Las organizaciones kurdas denuncian con protestas el papel cómplice de Turquía en el avance islamista y la pasividad internacional.
Londres, Düsselford, Frankfurt, Bruselas, París, Marsella, Los Ángeles, Teherán, Estambul, Diyarbakir, Beirut, Kabul, Melbourne o Barcelona son algunas de las ciudades que por todo el mundo han sido escenario en los últimos días de manifestaciones y protestas en solidaridad con la resistencia kurda en Kobane, en el Kurdistán de Siria, intensamente asediada desde hace unas semanas por el Estado Islámico (Daech, en árabe).
Las protestas han sido organizadas y secundadas mayoritariamente por la diáspora kurda en el extranjero (especialmente importante en países como Alemania o Francia), a excepción de Barcelona (donde la comunidad kurda es más que reducida). Las organizaciones kurdas y prokurdas denuncian con estas protestas, por un lado, el papel cómplice de Turquía en el avance islamista y la pasividad internacional y, por el otro lado, exigen ayuda internacional urgente, y en concreto envío de armamento para los combatientes que siguen resistiendo en Kobane al asedio islamista, como el que se hizo para los kurdos del Iraq este verano (estos últimos, a diferencia de los de Kobane, exportadores de petróleo y aliados de los países occidentales).
Si bien desde hace dos años Rojava (como llaman los kurdos al Kurdistán de Siria) denuncia los ataques islamistas y pide ayuda internacional, es en estos momentos cuando el SOS kurdo es más dramático y desesperado. Las tropas del Estado Islámico, mucho mejor armadas y más numerosas, lograron entrar en la ciudad kurda hace una semana, y feroces combates se están librando calle a calle.
A pesar de las numerosas protestas, movilizaciones en las redes sociales y mediatización del cerco a Kobane (con las imágenes que han dado la vuelta al mundo de las mujeres kurdas combatiendo frente al terror del Estado Islámico o las de los miles de refugiados en la frontera turca), la comunidad internacional, en términos de potencias e instancias internacionales, parece estar dejando a su suerte, una vez más, a los kurdos. “Kobane abandonada”, titulaba en primera página el diario francés Libération este domingo. En efecto, EE UU no considera Kobane un "objetivo estratégico", y mientras, Turquía impide el acceso de armas y voluntarios a través de la frontera sirio-turca, donde se han registrado los últimos días numerosos enfrentamientos entre los voluntarios kurdos y el Ejército turco. Para el presidente de Turquía, el islamista-conservador Recep Tayyip Erdogan, el “Estado Islámico es lo mismo que el PKK” (el Partido de los Trabajadores del Kurdistán).
De poco parece que han servido, de momento, las declaraciones del enviado especial de Naciones Unidas en Siria, Staffan de Mistura, quien ha solicitado una acción urgente y un corredor humanitario hacia Turquía, como piden los kurdos, para evitar otra Srebrenica, otra masacre de miles de civiles bajo la pasividad de la comunidad internacional. Según Mistura, entre 500 y 700 personas, ancianos en su mayoría, seguirían atrapadas en Kobane, además de los combatientes kurdos (entre los que se encuentran numerosas mujeres, menores y ancianos), mientras que más de diez mil refugiados seguirían aún en la zona fronteriza entre Turquía y Siria, sin poder refugiarse en Turquía, donde entraron finalmente estas últimas semanas unas 180.000 personas huyendo del avance islamista en el Kurdistán sirio.
La coalición árabe-occidental anti-Estado Islámico, liderada por Estados Unidos, secundada por países hasta ahora acusados de financiar a los islamistas (como Qatar o Arabia Saudita) y que participó activamente en frenar el avance islamista en Iraq este mes de agosto y septiembre, se ha limitado a lanzar los últimos días algunos bombardeos en la periferia de Kobane, que, según denuncian los mismos combatientes kurdos, han tenido escasas repercusiones en términos militares y han llegado tarde. Y es que la defensa de la ciudad ha entrado desde la semana pasada en una fase de combate urbano en la que los kurdos siguen resistiendo solos y mal armados.
A pesar del avance islamista en Kobane, este pasado viernes, los combatientes kurdos (organizados en milicias populares de autodefensa, las YPG) han logrado frenar un gran ataque yihadista que quería hacerse con el centro de la ciudad. Según portavoces de las mismas YPG, los islamistas controlarían ya el 40% de la ciudad, por lo que, y dado la desigualdad del combate, si no hay una ayuda internacional urgente, la caída de Kobane puede ser cuestión de días, o incluso de horas. Mientras, 21 jefes militares de la coalición internacional anti-Daech se reunirán este martes 14 de octubre en Washington para tratar sobre su ofensiva en Iraq y Siria.
40 muertos en el Kurdistán de Turquía
La indignación y desesperación de la comunidad kurda en Turquía estalló la última semana, en especial en la región kurda, con un saldo de unos 40 manifestantes muertos (entre los que se encuentra menores) por disparos de la policía, pero también por ataques de arma blanca de grupos islamistas radicales que los kurdos vinculan a organismos del Estado turco, incluido el llamado Hezbollah turco, grupos que actuaban en la década de los noventa y que fueron responsables de numerosos asesinatos y desapariciones de activistas kurdos en Turquía. Unos incidentes y unas muertes que no han merecido la condena internacional (como, por ejemplo, mereció la represión en las protestas turcas en Taksim, Estambul, en mayo de 2013) y que han recordado la Turquía y el Kurdistán de la década de los noventa (los años más duros del conflicto que enfrenta la guerrilla kurda del PKK con el Estado turco desde 1984). De hecho, el líder en prisión del PKK, Abdulah Ocalan, ha amenazado a Turquía con poner punto y final al proceso de paz iniciado en 2013 con el Estado turco.
El detonante de las manifestaciones prokurdas en Turquía no ha sido sólo la colaboración de Ankara con los islamistas en Siria, que los kurdos denuncian desde hace meses, sino el bloqueo de Ankara en la frontera luego del asedio a Kobane: al mantenerla cerrada, impidiendo primero la entrada de los millares de refugiados kurdos y luego el paso de centenares de voluntarios kurdos dispuestos a ir a combatir en Kobane y ayudar a los kurdos del otro lado (el cierre de la frontera sirio-turca dividió a familias kurdas hace décadas). Turquía propone, por su parte, la intervención terrestre en Rojava, opción que es vista por Damasco y por la misma guerrilla del PKK como una declaración de guerra. Los kurdos ven en esta intención una maniobra de Turquía para hacerse con el control de la región kurda. Mientras, en las redes sociales, la movilización pro-Kobane continúa frenéticamente para impedir lo que parece que puede llegar si la ayuda internacional no llega: otra masacre contra el pueblo kurdo. La cuenta atrás está echada.
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