Análisis | Chile
Crónicas de represión: la lucha de Rodrigo Avilés

El jueves 28 de mayo, más de 200.000 personas salieron a la calle en Santiago para denunciar la brutal represión de las instituciones chilenas contra movimientos sociales, estudiantiles e indígenas.

, Santiago de Chile
02/06/15 · 13:34
Estudiantes chilenos en una protesta. / Hi Sashi

Texto de Claudia Garrido C.

Rodrigo Avilés, estudiante chileno, se encuentra en riesgo de perder la vida (pese a que ha salido del coma inducido) desde el 21 de mayo, después de que fuese alcanzado directamente por el chorro de un cañón de agua policial en el marco de las movilizaciones sociales y estudiantiles en Chile. En este contexto, el pasado jueves 28 de mayo, más de 200 mil personas salieron a la calle a exigir al Estado de Chile un alto a la represión de las movilizaciones sociales.

Y es que Rodrigo no es el único estudiante víctima de una acción policial que transgrede cualquier protocolo de actuación. Para ello, baste revisar las últimas declaraciones del Instituto Nacional de Derechos Humanos en Chile (INDH), para tomar nota de las constantes denuncias de represión y maltrato policial, las que además circulan en grabaciones en vídeos: estudiantes, mujeres y hombres, siendo golpeados flagrantemente por integrantes de Carabineros de Chile. El caso de la violación a los derechos humanos del pueblo mapuche merecería una crónica aparte, porque nos estamos refiriendo a testimonios de torturas por parte de fuerzas especiales de dicha institución. Hace poco, el mismo INDH hacía una declaración pública pidiendo al Estado de Chile iniciar un diálogo con el pueblo mapuche, en la cual enfatizaba la necesidad de investigar el disparo de perdigones a integrantes de esa comunidad.

Cuando la ciudadanía sale a la calle a gritar: “No nos sigan matando”, no podemos obviar la historia reciente chilena, la dictadura, la represión

Desde el año 2006 en Chile se han venido produciendo diversas manifestaciones populares en el espacio público. Sin ánimo de acotar las temáticas, podemos identificar en términos generales; la expresión de un malestar social en torno al modelo económico neoliberal instalado en la dictadura de Pinochet (el laboratorio de los Chicago Boys que bien describe Naomi Klein en La Doctrina del Shock), desde ahí, podemos desprender las manifestaciones en contra de la instalación de una termoeléctrica en la Patagonia chilena, en contra de las semillas de Monsanto, en contra de la colusión de las farmacéuticas para elevar los costos. También hallamos la gran demanda por una educación pública, gratuita y de calidad (en contra de la privatización de la educación y el fin del lucro), la que articuló e impulsó transversalmente el movimiento estudiantil del año 2011, que contó con el apoyo mayoritario de la población chilena y que se sumó a las rebeliones globales en contra de la mercantilización de los derechos sociales.

Carabineros ha dado de baja al funcionario que dirigió el chorro del carro lanzaaguas contra Rodrigo Avilés, aun cuando en primera instancia, la Institución había negado cualquier participación en el hecho. De este modo, la cuestión se expedienta en términos individuales, sin asumir una autocrítica institucional en tanto garantes de la seguridad del Estado. El Estado apuesta así por la fórmula de la individualización personal de los hechos, antes que reconocer que una institución (Carabineros de Chile) utiliza toda la fuerza como monopolio del Estado.

Si seguimos las argumentaciones de Judith Butler (en el libro Marcos de Guerra), en relación a la violencia, y asumimos una dimensión temporal e histórica de los hechos, entonces, concluiremos que en el daño sobre un cuerpo, operan representaciones puestas en acto. Desde ese punto de vista, la actuación no sólo representa una opción individual del sujeto que provoca el daño, sino que tenemos que pensar en la cadena de significados en que esa performatividad de la acción ha sido posible y permitida. La responsabilidad entonces, es de la comunidad en que ese sujeto individual (carabinero) se inscribe; él es sólo un actor particular, poniendo en escena a un grupo de referencia del cual es parte. Hablamos de una responsabilidad no sólo legal, porque entonces, podemos perdemos en la judicialización de los hechos sin asumir que estamos frente a un problema que amerita respuestas políticas.

Pero no es sólo eso, ya que la represión, y en su caso extremo el terrorismo de Estado, se inscribe también en una historia de significados, grabados en los cuerpos/memoria. No puede pretenderse que un acto de violencia policial hacia un estudiante (que no es único ni excepcional) sea “enajenado” de su historicidad, eso que Butler llama la “cadena metonímica”, en tanto actos que activan una serie de recuerdos. Cuando la ciudadanía sale a la calle a gritar: “No nos sigan matando”, no podemos obviar la historia reciente chilena, la dictadura, la represión.

El movimiento estudiantil constituye una reserva moral, y así como ese carabinero representa a una Institución, Rodrigo Avilés, también simboliza a su propia comunidad de referencia: la del movimiento estudiantil. Por lo tanto, si lo tocan a él, nos tocan a todos y todas quienes anhelamos –desde la asunción de una consciencia crítica–, no sólo un Chile diferente, más humano, solidario y feliz, sino, un mundo en que nos conmueva el dolor del otro, donde no vivamos para acumular y desangrarnos trabajando sin disfrutar la vida. Un país en que podamos manifestarnos en la calle con la garantía de que no arriesgamos la vida por defender las ideas.

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