Hong Kong | Continúan las acampadas a pesar de los ataques
El ‘movimiento de los paraguas’ y la violencia

Varias formas de violencia se ciernen sobre el movimiento de protesta, que reivindica más autonomía y democracia.

, profesor en el Departamento de Políticas Públicas de la City University of Hong Kong.
28/10/14 · 7:00
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Muro de post-it con reivindicaciones en Hong Kong. / Miguel. A. Martínez

Hablemos de la violencia. Violencia política, para más señas. El episodio histórico más notable en la historia de Hong Kong se remonta a 1967. Entre mayo y diciembre hubo huelgas, enfrentamientos armados, bombas caseras, incursión de una milicia china, 45 personas muertas y varios cientos de detenciones. Hong Kong era una colonia inglesa desde 1841-2 y gobernada con puño de hierro. Sin embargo, su incipiente industrialización atrajo a una mano de obra de aluvión procedente de China, parte de la cual rechazaba también el modelo de comunismo triunfante tras 1949. La revuelta de 1967 estaba inspirada por la Revolución Cultural y fue explícitamente respaldada por las autoridades chinas. En aquel contexto pudo interpretarse como anticapitalista y anticolonial.

El siguiente trauma se vivió a distancia: Tiananmen, 1989. Las protestas estudiantiles ocupando la principal plaza de Pekín se prolongaron unas siete semanas. En esta ocasión, las autoridades chinas decidieron disolverla con artillería pesada. No hay cifras oficiales del número de jóvenes fallecidos y detenidos, pero se estiman varios miles. Hong Kong y Taiwán fueron los destinos preferente de quienes pudieron huir de la oleada represiva. Más en concreto, desde entonces, cada 4 de junio se celebra en Hong Kong una masiva vigilia de conmemoración. A día de hoy, en China sigue vigente la prohibición de mencionar los sucesos de Tiananmen. El "movimiento del 4 de junio" apenas pretendía abrir unas ventanas de democracia y derechos humanos en paralelo al socialismo de Estado abrazado a las reformas capitalistas (privatizaciones y apertura a capital extranjero) iniciadas en 1978 por el "partido único" (el Partido Comunista Chino, PCCh).

El acuerdo entre la República Popular China (RPC) y el Reino Unido para transferir la soberanía de Hong Kong se había firmado en 1984. Incluía la confirmación de que el Ejército chino tendría plaza en Hong Kong. El gobierno colonial ya estaba procediendo a depurar la endémica corrupción de sus fuerzas policiales. Con oscuras maniobras se negoció una cierta paz social con las mafias locales ("tríadas"). Todo quedó listo para el nuevo régimen iniciado el 1 de julio de 1997 bajo el modelo "un país, dos sistemas" y una miniconstitución (Basic Law) vigente por 50 años. Hong Kong se convertía así en una "Región Administrativa Especial de la RPC". Más capitalismo y una democracia limitada donde los "sectores económicos" ostentan representación propia en la mitad del Parlamento. Sin embargo, hasta ahora, con más libertad de prensa e independencia judicial que en el resto de China. A eso se añaden dos rasgos anómalos: índices de criminalidad de los más bajos del mundo e índices de desigualdad económica de los más altos.

Septiembre de 2014. La globalización mediática permite visualizar las ocupaciones de espacios públicos protagonizadas por el "movimiento de los paraguas". La primera demanda es conseguir el sufragio universal "con nominación cívica" de los candidatos que concurran a la presidencia y no por los tres con la venia previa de Pekín y de un comité de nominación formado por 1.200 miembros. Se supone que así se albergaría la posibilidad de no tener un gobierno títere a las órdenes de Pekín. Por ello están dispuestos a dejarse la piel en la calle. Es ahora o nunca. La crisis política más profunda desde 1997. En mi opinión, el movimiento prodemocracia pretende más autonomía para Hong Kong y blindar el "sistema" local frente a la apisonadora del régimen de China. El recuerdo de Tiananmen, las movilizaciones de 2003 opuestas al desarrollo de una legislación de "seguridad nacional" y las de 2012 frente a la reforma educativa para incluir una asignatura "patriótica" de "lavado de cerebros" evidencian unos sólidos precedentes. Espontaneidad, pues, hasta cierto punto.

Como en el último movimiento, han vuelto a ser los estudiantes quienes han tomado la iniciativa. Son, de hecho, los más afectados por lo que pueda ocurrir después de 2047. Son también los que más incertidumbres económicas enfrentan en un mercado de trabajo precarizado y con una especulación financiera e inmobiliaria también sin parangón en el resto del mundo. Y de China les irrita no sólo su control social ("allí donde Facebook y Twitter no funcionan") y su rampante e impune corrupción, sino también su continua colonización de Hong Kong tanto en el plano político y mediático como en el económico, con las élites empresariales siempre al lado del "partido único". Occupy Central with Love and Peace (OCLP), lanzado por un grupo de académicos y por distintas organizaciones, también estudiantiles, llevaban más de un año preparándose para ocupar las calles varios días de forma pacífica y asumiendo las consecuencias penales. Después de una semana de la huelga de estudiantes, que comenzó el 22 de septiembre, se sumaron a la desobediencia civil.

