La depredación urbanística amenaza un terreno de enorme valor medioambiental en una céntrica zona de São Paulo. Decenas de personas ocupan este espacio desde hace semanas, para garantizar su uso público frentea la inminente construcción de tres edificios en el solar.
El Parque Augusta es un accidente en el centro de São Paulo. Un enorme espacio verde plagado de árboles nativos de la Mata Atlántica, que parecen competir en altura, desde lo profundo del bosque, con los rascacielos que rodean este solar. Desde el 17 de enero el parque está ocupado por un grupo de activistas que reclama el derecho de vecinos y visitantes a disfrutar de esta rareza en pleno corazón de la urbe paulista.
El valor simbólico y –también– político de este espacio difícilmente puede ser mayor. En la manzana siguiente de la calle que da nombre al parque un altísimo hotel de lujo está cerca de ser terminado. Enfrente, se ha comenzado a derruir una gasolinera para construir un nuevo inmueble. Y, unos cuantos metros más allá, una empresa inmobiliaria ha levantado una réplica de los apartamentos de alta gama que edificará en ese lugar.
El valor simbólico y –también– político de este espacio difícilmente puede ser mayor
La historia de la lucha por convertir el parque Augusta en un recinto plenamente público es larga, aunque los acontecimientos se han precipitado en los últimos meses. En diciembre de 2013 los actuales propietarios del solar –las inmobiliarias Cyrela y Santim– cerraron los portones del parque, tres días después de que la alcaldía de São Paulo sancionase la ley que aprobaba la creación de un parque en este espacio. La elevada cantidad de dinero que supuestamente costaría su desapropiación echó atrás el plan, según argumentó en su momento el gobierno municipal.
La ola de activismo político generada durante las movilizaciones de junio de 2013 había ido llenando, en la primavera y el verano paulista, los actos, asambleas y conciertos que el Organismo Parque Augusta (OPA) venía organizando. Tras el cierre, todas las actividades se trasladaron al exterior del recinto. Hasta que, a comienzos de este año, un grupo de personas decidió saltar el muro y hacer efectiva su reivindicación por “un parque 100% público y de gestión popular”, tal y como establece este grupo entre sus objetivos.
El futuro incierto del parque
Mariana Marcel, sentada en uno de los varios espacios comunes que se han ido construyendo desde la ocupación del parque, explica que los actuales propietarios del terreno, al no dejar una vía de paso abierta de paso por el medio del solar, están incumpliendo una de las cláusulas que legaron sus antiguos dueños –hasta el 1969 este espacio albergaba el Colégio des Oiseaux, un elitista centro femenino para las hijas de la alta sociedad paulista.
Desde el OPA defienden que la alcaldía tiene opciones alternativas –más allá del desembolso público de la cantidad tasada por los propietarios– para hacerse con el terreno. Sin embargo, apuntan a los intereses ocultos de la administración municipal hacia las constructoras y a la influencia que estas empresas tienen sobre los poderes políticos de la ciudad, a través de la financiación de sus campañas electorales.
Apuntan a los intereses ocultos de la administración municipal hacia las constructoras y a la influencia que estas empresas tienen sobre los poderes políticos
Marcel comenta que no se trata sólo de combatir la privatización del parque, sino de evidenciar “la necesidad de que la gente luche por el derecho a la ciudad” y al uso común de lugares como este. Daniel Biral, un joven jurista del grupo Advogados Ativistas, opina que el lugar en el que conversamos está viviendo “una transformación empírica”, a través de la gestión autónoma y la toma de decisiones colectivas mediante asambleas (todos los lunes y jueves) y la organización de debates y charlas sobre asuntos como el acceso público a la ciudad o la crisis hídrica que amenaza a la metrópolis paulista.
Aun así, el futuro de esta micro-ciudad es incierto. La policía de São Paulo ha anunciado su intención de desalojar este espacio en las próximas semanas, después de que el 27 de enero pasado el Conselho Municipal de Preservação do Patrimônio Histórico, Cultural e Ambiental (CONPRESP) diese el visto bueno al plan que prevé construir tres edificios en el solar, habilitando en el terreno restante un parque de uso público pero de administración privada.
En la parte más frondosa del bosque, varios vecinos del barrio pasean a sus perros entre la penumbra que ofrecen las enormes ramas y hojas que hay sobre nosotros. Al lado del único acceso al recinto hoy abierto, una anciana observa a todo aquel que pasa desde un cómodo sofá –como tantas otras cosas en el recinto, recogido de la calle y recuperado para su uso–, rodeada de coloridos carteles que mezclan frases poéticas y las intenciones políticas de las personas que se han instalado en el parque.
La anciana, de nombre Doña Ana y que se convirtió en la cara más conocida del movimiento después de protagonizar una noticia en el periódico Folha de São Paulo, participa en el mismo desde hace más de dos años, cuando conoció esta lucha durante una reunión de la asociación de vecinos del barrio. “Soy la más vieja, pero no la que lleva más tiempo aquí”, comenta risueña. Son las 20 hs y la asamblea de los jueves está a punto de comenzar. Un joven que podría ser su nieto pregunta a Doña Ana si va a asistir a la reunión. Ella, sin perder su posición de vigía principal del parque, responde que hoy no. “Estaré de acuerdo con todo lo que decidáis hoy. Confío en vosotros”, asegura.
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