¿Adaptarse a la sociedad o transformarla desde abajo?

La coalición de izquierdas e independentista vasca EH Bildu ha recibido más de 300.000 votos en el sur de Euskal Herria. Aun así el retroceso electoral sufrido principalmente en Bizkaia y Gipuzkoa ha abierto el debate sobre su propio ser. ¿La coalición ha ido demasiado rápido en los lugares donde ha estado gobernando? O acaso, ¿demasiado lento? ¿Esta bajada es coyuntural o responde a cuestiones de raíz?

15/06/15 · 12:14

En el ámbito del independentismo de izquierdas han ocurrido muchas cosas de calado en los últimos cuatro años: el fin de la acción armada de ETA tras más de 50 años, la legalización de la Izquierda Abertzale (IA), la aparición de Bildu como coalición entre diferentes fuerzas políticas –Eusko Alkartasuna, Aralar, Alternatiba, IA–; a pesar de la legalización, deber presentarse con listas 'limpias' –a 40.000 personas se les prohibió participar en las listas electorales–; la gestión del mayor poder institucional que ha conseguido nunca la izquierda abertzale; los continuos juicios y detenciones políticas que no ha cesado en todo este tiempo… Son muchos los factores capaces de condicionar a cualquier fuerza política, y precisamente esta situación, además de los propios errores y aciertos, ha condicionado su capacidad de análisis y acción política. En este artículo queremos analizar la eficacia de los pasos dados por la izquierda independentista vasca en esta nueva coyuntura política.

Crisis de los partidos

Estos últimos años han quedado en evidencia las deficiencias –y vergüenzas propias– de los partidos políticos tradicionales a lo largo y ancho del mal denominado 'primer mundo'. Mucha gente ha hecho suya la idea de que el llamado 'juego democrático' basado en los partidos tiene más de juego que de democrático. En Euskal Herria, en cambio, condicionado por las características propias de la política vasca, la izquierda independentista no ha conseguido conectar con los que gritaban “no nos representan”.

Ante la necesidad imperante de otros modelos para hacer política, muchas han percibido que la izquierda independentista ha funcionado de la forma más partidista en su historia. En su intento de dar una imagen normalizada y de buen gestor, EH Bildu se ha situado en la misma lógica que el resto de partidos políticos. Eso ha tenido consecuencias profundas: no querer superar la línea de lo políticamente correcto, esquivar la confrontación entre proyectos, no diferenciarse terminológicamente y comunicativamente del resto de partidos, no aportar en el necesario debate sobre los métodos de acción política…

Al hilo de este debate, el politólogo Asier Blas definió de esta manera la postura de EH Bildu: “Ha dejado en un segundo plano su perfil de izquierdas, presentándose casi como un PNV progre, EH Bildu ha diluido su propia identidad. Ha entrado en una dinámica de rebajas ideológicas”. Del mismo modo, en lo correspondiente el aspecto independentista, la coalición ha otorgado la centralidad al derecho a decidir. Ello ha suscitado críticas al entender algunos el abandono de la necesaria pedagogía que el independentismo necesita para poder sumar otros sectores de la sociedad. La coalición EH Bildu ha suplantado el mensaje político de las bases de Sortu y Alternatiba, las cuales tienen un marcado perfil de izquierdas. El discurso político plano y sin sobresaltos de EH Bildu no ha sabido saciar a muchos de los sectores populares más activos. Muchas militantes del movimiento popular sienten distanciamiento, falta de apego y desilusión ante ese accionar político.

Los siguientes factores han sido marcas de identidad históricamente en las bases de la izquierda independentista: una apuesta firme por la organización popular, una dura crítica al funcionamiento del sistema político representativo y a los partidos políticos, y una actitud desobediente ante las imposiciones. Estas ideas, precisamente, son los pilares de los nuevos movimientos populares surgidos en diversos países. Una interpretación más rigurosa sobre estos nuevos fenómenos sociales, unida a una propuesta anticapitalista e independentista clara, podría convertir a EH Bildu en la fuerza política referente para los sectores que muestran ese desapego para con la “vieja política”. El choque entre la vieja y la nueva política, acompañado con un mensaje de izquierdas sin cohibiciones, es un factor muy a tener en cuenta.

Existen opciones reales para crear complicidades con otros sectores de la clase trabajadora con los cuales el independentismo de izquierdas no ha sabido conectar durante muchos años. La izquierda abertzale tiene por delante un reto sustancial: no dejar pasar esta coyuntura favorable para superar la estéril dicotomía vasco vs. español, fomentando una nueva identidad popular y relaciones entre los que están “abajo”. En este sentido se podrían interpretar las palabras del presidente de Sortu Hasier Arraiz: “EH Bildu debe ser poliédrico”. Se pueden generar análisis y propuestas propias basadas en la situación correspondiente a cada zona en Euskal Herria. Lo ocurrido en Tudela –localidad navarra donde la izquierda independentista se ha presentado junto con otras fuerzas en una candidatura popular local– es un ejemplo de ello. Repensar el modelo organizativo será vital en ese camino.

