La ocupación de una avenida durante siete horas acabó con cargas
Cientos de manifestantes en Nairobi dicen basta a los atentados terroristas

Kenia continúa de luto tras el asesinato de 28 pasajeros en la frontera con Somalia por la milicia Al-Shabab, el pasado sábado. La población dice “estamos cansados” ante la creciente inseguridad que vive el país.

, Nairobi (Kenia)
27/11/14 · 20:59
Manifestación en Nairobi tras el último atentado de Al-Shabab / Sebastián Ruiz

Bajo los lemas #OccupyHarambeAve‬ (Ocupar la avenida Harambe) y #‎MySecurityMyRight‬‬ (Mi seguridad mi derecho) se convocaba este martes en la capital de Kenia una manifestación pacífica, aunque con tintes ásperos y reivindicativos. El objetivo: exigir más seguridad en el país después del reciente atentado terrorista perpetrado en la frontera de Somalia en el que, el pasado 22 de noviembre, fueron asesinadas 28 personas en Mandera. Al menos unos 300 manifestantes han cortado el tráfico en la avenida Harambe durante toda la mañana, acabando con una carga policial y varios lanzamientos de botes de gas lacrimógeno.

La convocatoria anunciada desde las redes sociales reunió a activistas, líderes políticos y simpatizantes que, ataviados con cruces de madera y camisetas rojas, blancas y negras, lucían la frase “Señor Presidente, necesitamos que actúes sobre la seguridad”. El grito de guerra: Tumechoka! (Estamos cansados) no dejaba de oírse durante las más de siete horas de ocupación en un lugar donde se encuentran la oficina del presidente del país, Uhuru Keniatta, y la sede del Ministerio del Asuntos Exteriores.

El ambiente estaba caldeado. Y los manifestantes cargaron las tintas contra el gobierno del país desde el comienzo. “Estamos cansados de que después de cada atentado haya una rueda de prensa en la que se nos pida perdón y se nos subraye que se está trabajando por identificar a los terroristas”, explicaba Kavs, de 37 años, quien reconocía que no había ido a trabajar para ejercer su derecho a la protesta por la situación. Detrás, con un megáfono, Ellah, un activista de 26 años, gritaba: “Si estoy aquí, no es por mí, sino por Nairobi, por el país, por los extranjeros. La inseguridad se está convirtiendo en una constante, por lo que tenemos que exigir una acción inmediata desde el gobierno”.

Pero sobre las doce de la mañana se sucedieron los primeros altercados. Un grupo de jóvenes de Kibera, el suburbio más importante del país y uno de los más grandes de África, intentaba boicotear la concentración. “¡Están pagados por el propio gobierno! Yo soy su objetivo. Así que tranquilos y mantened la calma”; éstas eran las palabras de Boniface Mwangi, uno de lo líderes de la convocatoria de ayer y reconocido activista del país.

Bajo la atenta mirada de curiosos que esperaban bajo la sombra las novedades, los diferentes portavoces de la manifestación establecían un perímetro por toda la avenida para atender a los medios nacionales e internacionales que se daban cita. Entre ellos, Hussein Khalid, director ejecutivo de la ONG Haki Africa, establecida en Mombasa: “Vengo en representación de los musulmanes de la costa del país para dejar claro que todos somos kenianos y que no importa ni la religión ni la etnia. Tenemos que actuar contra el terror. Hacernos con él. Y el gobierno nos tendrá que escuchar”.

Eran casi las 17h y el senador Boni Khalwale, simpatizante de la protesta, cogía el megáfono instantes antes del final: “Nosotros, los ciudadanos, tenemos la responsabilidad de exigir a nuestro gobierno que tome medidas. Más seguridad, sí, pero sin anteponer más vidas inocentes”. Las palabras eran el broche final a la ocupación. Mientras, un pequeño camión entraba en escena y los organizadores sacaban de él varios ataúdes de madera en señal de respeto por las víctimas. Instantes después, un disparo hacía arder una cruz que cortaba la carretera. La policía cargaba con varios botes de gas lacrimógeno para dispersar al centenar de manifestantes que aún permanecían ocupando la avenida.

Kenia, en el foco de mira de Al-Shabab

Khalid sabía muy bien que la situación de creciente violencia no está siendo ventajosa en una región de Kenia que vive del reclamo turístico. El ataque del autobús en Mandera se producía una semana después de una gran tensión en Mombasa. Las fuerzas de seguridad del Estado entraron en diversas mezquitas de esta ciudad costera con el pretexto de que estaban siendo utilizadas para almacenar armas. Estas redadas se saldaron con un total de 157 detenidos que provocaron represalias por jóvenes musulmanes.

Mandera, una zona remota en el noreste de Kenia que comparte una larga y porosa frontera con Somalia, ha sido una de las regiones más afectadas por la violencia. Además, el pasado junio, dos clérigos fueron acusados de pertenecer a Al-Shabab y fueron asesinados a tiros. Los residentes denunciaron que los clérigos no tenían vínculos con el grupo.

Kenia ha experimentado una serie de ataques de Al-Shabab desde que envió tropas a Somalia hace tres años para ayudar a luchar contra este grupo terrorista. El más importante que ha vivido el país tuvo lugar en septiembre de 2013, cuando atentaron contra el centro comercial Wesgate, donde perdieron la vida 67 personas.

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