Para esta activista las deficiencias en cuestiones de género van mucho más allá de la representación en el nuevo Gobierno de Syriza.

El nombramiento por parte de Tsipras de un Gobierno compuesto exclusivamente por hombres ha supuesto una decepción para mucha gente. Para mucha gente en España, en realidad, porque en Grecia no tanto. Más allá de tres o cuatro artículos críticos, en Grecia no se le ha prestado gran atención a esto. Para la izquierda y la sociedad griega, lamentablemente, es “lo normal”. En Grecia, por desgracia, el déficit en cuestiones de género va mucho más allá que las cuotas en el Gobierno o en las instituciones.
La turbulenta historia de las luchas moradas en un país tradicionalmente conservador y con fuerte influencia de la Iglesia (ortodoxa) ha sido protagonizada por más asociaciones de mujeres que por grupos definidos como feministas. Un buen ejemplo de ello es EGE. La Asociación de Mujeres de Grecia (EGE) fue fundada por Margarita Papandreu, esposa del primer ministro Andreas Papandreu y madre del primer ministro Yorgos Papandreu, durante la transición a la democracia a mediados de los 70. Siempre estuvo vinculada al PASOK y su composición fue, principalmente, de mujeres de clase alta. Su labor de lobby fue imprescindible para conseguir cambios en el ámbito institucional, como la legalización del aborto, las bodas civiles, la abolición de la dote, la legalización del divorcio, que la mujer pueda mantener su propio apellido tras la boda y el establecimiento de derechos y obligaciones equitativas del hombre y la mujer respecto a los hijos. Sin embargo, los estrechos lazos con el PASOK han hecho que adquiera los vicios y el desprestigio de éste. Margarita Papandreu fue denunciada por la “Lista Lagarde” como titular de una cuenta en Suiza con 550 millones de euros, algo que no se ha podido probar.
La historia de las luchas moradas ha sido protagonizada por más asociaciones de mujeres que por grupos definidos como feministas
Al mismo tiempo surgen otros colectivos, la mayoría de ellos fuertemente influenciados por el feminismo marxista y vinculados –de manera orgánica o no– a partidos de extrema izquierda extraparlamentaria. Pero, que todos los partidos de la izquierda tengan su grupo “femenino” no significa que la izquierda griega reconozca al feminismo la importancia que debería tener. Sus discursos, prácticas, preocupaciones y acciones siguen relegando las cuestiones de género a un segundo plano cuando directamente no las ignoran o desprecian. Y, a la hora de la verdad, “ahora no toca”.
Según se desprende de los comunicados de las manifestaciones unitarias del 8 de marzo en los últimos años, las principales preocupaciones del feminismo hegemónico heleno son: proteger los derechos de las migrantes (tanto en los CIE como fuera de ellos), la solidaridad con las mujeres seropositivas contra las que los gobiernos de PASOK y ND han desatado una verdadera caza de brujas y combatir los efectos que produce la crisis tanto en el ámbito laboral como en los trabajos reproductivos no remunerados.
Tristemente, la mayoría de las feministas griegas tienen una posición abolicionista respecto al trabajo sexual y se muestran reacias a la hora de compartir espacio y herramientas con la comunidad LGTBI. Hay también una docena de grupos queer, trans, anarcofeministas, feministas autónomas o de lesbianas feministas, voces minoritarias pero cada vez más fuertes.
En Grecia sólo tenemos una ventaja. Y es que, cuando nada está hecho, todo queda por hacer y tenemos la oportunidad de hacerlo todo.
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