El próximo 30 de octubre se conocerán los resultados oficiales de las primeras elecciones democráticas al Parlamento de Túnez. Sin embargo, el organismo encargado de realizar el escrutinio de los votos, la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE), y otras agencias ya han adelanto los resultados. Nidaa Tounes, el partido presidido por Caid Essebsi, y Ennahdha, el movimiento liderado por Rachid Ghannouchi, se reparten respectivamente el 38% y el 31% de los 217 escaños. En los alrededores aparecen nuevos actores –como la Unión Patriótica Libre (UPL)– y quedan relegados otros que hasta ahora habían ocupado importantes posiciones en el campo político –como Takatul, el Congreso por la República (CPR) o el Frente Popular–.

Algunas cifras para dar contexto

Uno de los datos que más se destaca estos días es que durante el pasado fin de semana se desplegaron en todo el país unos 100.000 efectivos de las fuerzas de seguridad. Las razones que se han dado desde algunos medios de comunicación para explicar tal despliegue han sido principalmente dos: velar por el correcto desarrollo de los comicios y, sobre todo, evitar cualquier amenaza terrorista. Respecto al primer elemento, según las últimas cifras del ISIE, más de 14.000 observadores se han repartido entre las 27 circunscripciones electorales para asegurar la transparencia del proceso. Respecto al segundo, además del elevado número de militares y de agentes de la Guardia Nacional, el viernes pasado el Gobierno tunecino cerró los puestos fronterizos entre Túnez y Libia.

Desde el domingo por la noche distintas delegaciones europeas y norteamericanas han remarcado el carácter ejemplar de estos comicios. Así, según la Misión de Observación del Consejo Europeo (MOE) el proceso electoral ha sido “totalmente creíble y conforme a los principios democráticos”, y ha remarcado “la buena coordinación con los observadores de la sociedad civil”. Sin embargo, algunas plataformas –como la Asociación Tunecina para la Integridad y la Democracia de las Elecciones (ATIDE)– han criticado la metodología de la MOE.

Otro dato que se está resaltando es la alta participación. De nuevo según el ISIE, en torno a un 60% de los inscritos voluntariamente ha acudido a las urnas. Pero si se atiende al número de personas en edad de votar –8,4 millones–, a las que se han inscrito en las listas para poder hacerlo –cerca de 5 millones– y a las que finalmente han votado –3.120.000–, surge una nueva cifra: una abstención real que se sitúa cerca del 60%. Esta tasa cabe interpretarla como una profunda desconfianza hacia la clase política y a las soluciones que ésta puede ofrecer a los problemas económicos y sociales que atraviesan el país. Es en este contexto donde se enmarca el boicot que ha dirigido la plataforma Rassemblement du Boycott des Élections 2014. Por su parte, para reflejar esa parte de la población que se ha abstenido, el periódico digital Nawaat ha realizado este corto.  

¿Islamismo o modernismo?

La Presse, uno de los periódicos impresos más vendidos en Túnez, reproducía en su edición del domingo algunos de los discursos bajo los que se está analizando el escenario político del país. En sus páginas se podía leer, por ejemplo, que “hoy […] es el epílogo de una larga transición democrática que ha evitado en más de una ocasión el caos e, incluso, la guerra civil”. Y, también, que “en este paisaje político hay dos proyectos de sociedad: uno propone el islamismo, la instauración del califato; el otro, modernista […]. La elección es simple: la barba y el velo o el modernismo”.

Estos discursos sirven al menos para dos cosas. Por un lado permiten que un partido político como Nidaa Tounes pueda retratarse como una fuerza “modernizadora” –y no como organización formada por viejos cuadros políticos salidos de los regímenes de Habib Burguiba y de Ben Ali–. Una fuerza modernizadora que ha presentado como cabeza de lista para las próximas elecciones presidenciales a Béji Caid Essebsi, de 87 años, quien confesaba no hace mucho tiempo –en el último documental de Nejib Belkadhi– que no tenía ningún interés en la actividad política. Recordemos rápidamente la trayectoria de Essebsi: con Burguiba fue ministro del Interior entre 1965 y 1969; un año después ocupó la cartera de Defensa; al año siguiente lo encontramos como embajador en Francia; entre 1981 y 1986 fue ministro de Asuntos Exteriores y, al principio de 1990, ya con Ben Ali, fue presidente de la Cámara de los Diputados. Pero, por otro lado, estos discursos también sirven para presentar algunas tendencias moderadas del islam político –especialmente a Ennahdha– como si fueran una expresión más del salafismo saudí –que precisamente es, según Vincent Geisser, una de las fuentes de financiación de Nidaa Tounes–. Y en el centro de estos discursos, que se empeñan en reducir la cosa política a una “simple elección” entre el caos de Ennahdna y el proyecto modernizador de Essebsi, nos encontramos con la islamofobia.

Redistribución del espacio político

Si comparamos el nuevo escenario –en el que se ha producido una redistribución del espacio político– con el de hace casi tres años, se constata que Takatul y CPR, los dos partidos que junto a Ennahdha conformaban el Gobierno conocido como 'troika', han perdido mucho electorado, y que en su lugar han emergido otras agrupaciones como Moubadara (La Iniciativa) o UPL. La primera de ellas está liderada por un antiguo político relacionado con el régimen de Habib Bourguiba; la segunda, la Unión Patriótica Libre, está encabeza por Slim Riahi, un empresario que ha hecho fortuna con el petróleo. Después de UPL, que se sitúa en número de escaños detrás de Nidé Tunis y de Ennahdha, encontramos al Frente Popular.

La aparición de esos nuevos partidos políticos y los malos resultados del Frente Popular confirman varias cosas. La primera es que la escasa representación conseguida por Takatul y por el CPR deja fuera de las instituciones a las tendencias socialdemócratas. La segunda tiene que ver con un replanteamiento de la estrategia y del discurso político que ha desarrollado el Frente Popular durante los últimos años; algunas encuestas otorgaban un 10% al movimiento que encabeza Hamma Hammami. Sin embargo, parece que no va a llegar al 6% y que, por el momento, tampoco se va a replantear su estrategia. En la tarde del día 28 el Frente Popular publicaba en su página oficial de Facebook la siguiente declaración: “El Frente Popular no participará en un gobierno de unidad nacional que incluya a Ennahdha”. O, como ha recogido algunas horas después Sadri Khiari, “el Frente Popular podría participar en un gobierno compuesto por Nidaa Tounes bajo la única condición de que éste no incluya a Ennahdha”.

Fuera del Parlamento quedan las tunecinas y los tunecinos que iniciaron el proceso revolucionario en 2011. También quedan fuera muchos compromisos que se establecieron durante ese proceso; entre ellos, el de la justicia transicional. Con la victoria de NidaaTounes en el Parlamento –donde van a ser muy importantes las alianzas– se confirma el aplazamiento de esos compromisos, ya que, como el propio Caid Essebsi aclaró, el proyecto político de su partido tiene entre sus principales objetivos “restaurar el Estado tunecino moderno”. Y ¿acaso ese 'Estado moderno' no fue una de las razones para que gran parte de la población de Túnez saliera a la calle en 2011?