Castigo de la disidencia y malestar social
Egipto, a la espera de una nueva revolución

Hablamos con Gabriel Huland, periodista y activista social, sobre la revolución egipcia y la situación en el país casi cuatro años después.

, Valencia
25/10/14 · 8:00

“Tiene Egipto una desigualdad económica brutal, una enorme pobreza, mucho trabajo infantil y mucha gente viviendo en la calle. Pese a todos estos problemas, hablamos de un pueblo fuerte y con ganas de luchar”. Así define Gabriel Huland, periodista y activista social, el país que ha visitado recientemente, donde ha tenido la oportunidad de entrevistarse con varios colectivos de los movimientos sociales que existen en la ciudad de El Cairo.

Huland hace un repaso por el contexto en que se produjo el estallido de la revolución egipcia hace casi cuatro años, y hace referencia a dos causas principales. En primer lugar la pobreza. “El salario mínimo es de 180 euros y sólo el 18% de la clase trabajadora lo alcanza, por lo que de mínimo no tiene nada. Los servicios públicos son muy malos, los hospitales, las escuelas cuentan con clases de hasta 100 estudiantes y los profesores cobran una miseria. La pobreza generalizada es consecuencia de las políticas neoliberales de décadas anteriores”. Con Sadat y Mubarak se privatizaron empresas nacionales que fueron a parar a manos de militares asociados a capitales extranjeros.

Otro de los motivos principales es el de la represión política. “La gente no se puede expresar libremente, no se permitían sindicatos, asociaciones ni partidos políticos. Todo esto está en la base de todas las revoluciones en el mundo árabe. Además, la gente joven ha sido fundamental, son los que más sufren la precarización y las condiciones laborales, la falta de trabajo. Para ellos, las redes sociales han sido muy importantes en todo este proceso”. Entre las paradojas que tiene el sistema neoliberal se da el hecho de que el acceso a internet resulta baratísimo, lo que ha facilitado mucho el uso de las nuevas tecnologías. “Los jóvenes fueron los primeros en salir a las calles, luego les siguieron obreros y sindicalistas, sin su empuje no habría habido revolución”.

Sobre el estallido de la revuelta... “La cosa se precipitó de manera espontánea, no hubo mucha organización previa. Existían algunos grupos, como Kifaya (basta), que ya desde la época de Mubarak promovían cambios en materia de derechos y en economía. Hubo también algunas organizaciones de derechos humanos, pero por lo demás la gente en general fue organizándose sobre la marcha, creciendo con las protestas”. Tras casi 20 días de manifestaciones y enfrentamientos con la policía y el Ejército, Hosni Mubarak fue derrocado después de 30 años de dictadura. Asumió el Gobierno una junta militar, la Corte Suprema de las Fuerzas Armadas. Durante el periíodo de transición, con nuevo Parlamento, nueva Constitución y la convocatoria de elecciones, se legaliza la participación política de los Hermanos Musulmanes, que se habían unido a la lucha contra Mubarak y entran en las negociaciones con el Ejército para establecer el nuevo panorama político. “A cambio de poder presentarse a las elecciones, el Ejército exige a los Hermanos Musulmanes que se retiren de las calles, por lo que sólo los más jóvenes continuaron las protestas”.

Tras la caída de Mubarak llegó el momento de los preparativos electorales consentidos por la nueva junta militar. “La Hermandad Musulmana no propone cambios profundos, son conservadores, no lucharon por la transformación social, su objetivo era conseguir la participación política y una vez alcanzado se prepararon para las elecciones. Algunos movimientos sociales no tuvieron tiempo de organizarse debidamente y acusaron a la junta militar de acelerar el proceso electoral para que no pudieran presentarse.”Morsi, por los Hermanos Musulmanes ganó con un 25% de los votos, el candidato del Ejército alcanzó un 24%, por lo que se produjo una polarización total, marcada por una abstención muy alta. “Mucha gente de los movimientos sociales votó a Morsi por tratarse de la única alternativa a los militares. Pero el Gobierno Morsi no se planteó atacar a la burguesía, ni al Ejército ni cuestionó al capital extranjero, de modo que las potencias internacionales respaldaron su elección, ya que respetaba los principales acuerdos del anterior Gobierno”. Tampoco aplicaron las leyes islámicas de manera drástica, ya que sabían que el Ejército les estaba permitiendo gobernar.

