Ocupación y despojo
Resistencia palestina y soberanía alimentaria

Una delegación de Vía Campesina Internacional, de la que formaron parte organizaciones agrarias vascas y andaluzas, visitaron Palestina para conocer sobre el terreno la realidad de la ocupación israelí y sus consecuencias sobre la población campesina.

, productor de la Cooperativa Uztaro
10/02/15 · 8:00

El pasado noviembre la Vía Campesina Internacional organizó una delegación que viajó a Gaza y Cisjordania para responder al llamado que la UAWC, organización de agricultores y pescadores en territorio ocupado, realizaba a los campesinos del mundo para conocer sobre el terreno la realidad de la ocupación israelí sobre población campesina.

Lo que primero pudimos constatar los representantes de diferentes organizaciones agrarias vascas y andaluzas que tuvimos la oportunidad de participar en este grupo es que la ocupación de Palestina es una lucha de conquista del territorio y sus recursos, y por ello la población campesina es el principal objetivo de la guerra de exterminio y de la política colonial.

En Qalqilya, conocida por ser el granero de Cisjordania, el muro del apartheid ha anexionado a Israel miles de acres de gran valor agrícola, al mismo tiempo que separa a muchos campesinos de sus tierras y pozos. Entre Jabba y Surif, poblaciones vecinas que compartían población y cultivos, se levanta ahora un muro de ocho metros que convierte en camino de horas a pie lo que antes se salvaba en minutos. En la misma Jabba prácticamente todo su territorio (10.000 acres de los 13.000 que tenía) ha sido confiscado y los campesinos que continúan su tarea se enfrentan, cuando consiguen los escasos permisos que Israel concede, a restricciones de tres horas al día para acceder a su tierra o incluso a ataques directos y detenciones. En Jabblus, situada encima del acuífero más importante de Palestina, se ven tierras sin labrar por la falta de permisos para el riego. A lo largo del río Jordan, una de las cunas de la agricultura, hay una franja de seguridad de cinco kilómetros en la perpendicular a todo el cauce que excluye a la población palestina de sus aguas y de las tierras de mayor valor agrícola. La población beduina que vemos al pie de las carreteras es objeto constante de desplazamiento, confiscación y asesinato del ganado. Su acceso al agua resulta muchas veces imposible y el muro limita su cultura nómada.

Los pescadores de los puertos de Gaza, cuando consiguen arreglar sus embarcaciones agujereadas a balazos por patrullas israelíes mientras realizaban su trabajo, no pueden salir más allá de unas raquíticas seis millas naúticas, a partir de las cuales son los pescadores israelíes quienes aprovechan la pesca. Sus vecinos agricultores que alimentaban a un territorio extremadamente poblado han visto como insistentemente sus tierras fueron destruidas en cada una de las seis invasiones que sufrieron en estos últimos diez años.

Por toda Cisjordania no sólo los controles militares o la falta de inversiones públicas entorpecen constantemente el tránsito por las carreteras que no unen asentamientos judíos; el muro se levanta también a lo largo de 800 km, limitando la movilidad de la población y las mercancías, cercando o dividiendo terrenos y poblaciones, negando la libre circulación de productos alimentarios o propiciando su pérdida mientras esperan en cualquier checkpoint, que separan a los agricultores de sus tierras y sus fuentes de agua.

En cualquier rincón de Palestina se puede comprobar la usurpación del agua como eje básico de la colonización. Desde 1967 no se ha concedido ningún permiso para excavar nuevos pozos en territorio palestino. Tampoco para el arreglo de tantos otros destruidos por el Ejército de forma cotidiana. La agricultura se mantiene con un riego que usa tecnología de hace 50 años en el mejor de los casos, y el consumo de agua está dosificado por férreas restricciones que van desde las tres horas diarias de consumo hasta los tres días al mes en algunas poblaciones. Incluso el almacenaje de agua de lluvia está prohibido. Israel controla así el 90% del agua en territorio ocupado y permite que una familia judía en un asentamiento reciba hasta siete veces más agua que una palestina al otro lado de la verja. Mientras, la construcción de colonias ha sido constante e incluso se ha acelerado en los últimos tiempos a pesar de la legislación internacional y los acuerdos de paz firmados por el propio Estado de Israel.

Una de los mecanismos que con más empeño aplican las políticas coloniales para acabar con la actividad agrícola es el bloqueo económico que busca la estrangulación y dependencia de la economía ocupada, desplazando a un sector importante de la población fuera de sus lugares de origen y convirtiendo a los campesinos en mano de obra barata como trabajadoras en los asentamientos judíos. No está permitida la importación de ningún producto hacia los territorios ocupados. Cualquier insumo o material ha de ser comprado al propio Estado ocupante mediante el tránsito por un estricto sistema de permisos para la entrada de cualquier materia. Todo esto encarece los costos de producción y baja la productividad del agro palestino, generando una desigualdad en el mercado que es aprovechada por las empresas israelíes construidas en base a los recursos gratuitos, la mano de obra barata y la protección de su Gobierno.

La consecuencia de esta guerra declarada contra la soberanía alimentaria del pueblo palestino es sistemáticamente constatada por los relatores de Naciones Unidas: las políticas de seguridad israelíes contradicen todo el Derecho Internacional, la IV Convención de Ginebra, el Derecho Humanitario, la Carta de Derechos Humanos e incluso los acuerdos de paz firmados por su propio Estado. Además, violan muy especialmente el Derecho a la Alimentación del pueblo palestino en una tierra de gran riqueza agrícola y pesquera y están provocando una emergencia humanitaria con graves tasas de malnutrición, pobreza, desempleo e indigencia, en la que la economía dinámica de los territorios ocupados se ha visto colapsada desde el año 2000 por las medidas represoras de Israel.

Mientras Israel calcula con fórmula matemática el número de calorías que le concede a cada palestino para mantenerle al filo de la supervivencia, el campesino en Palestina se siente la primera línea del frente en la resistencia, y entiende la soberanía alimentaria como herramienta de resistencia, para alimentar a su gente y mantener su cultura e identidad, para sobrevivir a la violencia de la ocupación y permanecer en sus tierras.

+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

2

  • |
    fernando
    |
    11/02/2015 - 2:57pm
    Espero q los palestinos BOICOTEEN tambien , los hospitales y los medicos ISRAELIES
  • |
    Maria1980
    |
    10/02/2015 - 12:11pm
    Hay que tener mucho valor para viajar allí ...
  • Tienda El Salto