Día 5
25E: el día después de nuestra jornada de reflexión ateniense

Ayer conocimos al artista Mapet y nos cedió estas fotos de sus stencils. Decidimos aprovechar la ocasión y, con pocas horas de sueño y mucho café en vena, nos proponemos la una a la otra el ejercicio de condensar cómo ha influido lo que hemos vivido estos días en nuestra impresión sobre esta jornada electoral. Tenemos desde las 10,30h a las 12h, hora a la que nos vamos a dos colegios electorales para hacer nuestras propias encuestas a pie de urna. Va.

25/01/15 · 14:04

Ayer conocimos al artista Mapet y nos cedió estas fotos de sus stencils. Decidimos aprovechar la ocasión y, con pocas horas de sueño y mucho café en vena, nos proponemos la una a la otra el ejercicio de condensar cómo ha influido lo que hemos vivido estos días en nuestra impresión sobre esta jornada electoral. Tenemos desde las 10,30h a las 12h, hora a la que nos vamos a dos colegios electorales para hacer nuestras propias encuestas a pie de urna. Va.

Votar, hoy

Texto de Isabel Cadenas Cañón y Stencil de Mapet

Dice Susan Sontag que viajamos para reconocer lugares ya conocidos. Estas calles de París me recuerdan mucho a La Latina; la costa de San Diego es igualita al Cantábrico, pero sin focas marinas; ¿no crees que esta parte de Vallecas se parece muchísimo a San Telmo? Y así.

Yo vine a Grecia para ver algo que nunca había visto: en palabras llanas, la victoria de la izquierda en unas elecciones. Vine ilusionada por que un país del sur pudiera empezar a ponerle freno a la Europa del neoliberalismo. También vine para aprender cómo funcionaba el tejido social de un país que tenía bastantes papeletas de ser nuestro precedente, tanto en el plano institucional, como en la relación de los movimientos sociales con eso que algunas llaman “nueva institucionalidad” y que en mi barrio, me dijo un amigo el otro día, está empezando a conocerse como “burbuja electoral”. Mi barrio siempre ha sido más descreído.

Cuando una viaja al futuro, espera que quienes lo habitan le den las claves, le avisen de los errores que no debe, bajo ningún concepto, cometer. Siento tener que ser yo quien informe de que, en este futuro a 4 horas de avión, la gente está tan perdida como lo estamos en nuestro presente.

Hemos hablado con mucha gente de Syriza, con mucha gente libertaria, con gente que aún está decidiendo su voto, con gente que, hoy, va a votar por primera vez. Siento tener que informar de que ilusión, lo que es ilusión, más allá de esos momentos de apoteosis televisada que son los mítines y las fiestas de campaña, he visto más bien poca. La única certeza que he encontrado ha sido la de varios militantes del KKE, ayer en un bar, convencidos de que Syriza es exactamente igual que Nueva Democracia, más de lo mismo: capitalismo y vaciar las calles.

No me incomoda la falta de certezas. De hecho, que las militantes de Syriza con las que hemos hablado nos hayan contado las luces y las sombras de su partido sin ningún problema es algo que me reconforta. En la intimidad de los bares, la frase suele ser algo así como “no se va a hacer lo que yo quería o lo que tú querías, pero, ahora mismo, no veo otra alternativa”. No hablo de gente nueva en la política, hablo de gente que está ahí desde siempre, la de doble militancia, la que está en Syriza y okupa un teatro, la que está en Syriza y fortalece el movimiento feminista autónomo.

Lo que me incomoda no es la incertidumbre, sino verme cometiendo los mismos errores por los que ahora juzgamos a nuestras madres y padres. Mapet, el dentista que está detrás de algunos de los stencils más potentes de Atenas, me enseñó ayer su preferido: es la cara de un miliciano de la resistencia antifascista, y sobre él la frase “Yo luché contra el antifascismo y mis nietos lo resucitaron”. No quiero que la gente joven de dentro de 30 años nos mire como miramos hoy a quienes estuvieron ahí durante la transición: o como traidores, o como traicionados. Veo claramente el ciclo de represión –movilización ciudadana – repliegue institucional que sucedió en los 80, casi al mismo tiempo, en Grecia y en el Estado español. Y la duda que me atraviesa es si no nos habrán engañado otra vez, si Syriza no será una herramienta útil para acallar el estallido social, para sacarnos de las calles, para ofrecernos una imagen renovada del capitalismo. Una especie de chaqueta de pana de los nuevos tiempos.

Es una duda que me atraviesa, claro, también en nuestro presente. Ayer por la mañana estuvimos en la clínica de Eillinikon, la primera que se creó en Atenas, y después de antos debates abstractos, Doris y yo nos hinchamos a llorar, como cuenta ella en su texto. Tras años de experiencia en contra del “voto útil”, tengo mis reticencias contra el voto del “mal menor”, que es la mejor definición que encuentro para el voto a Syriza en estas elecciones. Y me acuerdo de aquello que decía Javier Ortiz de que el mal menor es el camino más rápido al mal mayor. Uno de mis tangos preferidos dice “si yo pudiera, como ayer, amar sin presentir”; pero claro, no puedo.