Violencia política

Han pasado tres semanas de ocupación de tres zonas de la ciudad. En todas se han obstaculizado arterias principales del tráfico motorizado. En los últimos días la policía ha desmontado varias barricadas, devolviendo algunos carriles a la circulación de vehículos y ha vuelto a cargar contra los manifestantes con porras y lanzando gas pimienta a los ojos. Se repiten las escenas de la primera noche que fueron los detonantes de la indignación en una sociedad poco acostumbrada a este tipo de violencia política. Varias decenas de jóvenes han sido arrestados. Numerosos periodistas han sido objeto de las iras policiales. Algunas zonas se han vuelto a ocupar, incluso mediante convocatorias electrónicas de grupos que no se sienten representados por las organizaciones estudiantiles ni por OCLP. Muchas barricadas se han reforzado con más materiales que nunca. Los enfrentamientos cuerpo a cuerpo (con todas las mediaciones de objetos exhibidos por las distintas partes en disputa) y los insultos mutuos se han multiplicado, por lo que la tensión ha ido subiendo escalones. Las torpezas del Gobierno en cada declaración oficial no han contribuido a enfriarla, ni mucho menos.

El pasado miércoles 15 de octubre una cadena local de televisión hizo pública una grabación en la que siete policías le daban patadas a un joven tendido en el suelo tras llevarle arrestado en volandas. El chico torturado es miembro de un partido del campo "pandemocrático" y dijo que las palizas continuaron en la furgoneta y en comisaría. Aunque las autoridades han anunciado que investigarán el caso y que ya han suspendido de servicio a los policías, se ha abierto una nueva brecha en la confianza social hacia instituciones que hasta hace poco se respetaban ampliamente. El desprestigio policial durante esta crisis ya se puso de manifiesto la semana anterior cuando cientos de militantes anti-Occupy atacaron verbal y físicamente a los jóvenes ocupantes y destruían todo a su paso. Llevaron camiones y grúas para tal propósito, y decenas de taxis, convocados por una entidad gremial, les apoyaban en la retaguardia. Otros grupos, casi al completo de mujeres, bloquearon varios días la distribución del periódico Apple Daily por su apoyo a los estudiantes en rebelión. A la policía se la acusó de connivencia con todos ellos, pues les dejaron hacer y apenas practicaron detenciones. Estos brotes de "contramovimiento" han continuado repitiéndose en los últimos días y se apunta directamente a los agentes secretos del PCCh junto a las mafias locales como instigadores de los mismos. Guerra sucia y política en la sombra que afloran como síntomas de lo que más se aborrece de China.

Después de la primera noche de cargas policiales parecía que el gobierno había dado instrucciones de tolerar los varios kilómetros de calles ocupadas y bloqueadas. Con el fin de restaurar su dañada imagen global decidió jugar la carta de amenazar con desalojos inmediatos pero sin apenas enviar dotaciones policiales. En esos días y noches acudían miles de personas de todas las edades, proliferaban los mensajes sociales y políticos en las paredes, había charlas y discursos seguidos con atención y paciencia, y se respiraba un insólito ambiente festivo de entusiasmo, creatividad y una eficiente autoorganización. La estrategia pacifista ganaba adeptos y una positiva cobertura mediática. Aunque algunos comercios próximos o los taxistas declararon sentirse damnificados, en general la vida continuaba normalmente en el resto de la ciudad.

La irrupción de los anti-Occupy, pues, allanó el terreno para intervenciones policiales más contundentes. Dos tipos de violencia que han ido de la mano y a la par de las recurrentes líneas editoriales del People's Daily, el órgano de expresión del PCCh. Éste no ha dejado de acusar a los manifestantes de subversivos, desobedientes, infiltrados por intereses extranjeros y destructores de la prosperidad económica. Sus plumas a sueldo se olvidaron mencionar que las autoridades chinas han cancelado las visitas turísticas organizadas a Hong Kong, han censurado la circulación de noticias sobre las protestas y han arrestado a varias decenas de ciudadanos por divulgarlas. O que organizaciones de Estados Unidos, como el National Democratic Institute, ha financiado a la Hong Kong Federation of Women que preside honoríficamente la esposa del actual jefe ejecutivo de Hong Kong, C.Y. Leung, y que se ha opuesto expresamente a OCLP con un reciente anuncio en la prensa. Los ciberataques a medios periodísticos críticos de Hong Kong no han dejado de sucederse e intensificarse en estas últimas semanas.

Debido a todas estas formas de violencia, es muy probable que mantener la lucha desarmada y a la intemperie tenga los días contados. Pero no cabe duda de que la vida política ha dado un gran salto adelante en cuanto a extender el debate público y rescatarlo del secuestro al que lo somete la política profesional y un régimen de democracia muy limitada y amenazada.

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