Las empresas de autobuses ponen trabas a los viajes compartidos
Compartir coche o vagón para derrotar a Hitler

La organización distribuida de viajes se asienta pese a los últimos ataques de la industria.

22/04/14 · 8:00
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“Cuando viajas solo, viajas con Hitler”. Esta inquietante afirmación fue uno de los lemas que utilizó el Gobierno estadounidense durante la segunda guerra mundial para impulsar los car clubs. El póster propagandístico se hizo muy popular: junto al texto se veía a un hombre trajeado y con sombrero que conducía un enorme descapotable aparentemente vacío. Sin embargo, en el asiento del copiloto se apreciaba la silueta traslúcida del Führer. En plena guerra, el Gobier­no y la industria del automóvil y del petróleo se aliaron para reducir drásticamente el consumo privado de carburante y derivar todo el combustible posible a la maquinaria bélica. La sombra fantasmal de Hitler tuvo bastante éxito y los car sharing clubs lograron cierta implantación. Curiosa­mente un par de décadas antes, cuando Hitler sólo era un treintañero encarcelado por su fallido Punch, en Alemania ya habían empezado a instalarse una especie de quioscos, las Mit­fahrzentrale, habitualmente cerca de las estaciones de autobuses, en las que conductores particulares se ofrecían a compartir su coche con cualquier viajero desconocido que quisiera realizar el mismo trayecto.

En resumen, parece que lo que hoy hace la plataforma de servicios BlaBlaCar ya estaba inventado, aunque también permanecía olvidado. Durante décadas, este tipo de iniciativas parecieron desa­parecer enterradas por el consumismo individualista. Hoy re­na­cen con fuerza o, al menos, ad­quieren una visibilidad y popu­la­ridad que antes no tenían, especialmente en sociedades de nuevos ricos donde el cochazo-para-mí-solo era imperativo. La crisis y los aprendizajes sobre redes que nos ha dejado la tecnología han resquebrajado muchos monolitos; esos monolitos se resisten a caer: a principios de marzo, la Federa­ción Nacional Empresa­rial de Transporte en Autobús (la patronal Fenebús) anunció que había denunciado a esta web ante la subdirección general de inspección del Ministerio de Fomento. Según se quejaba la organización empresarial, “es un servicio ilegal y ha creado una red de transporte público en coches particulares”.

Por supuesto, BlaBlaCar no ha encajado impasible esta hostilidad. “Ni la entendemos ni la compartimos, porque nosotros no somos un sistema de transporte público. So­mos una plataforma de internet, una red social que conecta a usuarios particulares que viajan hacia un mismo lugar. Usuarios que deciden unirse para compartir los gastos de un trayecto”, recalca Vincent Rosso, country manager de BlaBlaCar en España. Rosso añade: “El consumo colaborativo hace referencia a nuevos estilos de vida, más eficientes y sociales que nos ayudan a reducir la huella de carbono y a ahorrar gastos compartiendo en nuestras comunidades y, efectivamente, está cada vez más en boga porque ha existido un cambio de mentalidad sobre el consumo”.

Renfe cambia sus normas

Éste parece uno de los núcleos del debate entorno a las nuevas formas de movilidad compartida: la tecnología nos ha enseñado a compartir y ahora, además, nos lo pone más fácil. Eduard Folch es el fundador de TrenHub.com, una plataforma online en la que se pueden revender y comprar billetes de tren que no se iban a poder usar o en la que podemos compartir el descuento de la cada vez más popular “tarifa mesa” de Renfe. Según Folch, “el entorno digital nos ha enseñado a colaborar y compartir con desconocidos: antes compartíamos conocimiento y ahora pasamos a compartir experiencias en el mundo real”. No obstante, este modelo de consumo colaborativo también está amenazado y plataformas como TrenHub o Truecalia ya han alertado contra un cambio regulatorio que parece inminente y que podría liquidar la reutilización de billetes. Fomento anunció a principios de año un cambio normativo que convertiría en nominativos los billetes de tren: es decir, serían expedidos a nombre de un titular concreto, con nombre y apellidos, como los billetes de avión. El pretexto de Renfe es la seguridad, pero Folch sospecha que la medida “puede tener afán recaudatorio si Renfe empieza a cobrar por el cambio de titularidad”.

Futuro colaborativo

¿Pueden estos contraataques de la vieja industria del transporte frenar el empuje de los viajes compartidos? Albert Cañigueral es ingeniero multimedia y fundador de consumocolaborativo.com, una referencia en este nuevo modelo de compartición de bienes y servicios. Cañigueral está convencido de que los intentos de lobbys y antiguos monopolios por zancadillear el consumo colaborativo de viajes serán estériles: “Des­pués de haber ignorado este fenómeno mientras era pequeñito y no molestaba, están en una fase inicial de denuncia; aplicaron la táctica del avestruz porque creían que era cosa de cuatro hippies digitales y ahora atacan lo que no entienden”. Cañigueral comparte una comparación recurrente: “Es lo mismo que intentó la industria musical con Napster”.
A pesar de todo, Cañigueral no teme a la regulación: “Regular no es prohibir; no estamos en contra de la regulación, pero debe ser a medida y después de un ejercicio de observación porque ni los que estamos metidos en esto lo entendemos”.Fomento ha anunciado un cambio normativo que busca convertir en nominativos los billetes de tren