Así que mi decisión, precaria, desde la completa falta de certezas, mi decisión de hoy, es la de estar ahí. Estar como quien avisa de que está, pero con los ojos bien abiertos, como diciendo “aquí estoy, pero te advierto de que soy totalmente consciente de que existe el riesgo de que me sienta traicionada, y quiero que lo sepas. Aquí estoy, porque tengo que estar, porque decido estar, pero te advierto de que voy a tener una memoria de elefante”. Si fuera griega hoy, iría a votar a Syriza. Y pasaría el resto de los 364 días donde siempre, en la calle.

 

Marxismo-Anarquismo vs Comunismo-Capitalismo

Texto de Doris Gutiérrez

El "vamos a ver cómo Grecia le para los pies al capital", esa frase con la que explicábamos a nuestras amigas que nos íbamos a Atenas, entusiasta, dejó de serlo casi apenas llegadas a la ciudad. En una ciudad tan de rutina, la euforia no la sentían ni los propios miembros de Syriza. Y Syriza no es más que otro partido, como diría una anarquista.

En efecto es así. Syriza es otro partido. Punto. No es la revolución. Es sólo un partido formado por muchas corrientes, restos de otros partidos, con unas ideas cabales en un momento de locura neoliberal transitoria. No es más. Gente que vota al mal menor, gente que vota porque, “querida, no tengo dinero para hacer que mis sueños se hagan realidad”, como me diría una mujer el otro día. De esto os escribe hoy Isabel.

Estábamos hablando estos días de una nueva corriente marxista-anarquista, entre risas. ¿Por qué no? ¿Por qué hay que elegir?. El Estado no sabemos si es bueno o malo, si hay que defenderlo o destruirlo. En tanto que lo pensamos existe, provee, puede ser un colchoncito, como decía el otro día Mara, una griega afincada en Finlandia, cuando se cumplen 3 años de su baja por maternidad.

Por otro lado, vemos que tanto más las personas practican la autogestión, más empoderadas están, más dueñas de sus vidas son, menos dependen de factores externos para su felicidad o supervivencia.  Le planteamos esto mismo el otro día a Miguel, un chico anarquista. ¿Marxismo-anarquismo? ¡No puede ser eso!- nos dijo alarmado, y nombró a Bakunin y a Marx y la segunda internacional, ¿o era la tercera? La historia como corsé, los nombres como cadenas. O no le supimos explicar, o no quiso entender, el pobre Miguel, con una enfermedad crónica se ve obligado a acudir a las ayudas estatales para sobrevivir.

En fin, que estábamos ahí nosotras con nuestras cábalas pequeño burguesas, analizando a Syriza como analizan los todólogos de la tele las cosas desde las alturas de una supuesta ‘intelectualidad’. Sólo que nosotras bajamos a la tierra diciendo chorradas como dentista-anarquista, artista-marxista-cubista and so on.

Y en esas estábamos cuando fuimos a la clínica autogestionada de Ellinikon, la segunda que se estableció en Atenas. El testimonio de un paciente nos hizo llorar a todas las que estábamos allí. O, al  menos, a 3 de 4. El hombre contaba entre lágrimas que tuvo que vender el taxi para pagar deudas. Y que, al vender el taxi, perdió su trabajo y con él su dinero, su salud y su dignidad. Tremenda bofetada de realidad es ver medicamentos por valor de 4.000 euros en una mesa. Gente solidaria supliendo al Estado en su labor cuidadora, supliendo a un Estado, capitalista o comunista, según sople el viento, incumpliendo sus promesas. Ese hombre dijo: “Si no fuera por esta gente, yo no estaría hoy aquí contando nada”. Así de rotundo. Más rotundo es pensar en la gente que se ha quedado por el camino.

¿Vamos a dejar que la Troika nos sesine? Podemos ser Grecia unos meses más tarde. ¿Vamos a dejar que nos despidan de nuestros puestos de maestras? Podemos ser Vasiliki, voluntaria de Ellinikon, despedida de la noche a la mañana, dejada de lado durante un año sin paro, ni pensión, ni nada. Puede que estas historias sean ya las nuestras.

Nuestro futuro, veremos como viene. Entre tanto, hoy, aquí, en Atenas y con el corazón atravesado por esa clínica social, la rabia condensada en lágrimas, sólo espero que los psicópatas que han puesto de rodillas al pueblo griego, pierdan todo el poder posible y que, ojalá, más vale, la gente de Syriza sea honesta. Más vale.

Y sino... pues la vida seguirá, atenta a nuestros deseos, presentándonos a dentistas-anarquistas, que utilizan el bisturí para hacer stencils como éste, con el que sí estoy de acuerdo y que dice ‘Votes lo que votes, estaré aquí’. Un dentista-anarquista que, en lo que nos dice que no votará, sigue pinchando música, tomando cerveza de trigo en un bar de Exarquía.

 

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