“Qué país tan raro Venezuela, donde los ricos protestan y los pobres celebran”, decía un poeta que es citado con frecuencia en estos últimos días. Efectivamente, Venezuela es un país en el que suceden cosas inexplicables si son relatadas bajo el prisma de los medios de la derecha internacional. Veamos qué está pasando allí en este momento, desde otra perspectiva.
Desde hace dos meses, la extrema derecha venezolana viene impulsando diferentes tipos de acciones, con el objetivo explícito de derrocar al presidente Nicolás Maduro.
La convocatoria, denominada sin eufemismos #LaSalida, fue lanzada el 23 de enero pasado, en una rueda de prensa liderada por Leopoldo López y María Machado. Estos dos dirigentes políticos tienen vínculos de larga data con EE UU y ya participaron en el golpe de Estado de abril de 2002, cuando francotiradores a sueldo asesinaron a manifestantes chavistas y opositores y se lo adjudicaron al Gobierno. Ésa fue la coartada para que altos mandos militares secuestraran a Chávez e impusieran una efímera dictadura, con apoyo de todos los medios privados y de las cámaras empresariales, que nombraron a su titular como presidente. En sólo 47 horas, el Gobierno de facto suspendió la Constitución, disolvió todos los poderes públicos e inició una feroz represión, pero fue resistido por la movilización popular, combinada con la acción de sectores constitucionalistas de las Fuerzas Armadas, quienes devolvieron el gobierno al presidente legítimo. Doce años después, el guión es muy parecido, aunque tiene matices novedosos.
Tras la rueda de prensa de López y Machado, comenzaron a sucederse una gran cantidad de actos violentos. Entre ellos, el intento de toma de la residencia del gobernador de Táchira, el 6 de febrero y el ataque a la Fiscalía de la República, al cierre de un mitín encabezado por López, el 12 de febrero.
Ataques con explosivos y disparos de francotiradores son parte de los métodos que han dejado un saldo de 39 asesinatos, entre ellos el de seis Guardias Nacionales Bolivarianos y varios trabajadores de mototaxi Pronto la espiral de violencia alcanzó a las urbanizaciones de clase media alta en 18 de los 335 municipios del país, todos gobernados por la oposición. Bloqueos de calles con escombros y alambres con púas, ataques con explosivos y disparos de francotiradores son parte de los métodos que han dejado un saldo de 39 asesinatos, entre ellos el de seis Guardias Nacionales Bolivarianos y varios trabajadores de mototaxi.
La prensa corporativa internacional, sin embargo, intenta adjudicarle especialmente a estos sectores la violencia que los tiene como sus víctimas principales. De paso, se olvida informar de las decenas de ataques a universidades, centros de salud, medios de comunicación, locales del Partido Socialista, Misiones Alimentación, camiones con combustible y alimentos y redes de energía, transporte y comunicaciones, entre otros que se vienen sucediendo. También se silencian las detenciones de grupos terroristas vinculados a los ataques, con armas largas, material explosivo, uniformes militares y sofisticados equipos de comunicación y transporte en su poder. Todos estos hechos desmienten que se trate de protestas pacíficas y espontáneas.
Omitiendo todas las evidencias en el terreno, el mensaje impuesto a coro por los medios privados intenta legitimar la violencia. Para eso también utiliza el recurso de invisibilizar la voluntad de la mayoría de la población.
En el inicio fue “el plebiscito”
El 8 de diciembre de 2013 es una fecha clave para entender qué está pasando hoy en Venezuela. Ese día se realizaron elecciones en todo el territorio nacional. En la campaña, la oposición convocó a convertirlas en “un plebiscito para que se vaya Maduro”. Esto incluyó un boicot económico previo, similar al recomendado por Nixon en 1970, con el objetivo de desgastar y luego derrocar a Salvador Allende, para imponer la dictadura de Pinochet.
Esta guerra económica generó una inflación superior al 50%, caldo de cultivo en el que se sustentaba la idea del “plebiscito”, tras el cual se pretendía desconocer al presidente electo apenas ocho meses antes Así, productos de primera necesidad, como harina de maíz, leche y papel higiénico, fueron retirados de los mercados, para aparecer luego con enormes sobreprecios. Esta guerra económica generó una inflación superior al 50%, caldo de cultivo en el que se sustentaba la idea del “plebiscito”, tras el cual se pretendía desconocer al presidente electo apenas ocho meses antes.
Sin embargo, Maduro inició en octubre una “contraofensiva económica”: se incautaron miles de toneladas de productos acaparados y allanaron algunas grandes cadenas de distribución, verificando que casi todos los productos importados con dólares provistos por el Estado eran ofrecidos con sobreprecios. Se encarceló a algunos empresarios por estos delitos y los productos fueron vendidos a un precio justo. Las medidas fueron ejecutadas con la participación de la población, organizada en comités populares de defensa de la economía, y obtuvieron un respaldo mayoritario.
El chavismo ganó el 76% de las alcaldías y la derecha apenas el 22%. El presidente, gran triunfador de la jornada, convocó inmediatamente a un diálogo nacional y se reunió dos veces con los alcaldes y gobernadores del país, tanto opositores como chavistas, entre diciembre y enero.
Como respuesta, los dirigentes de la derecha más extrema decidieron activar su plan alternativo: “no dialogante y no electoral”, como venía pidiendo la diputada María Machado a sus contactos en el Departamento de Estado. El golpe se encuentra en marcha en este momento, pero su principal obstáculo es la enorme participación popular.
Desde el 13 de febrero, el pueblo ha salido a la calle a respaldar masivamente a la Revolución Bolivariana. Trabajadoras y trabajadores petroleros, estudiantes de liceos y de universidades, adultos mayores, mototaxistas, movimientos ecologistas, campesinas y campesinos son parte de los sectores que quieren contar su versión en esta historia.
“Que sepan los gringos que esta es la patria de Bolívar y de Chávez”, dice una señora de camisa roja, mientras participa en una multitudinaria marcha de mujeres. “Aquí el pueblo está organizado y consciente”, celebra. Su orgullo se palpa en el aire y su voz suena segura cuando afirma: “Hoy Venezuela se respeta. Seguiremos en la lucha. Nunca defraudaremos ese legado del Comandante Chávez”.
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