Cañigueral también percibe la influencia cultural del aprendizaje tecnológico en toda una generación: “Hay un fondo cultural de origen digital, un entorno en el que hemos aprendido a compartir, a hacer cosas gratis por el bien común, a trabajar distribuidamente con desconocidos… No es una revolución destructiva, sino un renacimiento de origen digital. El autostop era algo de gente casi peligrosa y compartir coche, si hacías caso a la tele, solo podía acabar en violación o asesinato: gracias a la tecnología hemos aprendido que podemos juntarnos y hacer cosas chulas, estamos redescubriendo a nuestros vecinos y recobrando la confianza en los desconocidos”. Parece que las crisis han hecho el resto: “La ciudadanía ha terminado rebotada por un sistema que ha fallado y ha caído, y la confianza se ha redistribuido entre los propios ciudadanos”. Así, concluye, “prohibir no es realista; compartir tiene sentido económico, ecológico y social: tiene sentido y tiene futuro”.

 

Gigantes del sector

 

Un mes de huelga en Continental-Alsa

Tras la adquisición de Alsa por parte de la multinacional británica National Express en 2005, esta compañía de autobuses tiene un 15% de la cuota de mercado en España. La compra por parte del grupo Continental ha generado en 2014 un conflicto debido a que la dirección de Nex Continental Holding, nueva denominación del grupo, pretende detraer de los salarios de 380 trabajadores el tiempo necesario para la revisión de los vehículos. Por este motivo, desde comienzos de marzo, varios cientos de conductores mantienen una huelga de carácter indefinido.

Portillo: paros en Semana Santa

Los 500 trabajadores del grupo Portillo están convocados a una huelga a partir del 11 de abril, que se extenderá, si no hay acuerdo, hasta Semana Santa. Las reivindicaciones de los sindicatos convocantes pasan por la restitución de salarios tras años de congelación y un descuelgue de convenio impuesto por la empresa en 2013. Portillo forma parte del Grupo Avanza, con más de 5.000 empleados, que es el primer grupo en transporte urbano y segundo interurbano tras Alsa. Avanza fue adquirida en 2013 por el grupo mexicano ADO sin que trascendiese el precio de la operación.

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comentarios

3

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    Parras
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    01/06/2014 - 11:11am
    Por suerte, al final los billetes de renfe son identificativos y web como truecalia.com pueden seguir funcionando y revendiendo billetes baratos de ave y tren incluso con mas seguridad..genial¡¡
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    09/05/2014 - 12:07pm
    Gran artículo, enhorabuena.
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    Fernando0
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    26/04/2014 - 2:41pm
    No me convence el enfoque de este artículo, me parece incompleto. Compartir coche está bien, igual que la conducción eficiente o vehículos que contaminen menos, pero ltodas esas medidas de eficiencia no son suficientes y además tienen el peligro del conocido "efecto rebote". Al cambio climático y al peak oil no se le derrota (solamente) con pequeños cambios de consumo individuales, sino, sobre todo, con cambios estructurales que implican la utilización amplia del transporte público: compartir asientos de autobús o de tren. Parece que nos podemos dejar deslumbrar por el marketing de algunas empresas como blabla car, contraponiéndola a una ominosa patronal del transporte de carretera que puede representar exclusivamente a los gigantes del sector, en manos de multinacionales y que explotan a sus trabajadores. Todo ello puede ser verdad, pero también hay algunas pequeñas empresas de autobús, locales y regionales, en situación económica cada vez peor, y que siguen dando puestos de trabajo y prestan servicio en zonas rurales. El "consumo colaborativo" les está reduciendo sus escasos beneficios, pues parte de su clientela eran estudiantes universitarios que utilizaban normalmente los autobuses los viernes y domingos o, en algunos casos, todos los días. Quien viva en una zona rural sabe que el otro segmento de población que utiliza el autobús es de las personas mayores para hacer gestiones o, más frecuentemente, asistir al médico especialista. Algunos de los buses (y muchos trenes) están adaptados para personas con movilidad reducida, algo que no puede ofrecerles un coche particular. El consumo colectivo de bus o tren es más colaborativo socioambientalmente y puede dificultar o impedir que se sigan reduciendo servicios de transporte público colectivo, que por supuesto está necesitado de muchas mejoras, que puede introducir la Administración competente a través de cláusulas ambientales o sociales a la hora de otorgar la correspondiente concesión de transporte de viajeros. Esas cláusulas puntuarían suficientemente en las ofertas de un concurso abierto que presentan las empresas para obtener la concesión. A modo de ejemplo, puede ser: contratación de mujeres conductoras (por subrepresentación en el sector), contratación de conductores mayores de 45 años, mejoras en eficiencia energética del vehículo, mejoras en accesibilidad, seguridad, etc. Por otra parte, alquilar un autobús o microbús que transporte un fin de semana a un grupo de amigos y quizás también a sus bicicletas no debería ser tan caro y difícil si hubiera demanda y reivindicación pública y colectiva. El consumo colaborativo privado y el consumo colaborativo público tienen que coexistir y complementarse, pero yo tengo muy clara qué opción elegiría siempre que pudiera.
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