Traducción del editorial de la revista feminista griega To Mov sobre la presencia de los derechos de las mujeres en la campaña electoral.
Estos días nos hemos estado reuniendo con algunas feministas griegas. El movimiento feminista ha unido sus fuerzas con luchas sociales encabezadas por mujeres como, entre otras, la huelga de las casi 600 trabajadoras de limpieza del Ministerio de finanzas que fueron despedidas en 2003 para poner sus puestos de trabajo en manos de una empresa privada.
Tanto desde el sector autónomo como desde el sector que está dentro de Syriza, el feminismo se enfrenta a la fórmula, tan habitual, del "ahora no toca": la maquinaria electoral impone, como siempre, unas prisas de las que sólo se benefician las fórmulas patriarcales propias de la política institucional tal y como la conocemos.
Ante esta situación, el comité editorial de la revista del movimiento autónomo, Το Μωβ (To Mov, que significa "Morado" en griego) publicó ayer un editorial que denuncia la falta de atención que se ha prestado a los derechos de las mujeres en la campaña electoral. Así que lo hemos traducido y a ellas les cedemos este lugar en la entrada del día 4.
Grecia: en las elecciones del domingo falta el color morado
No somos un partido, y no escribimos en apoyo a ningún partido en las próximas elecciones, pero somos ciudadanas activas e interesadas en cuanto se dice y se hace. Nosotras, miembras del comité editorial de To Mov y de su revista electrónica, simplemente nos preguntamos acerca del momento. Porque estamos muy interesadas en muchos problemas que, o no se discuten, o se esconden deliberadamente en los debates preelectorales en los medios de comunicación.
Creemos que los intereses cotidianos de las personas están siendo eclipsados por un discurso cuyas prioridades no se corresponden con lo que afecta a sus vidas –y el resultado de las próximas elecciones va a tener un gran impacto en esas vidas–. No hay duda de que el tema económico es clave y decisivo para la ciudadanía, puesto que constituye la base del bienestar social en la sociedad capitalista contemporánea, en la que la producción de mercancías y servicios son la base de la vida social. Pero ¿qué significa exactamente esa producción de mercancías y servicios y de qué manera se calcula su magnitud económica?
Desde los partidos políticos nunca se habla del trabajo no remunerado de las mujeres en los hogares, en la familia, en los negocios familiares, en las granjas. Sólo un ejemplo: una enfermera en el hospital de Evangelismos cuida a las personas enfermas y gana un salario por este trabajo –si bien su remuneración es de media un 25% más baja que la de sus colegas hombres–. Pero la hija de Juan, que está en el mismo hospital, junto a la cama del padre, haciendo casi el mismo trabajo que la enfermera, no recibe ningún salario y, de hecho, su trabajo ni siquiera se considera trabajo. El trabajo de un restaurante se considera un negocio y se incluye en el cálculo del PIB. La mujer que cocina cada día para su familia, a menudo después de haber trabajado fuera de casa, tampoco es considerada una trabajadora, y su actividad no se incluye en el PIB.
Las mujeres nos enfrentamos, hoy, a las repercusiones del colapso del estado social y del sistema nacional de salud, que nos obligan a remplazar los cuidados sociales que antes proporcionaba el Estado por nuestro propio trabajo –ya que, por desgracia, los hombres no comparten tales responsabilidades–. La violación de nuestros derechos laborales permite que los empleadores actúen de manera arbitraria y discriminatoria, a la vez que se reducen las estructuras de apoyo a las víctimas de violencia machista o del tráfico de mujeres. Si bien esto ya sucedía durante la crisis, el deterioro durante los último 4 años es significativo.
Hay temas de los que no se ha oído hablar en la campaña electoral: la desigualdad salarial, la violencia machista, el trabajo doméstico no remunerado. Ni siquiera hemos oído promesas de cambio sobre ninguno de estos temas. En el mismo sentido, algunos partidos políticos proclaman la redistribución de los recursos entre personas ricas y pobres, pero todos se olvidan, sistemáticamente, de la redistribución entre hombres y mujeres, a pesar de que esta desigualdad está documentada y calculada –y eso dejando de lado el trabajo doméstico no remunerado–.
Ante los discursos de economistas sobre temas "serios", las mujeres nos sentimos culpables y llegamos a pensar que se trata de asuntos diferentes que sólo pertenecen a la cotidianeidad, que sólo se discuten en el ámbito personal. Pero dejemos de lado, por un segundo, al patriarcado y las diferencias de género: ¿Por qué no hemos oído nada sobre cultura durante los días previos a las elecciones? ¿Acaso la cultura no es un elemento necesario? ¿acaso a la cultura no le influyen las decisiones políticas, tanto económica como ideológicamente?¿o acaso los derechos humanos, de los que se ha hablado tan poco durante la campaña, no guardan relación con los acontecimientos políticos? Hay más de 4.000 migrantes indocumentadas detenidas. Son tanto hombres como mujeres, pero este tema sólo ha despertado el interés en los debates o en los discursos públicos para criminalizar a estas personas.
Sale un anuncio en la televisión: unas personas ancianas hablan sobre el recorte a sus pensiones y de que no pueden pagar sus medicinas, pero no hay ninguna referencia al aspecto psicológico, o a la soledad en la que viven hoy, en Grecia, la tercera edad.En el tema de armamento, es decir, en el tema del dinero y de la muerte, los partidos parecen estar todos de acuerdo con la necesidad de la ingente cantidad de armamento que tiene en este momento nuestro país. Es cierto que algunas mujeres, durante la campaña electoral, se han referido a estas cuestiones, pero su discurso se toma como un discurso devaluado y, en última instancia, irrelevante respecto a las "prioridades" actuales. Si las cuestiones sociales nunca han sido una prioridad, hoy lo son menos aún.
En el lado opuesto está, por ejemplo, el discurso de la Iniciativa Feminista de Suecia, que consiguió un 5% en las últimas elecciones y cuyo programa incluía todas las demandas sobre derechos de las mujeres y derechos humanos. Esperemos que a Grecia le llegue, también, este momento, estas ideas o, incluso, ese tipo de estructuras. Mientras tanto, el sábado nos iremos a dormir con un parlamento formado por el 21% de mujeres, si bien las mujeres constituimos el 51% del censo electoral. Y nos preguntaremos si, cuando despertemos, el parlamento conseguirá tener una representación igualitaria de mujeres y de hombres, o si seguirá exactamente igual.
Un artículo pasado de nuestra revista sobre Alexandros Papanastasiou habla de cómo los derechos de las mueres y el derecho al voto femenino está presente en la esfera política desde principios del s. XX. Desde entonces hemos ganado muchos derechos, pero seguimos siendo minoría en los lugares de toma de decisión, siendo el parlamento el mayor ejemplo. A pesar de todo esto, seguimos luchando por un cambio en la composición del futuro parlamento, seguimos reclamando más mujeres electas: mujeres que tengan un discurso global, que apoyen los derechos y el igual bienestar de toda la ciudadanía, hombres y mujeres.
Votamos por las mujeres.
Votamos por aquellas mujeres que no necesitan plegarse al discurso y al rol masculino dominante para ser reconocidas.
El comité editorial de To Mov.
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