Kamel Belabed
Portavoz del Colectivo de Familiares de Harraga Desaparecidos
"El valor de un ser humano cambia de un país a otro"

Hablamos con Kamel Belabed, activista argelino defensor de los DDHH y portavoz del Colectivo de Familiares de Harraga Desaparecidos.

04/05/15 · 0:23

Kamel Belabed vive en Annaba, una ciudad en la costa argelina junto a la frontera con Túnez. Annaba es la tercera ciudad más importante del país, “el mayor puerto siderúrgico africano”, afirma. Se define como activista "defensor de los Derechos Humanos" y además es el portavoz del Colectivo de Familiares de Harraga Desaparecidos. Su trabajo se centra sobre todo en las desapariciones y las muertes en el mar, y en tratar de presionar a los gobiernos para que asuman las investigaciones. Hasta la desaparición de su hijo Marwan, en 2007, Kamal se dedicaba sobre todo a la escultura. Desde el inicio de la conversación quiere dejar claro la diferencia que hay entre "los que están muertos y los que están desaparecidos, sobre los que no se sabe nada". Son categorías distintas. “como mi hijo", afirma, del que  no tienen "ninguna prueba de que haya muerto, son chavales que no están ni muertos ni vivos”. Marwane tenía 25 años cuando desapareció.

¿Qué significa el término harraga?
Es una definición específica del Magreb. Significa literalmente “quemador”. Los harraga, son los que queman los papeles, la vida, las fronteras, dejando todo atrás. Los procedimientos para lograr los visados en Europa son demasiado complicados, la gente sabe que no puede completarlos por lo que deciden saltarse esas etapas. La lógica es la siguiente: me pones un obstáculo, consigues que sea infranqueable así que voy a hacer todo lo necesario para rodearlo”.

¿Existe un perfil concreto?
En 2007 se quería hacer creer que los harraga eran aventureros, gente sin futuro, gamberros, así que se plantea ‘combatirlos’ desde Argelia. La consigna desde el otro lado del Mediterráneo es que ‘escondamos estas ‘miserias’ de la gente que migra. Así el país se prepara para la ‘lucha’ contra la inmigración, sacamos barcos de guerra para hacer frente a pequeñas embarcaciones, y empieza el drama, porque nos dimos cuenta de que en esas barcas no había sólo jóvenes, sino también menores. En 2008 se constata que hay mujeres e incluso abuelos. Entre los harraga, claro que hay gente sin trabajo, pero también personal médico, funcionarios, juristas, abogados y estudiantes... La cuestión económica está en un porcentaje de los casos, pero no es el fondo del problema. Quizá para el subsahariano sí. Para el argelino, el marroquí o el tunecino en menor medida, es más un problema de "malvivencia", el ser humano, por naturaleza, no puede aceptar estar encerrado en un enclave, no tener futuro.

¿Es posible manejar cifras reales sobre las desapariciones y las muertes en el mar?
No se puede tener una estadística real, sobre todo porque hay desapariciones de gente que viene del interior, que no avisan a sus familiares y si desaparece, no se puede saber. Los Estados dan cifras según las interese, hoy pueden decir que son 5.000 y mañana por razones políticas dirán que son mil. Tampoco podemos dar estadísticas de muertos porque no conocemos los puntos de partida ni los de llegada y un muerto podemos decir que lo está cuando encontramos su cuerpo. No creo en las cifras oficiales porque no las hay. Los cuerpos encontrados en el mar se cuentan por decenas de miles. Y el problema no es si son 25.000 o 30.000, el problema es que son personas que mueren en el mar, ¿hay que seguir ignorando este drama? ¿quién debe gestionarlo y encontrar soluciones?

¿Dónde habría que poner el foco si hablamos de la responsabilidades de estas muertes?

Muchas personas van a seguir arriesgando su vida en el mar debido a las restricciones de los visados, y los Estados lo saben, pero son decisiones políticas y puesto que los Estados lo saben, ¿no se trata de un acto criminal? Hay dinero y hay números: una persona, una embarcación de 25 personas, 20 muertos. Son cifras pero no son nombres, no son personas, personas con familia, con padres, madres, con nietas... es lo mismo que con las guerras. Y mientras, en Europa, habláis de democracia, pero no es la nuestra. Porque las reglas de esa democracia no nos conciernen porque nosotros no la hemos inventado ni participamos en ella, si no, no la habríamos hecho así. Antes de hablar de democracia hay un escalón que es mucho más esencial para el ser humano, es la dignidad. Cuando piensas en el presupuesto de Frontex, de la OTAN, de las convenciones de solidaridad con el pueblo sirio, si coges la factura de todas esas armas y cuánto han matado, solo el 5% podría haber logrado la felicidad de toda esa gente y que no murieran en el mar. Pero hay una industria de la muerte.

¿Sería una solución abrir más rutas legales o facilitar los trámites y rebajar los criterios para facilitar la concesión de visados?
El problema va más allá, hay que tener en cuenta que los Gobiernos se sustentan en otros Gobiernos. Y en este caso, Europa apoya gobernantes de la orilla sur que gestionan un país durante diez, quince o veinticinco años, de una determinada manera haciendo concesiones muy concretas. Lo que ocurre con las personas que mueren en el mar, con la migración desde el punto de vista humano, es que la vida de cientos de pueblos no pesa en la balanza, no cotiza en bolsa. El valor de un ser humano cambia de un país a otro.  Un soladado Shalit para Israel son 35.000 muertos en Palestina. En 1982 desapareció hijo de Margaret Thatcher en el Sáhara, en Argelia y se pusieron en marcha un montón de dispositivos para buscarlo: helicópteros argelinos, tunecinos, marroquíes, italianos, libios. Este individuo tuvo suerte al nacer, y no vale lo mismo que las  35.000 o 45.000 personas que han muerto en los últimos tres o cuatro años en el Mediterráneo y que siguen muriendo cada día. El problema de la inmigración depende de ciertas personas que tienen esa capacidad de poder de gestión en nuestros territorios. Yo los llamo “hacedores de miseria”.  

 

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