Sisi y la situación actual

Pero la gente quería cambios de verdad. Tras un año de gobierno de los Hermanos Musulmanes, vuelven las movilizaciones masivas. En junio de 2013 salen a la calle más de 18 millones de personas para derrocar a Morsi en lo que se han catalogado como las manifestaciones más multitudinarias de la historia. El Ejército decide tomar cartas en el asunto y mediante un golpe de Estado detiene a Morsi y lo encierra en prisión. Se convocan nuevas elecciones y es el mariscal Sisi, autor del golpe de Estado, quien sale elegido presidente con menos del 50% de los votos. “Hubo mucha represión contra posibles alternativas políticas y mucha gente no fue a votar. El discurso de Sisi es que el Ejército está llevando a cabo la revolución que pide el pueblo pero la gente protestaba tanto contra Morsi como contra el despotismo militar. Sisi trata de asemejarse a Nasser con sus proclamas nacionalistas, pero en el plano económico mantiene las políticas neoliberales. Su gobierno depende en gran medida de los capitales del Golfo, la deuda externa del país es impagable y el FMI sigue exigiendo más ajustes estructurales”. Además, la anunciada subida del precio de los combustibles hasta un 80% ha bajado el poder adquisitivo de la población.

En el ámbito internacional se ve igualmente un gobierno sujeto a los intereses de las potencias occidentales. “Su postura en el tema de Gaza ha sido vergonzosa, cerrando el paso de Rafah excusándose en la posible llegada de terroristas de Hamás y prohibiendo manifestaciones en favor de Palestina en Egipto”. Por otro lado se ha mostrado a favor de la coalición que está bombardeando Siria e Iraq, enfrentándose al Gobierno turco por este motivo. Estas posiciones en contra de supuestos fanatismos se ven reflejadas a nivel interno con la persecución que sufren ahora los Hermanos Musulmanes. “En sus discursos, Morsi trata de meter miedo a la población hablando de los peligros del fundamentalismo religioso, así trata de aprovecharse del amplio rechazo que tuvo el gobierno de Morsi y generaliza afirmando que toda oposición al régimen es islamista”.

En este sentido, se aprobó una ley antiterrorista que en principio está dirigida a los Hermanos Musulmanes, pero que en realidad es aplicada contra todo tipo de disidencia, como ha ocurrido con el Movimiento 6 de Abril, declarado terrorista. “También salió a la luz la ley antiprotestas que prohíbe las concentraciones de más de diez personas, a no ser que se hayan concedido los siete permisos necesarios para convocar una manifestación”. Si con Mubarak se vivó durante 30 años bajo la ley de emergencia que permitía al Ejército detener a la gente a su antojo, ahora hay nuevas leyes similares. “El Ejército está siempre en la calle con la excusa de combatir el terrorismo y el fanatismo, éste es un discurso que la gente no se cree. También los medios de comunicación están controlados, incluso algunos medios como la qatarí Al-Jazeera, que sin ser un medio alternativo sí dice cosas que nunca dirán los medios occidentales, tiene problemas en Egipto, y uno de sus periodistas está detenido”.

La situación es algo contradictoria, “hay mucha represión, pero la gente está muy politizada, hay un avance en la conciencia de la gente muy fuerte y arraigado”. Han surgido muchos movimientos civiles como el 6 de Abril, los sindicatos de periodistas y profesores incluso organizaciones de refugiados sirios. Hay sectores en fábricas que están haciendo huelgas, también los transportistas. “Aunque también hay miedo, los trabajadores en huelga son amenazados, los nuevos sindicatos independientes tienen mucha presión encima y son reprimidos, los problemas de la gente no se han solucionado y tienden a empeorar”.

Sin embargo no hay que olvidar que la sociedad egipcia ha logrado cosas importantes: “Ha derrocado a Mubarak después de 30 años de dictadura y también a Morsi en unas movilizaciones multitudinarias”. La gente dice que es tiempo de esperar. Ahora no se puede hacer nada porque la represión es muy grande, con una legislación en contra muy fuerte, pero todos piensan que habrá un nuevo levantamiento del pueblo. “La cosa no está ni mucho menos cerrada. Habrá un estallido y volveremos a las calles, estamos a la espera”.

Un último mensaje de este periodista brasileño en Egipto: “Estamos todos conectados, lo que pase allí repercutirá aquí y viceversa. Sólo conectados podremos cambiar las cosas”.

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