Dentro de unas horas se confirmará el regreso de Tabaré Vázquez a la presidencia del gobierno uruguayo. Los avances logrados en el país contrastan con el modelo extractivista hacia el que se han decantado las políticas económicas del Frente Amplio.

Bajo una larga tormenta que azotó a casi todo el territorio de Uruguay, está concluyendo el ballotage para decidir el nuevo presidente y su vice. Se enfrentan los dos candidatos más votados en la primera vuelta que tuvo lugar un mes atrás: por un lado Tabaré Vázquez (74 años), por el Frente Amplio, el partido-coalición progresistas, y su contendor Luis Lacalle Pou (41 años), del Partido Nacional.
Se elige al sucesor de José “Pepe” Mujica, también del Frente Amplio, bajo un ambiente que desde hace semanas muestra una calma impactante, como si no existiera un proceso electoral en marcha. Es que todo indica que en esta segunda vuelta, Vázquez triunfará con comodidad (las encuestas sostienen que tendría un poco más de la mitad de los votos, mientras que el contendiente Luis Lacalle Pou le asignan entre 37 a 40%).
Se apuesta a la exportación de materias primas, tales como soja, carne o arroz, y se otorgan todo tipo de concesiones al capital internacional
Pero la política uruguaya más reciente también muestra un talante más calmo, institucionalizado y republicano cuando es comparada con los demás países sudamericanos. Esta victoria del Frente Amplio representaría el tercer gobierno seguido en manos de esa coalición, y también el regreso de Vázquez, quien ya fue presidente en el período 2005-2010.
Bajo los gobiernos de la nueva izquierda las evaluaciones no son sencillas. Las administraciones de Mujica, o de Vázquez en el pasado, a veces son tildadas como muy socialdemócratas, pero sin dudas están muy a la izquierda de casi todo lo que se observa en Europa, y también de lo que ocurre, por ejemplo, en Brasil con Dilma Rousseff. Por otro lado, no se cayó en un hiperpresidencialismo, y los partidos políticos siguen siendo actores fundamentales, muchos de ellos con una larga historia. Mucha gente vive mejor, ya que bajo los gobiernos progresistas del Frente Amplio se mantuvo una sostenida expansión económica, se redujo drásticamente la pobreza, y la erradicación de la indigencia está al alcance de la mano. Uruguay saltó al primer puesto en el PIB por persona de América Latina (16 350 dólares Usa), superando a Chile.
El gobierno de “Pepe” Mujica deja el gobierno con mucha fama a nivel internacional, pero evaluaciones contrapuestas dentro del país. Mantiene su estilo de vida austero y lanza sus reflexiones filosóficas que despiertan sonrisas, pero no logró revertir el deterioro del sistema educativo, la creciente violencia urbana (la tasa de homicidios uruguaya ya supera a la de Argentina), y su estrategia económica es muy convencional. En efecto, se apuesta a la exportación de materias primas, tales como soja, carne o arroz, y se otorgan todo tipo de concesiones al capital internacional. El deterior ambiental del país es evidente, incluyendo problemas severos como los que afectan a las principales cuencas hidrográficas del país.
Las controversias alrededor de esas y otras cuestiones se habían intensificado en los últimos meses, en la antesala a la primera vuelta en las elecciones nacionales. El Frente Amplio pasó por distintas emociones en esos tiempos, desde una creciente preocupación por la caída en la militancia y el aluvión de críticas sobre su dinámica interna, a las evaluaciones de las encuestas que auguraban una pérdida de la mayoría parlamentaria. Pero el resultado de esa primera vuelta, alcanzó el 48%, sorprendió a muchos. Con esto el progresismo retuvo la mayoría en la cámara de diputados. Además, el candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou votó muchos menos de lo esperado (30%), y no cristalizó un crecimiento en el Partido Colorado, bajo la candidatura de Pedro Bordaberry (13%). Bajo esos resultados, a los pocos días muchos líderes del Frente Amplio volvieron a cierta petulancia propia de los gobernantes que se sienten autosuficientes.
Nuevas generaciones
La novedad en la campaña fue Luis Lacalle Pou, que en el espectro político uruguayo representa los sectores de centro derecha, aunque esa calificación seguramente no sería la misma en otros países ya que expresa nuevas posturas. En efecto, es una liderada por una persona joven (en los términos de la política uruguaya), modernizado, menos dogmático, que acepta distintos roles en manos del estado, y con un manejo muy ágil en nuevas formas de comunicación. Pero a pesar de todo ello, el empuje de esa centro derecha no ha sido suficiente para impedir la victoria de la izquierda.
Bajo estos resultados se repitió en Uruguay la consolidación del progresismo como ocurrió recientemente con Evo Morales en Bolivia y Dilma Rousseff en Brasil. Pero el nuevo gobierno del Frente Amplio ingresa en un escenario interno distinto. Dentro de la coalición de gobierno, Vázquez ya no será un líder en solitario, sino que deberá compartir ese rol con Pepe Mujica, quien retorna como senador. El vicepresidente será Raúl Sendic, hijo del recordado líder de los “Tupamaros”, quien en los últimos años se desempeñó como presidente de la petrolera estatal uruguaya. Sus posiciones políticas son moderadas, y con ello el acoplamiento con Vázquez ha sido posible, mientras que a los 52 años ofrecía la posibilidad de dar una imagen un poco más joven a la de la mayor parte de los líderes del Frente Amplio que están en los 70 años.
Hacia afuera, por primera vez, la izquierda tradicional que no es parte del Frente Amplio logró un escaño en la cámara de diputados (en la elección, la Unidad Popular, obtuvo un poco más del 1%). Además, todas las evaluaciones indican que la coalición progresista perdió votos por izquierda y los compensó ganando otros por derecha. Las demandas por un cambio de rumbo ideológico se repiten desde muchos militantes de izquierda.
Posiblemente esos debates se instalen con mucha más fuerza en los próximos días. Un ejemplo muy claro es el entusiasmo del gobierno de Mujica con aprobar como sea un enorme proyecto de minería de hierro a cielo abierto, bajo la resistencia de las comunidades locales del área afectada, la denuncia de organizaciones ciudadanas, y la oposición de los partidos Nacional y Colorado. Está tan entusiasmado que ha impuesto el secreto sobre las características del emprendimiento y las negociaciones con el grupo de inversores que lo promueve. Es una situación paradojal que un gobierno que se califica de izquierda vuelva a apelar al secreto, o a flexibilizar las normas sociales o ambientales para imponer un emprendimiento extractivista. Con esto, la izquierda uruguaya repite lo que sucede en países como Bolivia o Ecuador.
Ese tipo de tensiones explica que el progresismo uruguayo esté distanciado de varios de los nuevos movimientos sociales, como feministas o ambientalistas. Pero también muestra las dificultades que tiene para poder salir de la dependencia en exportar materias primas.
Entretanto, la victoria del progresismo se festejará de manera muy sobria, como no puede ser de otra manera bajo la clásica flema uruguaya, repitiéndose los discursos y gestos de reafirmación democrática.
comentarios
1