El periodista Guillem Martínez habla sobre el régimen del 78 y sus quiebras a partir de 2011.
La esencia de las izquierdas la condensa el pensador situacionista Frank Capra en su manifiesto Qué bello es vivir. Recuerden: el señor Potter alerta a James Stewart sobre su facilidad para dar créditos, momento en el que le da un siroco, se levanta y dice: “Joe necesita una casa con una habitación para su hijo. Y la necesita ahora, no cuando su hijo sea mayor”.
La esencia de las izquierdas no es, por tanto, el hijo de Joe / el futuro. Es Joe / el presente. Es, en fin, una unidad de medida que se llama vida, en la que se deben de apreciar cambios –verbigracia: un hijo y una habitación–. Parece una chorrada, pero cuando desaparece el presente y la unidad de medida pasa a ser el Plan Quinquenal, la Otra Vida o la Eternidad, nos salimos del trade-mark izquierdas, y nos metemos donde metieron a boinazos a nuestros papás y abuelitos.
Sólo se vive una vez. Y la vida no es mucho. Es un continuo de unos 80 años, cuyos tramos iniciales y terminales se van en no mearse encima. Es, en fin, muy poco tiempo. Nada. Un parpadeo. En ese espacio se ha de realizar la plenitud y, a la vez, adquirir papel higiénico. Como cualquier otro mamífero, ocupamos una parte llamativa de la vida en dormir y –mucho más que el grueso de los mamíferos–, en buscar alimentos. Para liarlo aún más, nuestra especie ocupa una parte inaudita de su tiempo en echar sardinas a los gatos, mirar el techo u observar culos. No hay tiempo de casi nada. Ignoro, por tanto, cómo se han podido inventar maravillas como la rueda, las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, o los push-up. Supongo que gracias a la prisa.
En 2011 se produjo una ruptura cultural inaudita, por su carácter súbito y colectivo. Y se fabricó algo de lo que no somos aún conscientes, la agenda política del siglo XXI La prisa consiste en necesitar una habitación para el hijo. Necesitar las cosas ahora y ya. La belleza de 2011 consiste, precisamente, en eso. En edificar una habitación para el hijo, no un templo del futuro, no un plano de un palacio del mañana. El año 2011 fue una renovación de nuestra alianza con la prisa. Nuestras vidas eran tan parecidas que habíamos olvidado que sólo se vive una vez. Vimos la prisa frente a frente. Algo tan categórico y conmovedor como cuando dejas de mirar el fuego y, de pronto, lo ves. En 2011 se produjo una ruptura cultural inaudita, por su carácter súbito y colectivo. Y se fabricó algo de lo que no somos aún conscientes, la agenda política del siglo XXI. No era grandilocuente. Era sencilla como un botijo. Consistía en la ampliación de la democracia hacia terrenos inauditos. Es decir, cotidianos. Para hoy. Para ahora.
Una ruptura cultural es algo inaudito. Consiste en cambiar la mirada y, a través de ella, el campo visual y el lenguaje de lo descrito. Consiste en disponer de más y mejores palabras que los malos. Y, consiste, a tres años vista, en no haber colado ni un gol. Pero es que ni uno.
En Catalunya, el único topos del Sur en el que un Gobierno ha hecho suya una demanda ciudadana planteada en la calle, la demanda ha queda reducida a la petición al Gobierno Central de referéndum no vinculante, cuyo resultado será objeto de negociaciones para, por ejemplo, acceder a un estatus no votado. Es decir: dos partidos negociando sus cosas, algo que ya teníamos. Esta simpática pirueta ha salvado la vida, al parecer, a partidos carentes de la mirada de la que les hablaba –la mirada de la prisa; la mirada de cuando uno mira al vacío y planea una habitación para el hijo–.
Por lo que sea, la ruptura se ha aplazado. Si no pasa nada, hasta 2016. Una eternidad, para un régimen carente de mirada. Y una eternidad, para una sociedad que ya vuelve a saber que sólo vivimos una vez. En el resto del Estado, la sensación es parecida. Las proyecciones para las próximas elecciones auguran cierta renovación, a la baja, del bipartidismo, y una posible ausencia de electores que voten opciones de la nueva mirada.
Parece ser que esto va para largo. Y quizás ésa es la buena noticia. Será largo, pero ya no eterno. Lo difícil, aunque no nos lo creamos, ya se ha hecho
Parece ser que esto va para largo. Y quizás ésa es la buena noticia. Será largo, pero ya no eterno. Lo difícil, aunque no nos lo creamos, ya se ha hecho. Se hizo en 2011, cuando, zas, se creó la mirada de la prisa. Una mirada que ha descubierto que el Régimen carece de soberanía, que la instancia es la UE, y que a la UE, una institución no democrática, no hay manera de hincarle el diente. Será largo porque nadie sabe lo que hacer. Yo no lo sé y no veo a nadie que lo sepa. Y eso lo hace todo más largo. Pero cuando ni siquiera sabíamos que no sabíamos eso, todo era eterno. Será largo porque nacerán nuevos partidos que harán los mismos errores que los partidos ad hoc. Será largo porque habrá momentos en los que nosotros, los de la prisa, no nos creeremos sexis. Y, en efecto, no lo seremos. Será largo porque necesitamos una casa con una habitación, para nuestro hijo, y nuestro hijo crece, y la necesitamos ahora. Pero será. En la vida, que es corta, se puede aplazar todo. Pero cuesta aplazar una mirada.
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