Nuevo golpe de la “democracia militar” de Tailandia

El Ejército dio el 22 de mayo su 12º golpe de Estado exitoso en ocho décadas en el país asiático.

, Bangkok (Tailandia)
07/06/14 · 8:00
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Un partidario muestra una foto del monarca Bhumibol Adulyadej. / César Gorriz

Todo empezó con una trampa. El lugar: una sala de reuniones, a las afueras de Bangkok, donde se tenía que buscar supuestamente una solución a la crisis política que ha hecho tambalear –primero– y caer –después– a todos los gobiernos que ha tenido Tailandia desde 2006.

El Ejército, tras declarar la ley marcial el 20 de mayo, había llamado para negociar a los miembros del Ejecutivo, de los dos principales partidos de Tailandia y de los dos movimientos políticos más importantes, los camisas rojas y los camisas amarillas. Tras una hora de conversaciones y con las principales fuerzas políticas del país bien controladas, el general Prayuth Chan-ocha, jefe de las Fuerzas Armadas, dijo de forma sosegada: “Voy a tener que tomar el poder”. Era un jueves 22 de mayo.

Sin derramar una gota de sangre –y muy pocas de sudor– el Ejército dio su 12º golpe de Estado exitoso en la historia de la democracia tailandesa, a los que se suman otros siete intentos fallidos. De nuevo, la justificación ha sido el peligro de un conflicto abierto en las calles del país, en una “democracia militarizada” que interviene a su antojo con el pretexto de salvaguardar la nación y a su rey, de 87 años, una figura adorada en el país y cuya sucesión es, según varios analistas, el centro de la actual crisis.

El movimiento de los militares no fue, sin embargo, una sorpresa. El golpe de gracia se había estado mascando durante seis meses. Las calles de Bangkok se habían llenado de manifestantes antigubernamentales que pedían la cabeza de la entonces primera ministra Yin­gluck Shina­watra, a la que acusaban de corrupción y nepotismo. El escenario se parecía mucho al de ocho años atrás, en 2006, cuando estaba en el poder otro Shinawatra, Thaksin, hermano de Yingluck.

Tras varios meses de protestas de los recién aparecidos camisas amarillas –el color que representa al rey del país–, el Ejército depuso a Thaksin e instauró, al igual que ha ocurrido ahora, una Junta Militar que se mantuvo en el poder algo más de un año y que reformó la Constitución. Los seguidores de Thaksin Shinawatra se organizaron también en otro frente, el de los camisas rojas, que, tras otros dos gobiernos depuestos por decisiones judiciales, ocuparon las calles de Bangkok entre marzo y mayo de 2010. Las protestas ocuparon las portadas internacionales cuando el Ejército desalojó a los manifestantes, con un balance de 92 muertos, la mayoría de ellos camisas rojas.

¿Ricos contra pobres?

El conflicto en Tailandia ha sido descrito durante años como una lucha entre ricos y pobres. El marco acompaña: Tailandia es uno de los países del mundo con mayor nivel de de­sigualdad entre capas sociales. “Esa representación es correcta en parte si miramos la composición de los manifestantes de cada grupo. En general, los amarillos tienen más educación y mayores ingresos que los rojos. Pero hay también una división regional entre el noreste, norte y sur profundo, por un lado, y Bang­kok y el sur más próximo a la capital, por el otro”, explica el académico David Streckfuss, especializado en el país asiático.

Los grupos han variado su composición en los últimos años y en ambos se pueden encontrar campesinos, clases medias e incluso ricos. Streckfuss apunta a que una de las principales diferencias es la percepción de los procesos electorales, que los camisas amarillas han rechazado durante los últimos meses –porque los Shinawatra compran votos, aseguran– mientras que los camisas rojas apoyan los nuevos comicios para desatascar la crisis política.

“Si en un país, la mayoría quiere algo que es malo para el pueblo, eso no es justo. No es una verdadera democracia”, explica Tee, un manifestante amarillo procedente del sur que ha pasado semanas en Bangkok con el objetivo de derrocar el gobierno de los camisas rojas recién depuesto. El autor y activista Giles Ji Ungpa­korn, exiliado en Reino Unido tras escribir su libro 'Un golpe para los ricos', en referencia al golpe de Estado de 2006, remarca el cambio que supuso la llegada de Thaksin Shinawa­tra al poder en 2001: “Thaksin dio la oportunidad de escoger una alternativa. Los camisas rojas surgieron de la indignación contra el golpe de Estado de 2006 y de las desigualdades estructurales”, analiza.

Tras meses de marchas y manifestaciones, apenas queda rastro de protestas en Bangkok. Durante los primeros días, algunos cientos, en ocasiones unos pocos miles, de personas críticas con el golpe de Estado se han concentrado en la capital, frente a una fuerte oposición de los soldados. “Sólo queremos que nos dejen votar y que lo respeten”, dice Chainan, un ingeniero nacido en Bangkok. Otros han mostrado su apoyo al golpe con pancartas de aliento hacia los militares. La mayoría, sin embargo, ha hecho vida normal, salvo por el toque de queda que se ha impuesto por las noches. “Aquí ha sido como cualquier otro día, salvo porque había mucho más tráfico”, dice Theera, la propietaria de un café cercano a la arteria principal de Bangkok, la avenida de Sukhumvit.

Aún no está claro qué va a ocurrir en Tailandia. Los militares sólo han dado respuestas vagas sobre cuándo se reinstaurará el poder civil, aunque han prometido que habrá elecciones. La principal incógnita ahora es saber si, antes, cambiarán la ley electoral, como han pedido los amarillos, y si la nueva legislación cumplirá unos estándares mínimos para que los comicios sean considerados justos y libres.

Prayuth, el Tigre Oriental

Desde finales del año pasado, el General Prayuth había prometido en incontables ocasiones que no iba a intervenir en el conflicto político que estaba poniendo entre las cuerdas el gobierno de Yingluck Shinawatra. “Un golpe de Estado no ofrecerá ninguna solución”, había dicho en diciembre. El pasado 22 de mayo cambió de opinión y decidió poner fin a protestas y gobierno de forma simultánea. “El Ejército pretende traer la paz a nuestro querido país lo antes posible”, había dicho el general en un mensaje televisado. Prayuth forma parte de los los llamados Tigres Orientales, un ala dura del Ejército tailandés, y ya había participado en el golpe de 2006 y en la represión de los camisas rojas de 2010. Con su llegada a la Jefatura de las Fuerzas Armadas, había mostrado un perfil moderado que se ha desvanecido de un plumazo con su golpe de fuerza.

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