, "provocando un efecto nocivo en cuanto a la vivienda y a la fiscalidad, ya que al no estar regulados no aportan nada a las arcas municipales".
Sin embargo, la incidencia de los apartamentos turísticos va mucho más allá de que funcionen bajo una licencia o no. Rabell incide en lo que hay detrás de ese impacto sobre el entorno más próximo: "Las molestias de convivencia que provocan los apartamentos turísticos en algunos barrios de la ciudad son sólo un aspecto, el que aporta la fotografía, el interés mediático, pero es un fenómeno mucho más grave por la presión enorme que supone la expansión de los apartamentos turísticos sobre el precio de la vivienda y del alquiler. Son procesos que contribuyen a la gentrificación, a la expulsión de la población autóctona".
"En algunos barrios no es aceptable la fórmula de apartamentos turísticos, por la morfología y el carácter que la hacen incompatible"
En su opinión, la intervención municipal sobre esta problemática ha de atender a las necesidades y particularidades de cada zona, y también deberá realizarse junto a otras instituciones. "En algunos barrios no es aceptable la fórmula de apartamentos turísticos, por la morfología y el carácter que la hacen incompatible. En Ciutat Vella, por ejemplo, la presión ha ido muy lejos y ya no se trataría de detener el proceso sino de cómo revertirlo, y ahí han de participar la administración local y otras".
Rabell sitúa el origen de este conflicto en las soluciones aplicadas como mano de santo para facilitar los negocios: la simplificación de trámites administrativos y la supresión de obligaciones como las licencias. "Es un clásico de manual de las políticas neoliberales: desregular en aras de impulsar la economía y posteriormente ya se irá controlando por vía fiscal. Pero estos procesos se desbordan y la administración acaba siendo incapaz de controlarlos", evalúa.
Hoteles de lujo para una ciudad marca
La medida anunciada por la alcaldesa Colau afecta directamente a otra de las patas de la conversión de Barcelona en una ciudad marca elitizada y exclusiva, los hoteles de lujo como el W Barcelona o el proyecto de convertir la Torre Agbar en uno de ellos tras la adquisición por parte de Emin Capital.
"La ciudad necesita hoteles pero hay que medir los impactos para no encontrarnos dentro de unos años rescatando hoteles como hemos rescatado a los bancos"
Rabell analiza el fenómeno de la "burbuja hotelera" en la capital catalana, "que tiene relación con el vector de la inversión y obedece a un fenómeno global: existe un capital flotante a la búsqueda de aterrizar y el turismo funciona como palanca de atracción".
Para él, resulta imprescindible que la apertura de hoteles se realice con planificación y análisis previo de los impactos sobre el entorno y el modelo de ciudad que se pretende, "no actuar como si estuviéramos regulando un mercado inocuo, ya que transforma el comercio de proximidad, el tejido vecinal y los barrios terminan siendo zonas informes de franquicias".
Y concluye resumiendo su postura en una frase difícil de rebatir: "La ciudad necesita hoteles pero hay que medir los impactos para no encontrarnos dentro de unos años rescatando hoteles como hemos rescatado a los bancos".
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