Podemos ha sido la fuerza que ha conectado con ese nuevo sector de la sociedad que ha expresado un desapego general ante el sistema político y económico. Esas miles de personas no han visto en EH Bildu una representación adecuada. El mejor termómetro de ello lo encontramos en la zona donde confluye un tercio de la población de Euskal Herria: el área metropolitana de Bilbao. En esta zona, que posee los peores parámetros de pobreza y precariedad, EH Bildu ha bajado en representación y votos. La derecha vasca –y la abstención– ha sido la gran ganadora, y las candidaturas ligadas a Podemos han entrado con gran ímpetu como tercera y segunda fuerza en muchas localidades. EH Bildu ha continuado en su intención de atraer al PNV a posiciones soberanistas, así como intentar “pescar” dentro de su electorado. La derecha vasca, en cambio, no ha tenido ningún problema en atraer a los que defienden sus mismos valores conservadores. Y les ha funcionado: los votos perdidos por el PSOE y el PP los ha recogido en gran parte el PNV. De esta manera el PNV va a gobernar en “feudos” de la izquierda abertzale o del PSOE.

La izquierda independentista ha gobernado por primera vez la diputación y la capital de Gipuzkoa. En estos cuatro años hemos visto trabajar codo con codo a toda la oposición política, los medios de comunicación bajo control privado y los grandes empresarios para tumbar cualquier cambio de calado promovido por estas instituciones. Dentro de esta política de acoso y derribo el tema estrella ha sido el de los residuos. Además de los propios errores cometidos por EH Bildu, la férrea posición contraria mantenida por los poderes fácticos que defienden una Gipuzkoa conservadora ha jugado un papel crucial. En la mayoría de los pueblos la izquierda independentista no ha sido capaz de hacer frente a esta ola contraria y sólo en los lugares donde se ha trabajado un movimiento popular fuerte ha conseguido buenos resultados en las elecciones. Es una nueva muestra de lo imposible de intentar impulsar cambios con profundidad desde un partido político o una institución, sin el trabajo imprescindible de concienciación organizada barrio a barrio de ciudadanos críticos.

Instituciones y transformación

¿Las instituciones son espacios para defender un proyecto político propio o son herramientas para construir poder popular? La tensión entre estas dos formas de entender la política viene de lejos y sigue marcando diferencias.

Los valores conservadores de la sociedad de hoy en día se pueden entender como un tope, como una barrera. Pero, ante ello, dejar de reivindicar, difuminar o directamente obviar los valores correspondientes a un proyecto transformador, sólo transmite debilidad y falta de confianza. Profundizar en esos propios valores, en cambio, dota de coherencia al proyecto político y trae consigo la activación de las personas que conforman el sujeto transformador. Las instituciones, y la política en general, pueden ser herramientas para activar y organizar a las ciudadanía, así como para acelerar los procesos de empoderamiento popular desde abajo hacia arriba. Es decir, situar a las personas en la primera fila del cambio.

Las CUP en Catalunya han triplicado su representación institucional en estas últimas elecciones. La coordinadora de su grupo parlamentario, Anna Gabriel Sabaté, en una entrevista en Argia, [publicado en español Diagonal] en situaba de esta manera el debate: "La representación institucional debe ser el reflejo del movimiento popular, y no al revés. Nuestra apuesta institucional es para representar a la gente organizada."

La representación institucional basada en los partidos políticos, para mucha gente es una forma anticuada de hacer política. Una vez cada cuatro años elegir a unas pocas personas para que decidan sobre lo que afecta a toda la sociedad no parece el sistema más adecuado. Además de la falta de control sobre los políticos, los votos no controlan el resto de los centros de poder que actúan sobre la sociedad, tales como los medios de comunicación privados y las multinacionales. Por lo tanto, una mirada aguda sería recomendable a la hora de analizar la nueva situación de “cambio” en Navarra. Se ha dado un paso histórico e imprescindible en Nafarroa: expulsar a la casta política de uno de los centros de poder. Pero sin el control de los movimientos generados por la ciudadanía crítica de abajo hacia arriba, el verdadero cambio seguirá estando lejos, al menos en lo referido a la trasformación de los valores de la sociedad. Tal y como hemos visto en Gipuzkoa y en Grecia, conseguir el poder institucional no es suficiente para realizar cambios profundos.

Por tanto, EH Bildu deberá dar respuesta a una pregunta esencial: ¿Qué quiere ser en el futuro? ¿Un movimiento que se alimenta y enriquece de la sabiduría colectiva de los diferentes movimientos sociales de Euskal Herria o la mera suma de partidos tradicionales? Horizontalizar las estructuras puede hacer frente a la falta de ilusión e implicación actual. Dar paso al debate sobre el modelo de organización puede reforzar el sentimiento colectivo. Repartir el poder, facilitar el cambio generacional y habilitar que la toma de decisiones de peso sean tomadas por toda la base social y las militantes serán algunas de las claves.

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comentarios

1

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    Marco
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    Lun, 06/15/2015 - 16:57
    Muy buen artículo, gracias por la traducción.
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