Aquellos que albergábamos dudas de la propuesta de Podemos nos hemos quedado boquiabiertos. No es para menos, el éxito es mayúsculo. En estas elecciones europeas, parte de la desafección que se presentó en las calles con evidentes síntomas de hartazgo el 15 de mayo de 2011, se sintió seducida por la propuesta política que encabeza Pablo Iglesias: 1.240.567 votos es una auténtica pasada. Motivos sobrados para la euforia de los protagonistas de una apuesta con solo cuatro meses de vida; sean dirigentes más o menos visibles, Círculos de nueva formación o votantes reivindicativos. Buena señal que su primera reacción pública tras los resultados no sean saltos de alegría por pillar cacho, sino el grito del “sí se puede” con voluntad de representar una realidad a pie de calle dramática. Podemos ha sabido subirse a la ola de rabia por el momento que vivimos.

Izquierda Unida se habrá quedado de piedra, aunque lo disimulen con valoraciones de autosatisfacción por el aumento de su número de votantes. Podemos ha soplado en la nuca de la formación que lidera Cayo Lara, que tendrá que hacer propósito de enmienda si no quiere verse rebasada en proyección mediática, ingenio político y, con el tiempo, votos en las urnas. Por lo pronto, en Madrid, Podemos les supera en número de votos. Javier Couso, la apuesta menos apparatchik de la lista de Izquierda Unida, se queda fuera por culpa de la falta de renovación de personas que transmite la coalición. Ahora tocará, como mínimo, cambiar el tono respecto a sus entornos y hacer evaluación autocrítica. Veremos si eso es posible.

También tendrá que revisar las cuentas, desde fuera de la cancha, el Partido X: un exceso de soberbia y de apelación a la neutralidad ideológica los ha fulminado. Equo ha hilado mucho más fino en las formas y los detalles. Cuestión independiente son los resultados de las elecciones en el País Vasco y Cataluña, la subida significativa de UPyD o las mayorías, activas o pasivas, de abstencionistas. Con todos estos elementos, el gran derrotado en estas elecciones es el bipartidismo, que se lleva un golpe en las costillas y cierto desequilibrio institucional. Aunque siguen encabezando las apuestas electorales, la sensación que transmiten es de agotamiento: se acabaron los grandes mítines, las sonrisas de entusiasmo en la Plaza de Toros y las sintonías a todo trapo con profusión de banderas. La Marca España está tocada en cualquiera de sus dos versiones.

Decía Pablo Iglesias en una entrevista publicada hace unos días en El País que “este euro no sirve”. No planteaba cuál es el que sí serviría, ni el que se va a pedir que sirva en el Parlamento Europeo. Podemos no se sabe muy bien qué pretende, pero sí qué denuncia. Ahí está parte de su éxito. Pero lo cierto, es que también genera algunas dudas en su trastienda, y saber gestionar su diversidad interna será importante a la hora de no inmolarse por un exceso de champán adulatorio de sus liderazgos. Sea como fuere, en un Parlamento Europeo plagado de fachas y políticas de austeridad, tendrán la oportunidad de lucirse en público, también de construir alianzas.

Para los movimientos sociales esta victoria abre algunos debates, en un momento en que las protestas pierden fuerza y vuelven algunos de los síntomas anteriores al 15M, con vanguardias políticas e intelectuales autorreferenciales que tendrán que dar con la fórmula para cambiar el curso de los acontecimientos, más allá, obviamente, del electoralismo. Lo cierto es que para aquellos que apuestan por un cambio de la situación política que habitamos, estos resultados son una buena noticia. Ahora habrá que ver las evoluciones, los tonos, las formas, las voluntades y el rumbo que toma Podemos. También más allá de, a pesar de, o liderados por, el televisivo Pablo Iglesias.