El autor propone la reapropiación de la ciudad desde la economía cooperativa y la autogestión popular.
inforelacionada
En la primavera de 2011, el entonces alcalde de Barcelona, Jordi Hereu (¿os acordáis de Jordi Hereu?) afrontaba la campaña por las elecciones municipales con un original y premonitorio lema: “En Barcelona, nada es casualidad”. En uno de sus spots electorales, una voz en off declaraba: “que esta sea la ciudad europea que más se ha transformado en los últimos veinte años, no es casualidad”. En el vídeo, aparecían palmeras y mercados, ciudadanos risueños y patinadoras, referencias ambiguas a la vivienda y a la educación, así como algún brindis al sol (“ser la ciudad más preparada para salir de la crisis”) justo cuando se enfocaba un barco mercante del Puerto. La voz en off, clarividente, remachaba: “Que seamos un referente turístico en todo el mundo, no es casualidad”. Efectivamente. En Barcelona, nada es casualidad.
Jordi Hereu, el alcalde, tenía que superar la grandilocuencia banal de la etapa Joan Clos, aquel otro que bailaba samba mientras fracasaba, ridículamente y ruinosamente para los ciudadanos, en el Foro de las Culturas. El alcalde Hereu, a quien le hubiera gustado entrar a la historia para protagonizar un mandato de micro-urbanismo, de las personas-son-el éxito-de-la-ciudad, el alcalde del Bicing, pero que seguramente pasará a la micro-historia por fracasos como la consulta sobre la Diagonal o los Juegos Olímpicos de Invierno (benditos fracasos!). También, no olvidamos ni perdonamos, por “éxitos” dolorosos como el caso Palau (vertiente hotel), la corrupción mafiosa de Ciutat Vella y las amenazas de muerte a Itziar Gonzàlez Virós. O por el caso Vilaró y la Unidad de Antidisturbios de la Guardia Urbana, los UPAS, la versión contemporánea de la decimonónica “ronda de en Tarrés”. Aquel alcalde, Jordi Hereu, que ya como exalcalde se prodiga en conferencias en las universidades privadas --la última, a finales del 2013-- bajo el título de “La ciudad como generadora de nuevos acontecimientos”, donde pontifica sobre la importancia estratégica de la actividad del turismo de negocios y acontecimientos. Porque nada, en Barcelona, no es casualidad.
Hoy, el político que capitalizó el descalabro del cacofónico Heredero, el actual alcalde Xavier Trias, bautizado Alcalde Cinco Estrellas no por sus prestaciones sino por la obsesión de llenar de hoteles de lujo la ciudad, está en Davos, en la edición anual del exclusivo Foro Económico Mundial. Desde Suiza, Trias asegura que ha encontrado “un enorme interés de los inversores internacionales por la ciudad”. Fabuloso. Tres alcaldes, dos partidos políticos, un solo proyecto estratégico. El Modelo. En Barcelona, nada es casualidad.
“La venta de la ciudad en su totalidad”
¿Quien se enriquece en Barcelona? ¿en qué sectores de actividad se concentra la acumulación de capital? ¿cuál es la economía política metropolitana que promueve un modelo validado alcalde tras alcalde? A primer vistazo, el turismo parece ser un sector imbatible: las fuentes más generosas le atribuyen un 16% del PIB barcelonés. Uno de sus actores estratégicos es Turismo de Barcelona, consorcio presidido por Joan Gaspart, integrado por la Cámara de Comercio, la Fundación Barcelona Promoción y el Ayuntamiento. Gestiona desde el monumento a Colón hasta el Bus Turístico y tiene programas como el Barcelona Convention Bureau (turismo de negocios y congresos) o el Barcelona Sports, que promueve acontecimientos internacionales como el GP Fórmula 1 o el Trofeo Conde de Godó. Para Gaspart, el Consorcio ha sido fundamental en el auge turístico de la ciudad: “Es el que ha vendido la ciudad en su totalidad, desde los negocios a la cultura”. Más sinceridad, imposible.
Gaspart, que confiesa que le gusta tanto el turismo de Roll Royce cómo el de chancletas, no se dedica al sector descamisado. Es el alma máter de uno de los poderes fácticos de la ciudad, el Gremio de Hoteleros de Barcelona, presidido por Jordi Clos (Claris Hotel) e integrado por hombres como Jordi Mestre (Expo Hotel), Joan Granados (Princesa Sofía) o Alejandro Hernández-Puértolas (Mandarín). son todos: Majestic, Artes, Hesperia, Melià: la crème de la crème. Ellos son los que hacen pasta con los más de 15,5 millones de turistas extranjeros que visitaron Cataluña el año pasado, un 8% más que el 2012. Pues, a pesar de la disminución de la facturación mediana por habitación ocupada en establecimientos hoteleros, los cinco estrellas son los únicos que han registrado incrementos (3,9%).
El sector hotelero, junto con el turismo de cruceros (2,6 millones de cruceristas anuales, con Royal Caribbean, de Pullmantur, al frente) es una fuerza de choque con un poder de decisión política fundamental en la ciudad, capaz de intervenir en la planificación urbana de forma determinante, como se ha demostrado con la revisión neoliberal del Plan de usos de Ciutat Vella. A pesar de todo, sus beneficios sociales son cada vez más cuestionados, incluso en la quinta esencia de su discurso: la ocupación. Pues mientras la inversión hotelera crece un 71% por la apuesta de los mercados financieros por Barcelona, la población ocupada en el sector turístico en el 2013, según el Idescat, ha caído en un 6% respeto el año anterior. Si en la economía financiera que aterriza en la ciudad, las trabajadoras y ciudadanas sobran, ¿por qué necesitamos del lobby hotelero y sus juguetes de alto standing? ¿Para trabajar gratis, como los guías turísticos de Barcelona?
El negocio de los contenedores
Tal y cómo señala Albert Recio en el reciente dossier “El puerto, lejos de la ciudad”, del siempre imprescindible Carrer, el Puerto de Barcelona es uno otro nodo fundamental de la economía metropolitana. El puerto de mercancías es el primero del Estado español en facturación: 160,8 millones de euros, un beneficio neto de 43,2 millones (2012) y 830 hectáreas ocupadas. Su principal operador es Terminal Catalunya S.A., propiedad del grupo Hutchinson Whampoa, con origen en Hong Kong y el más grande del mundo, lo suficientemente poderoso para desembarazarse de la mafia local portuaria, el Grupo Mestre. En el Puerto, además, encontramos infraestructuras como la planta de gasificación de Gas Natural Fenosa, y toda el área no dedicada a la recepción y almacenamiento de mercancías, que no es otra que la gran privatización del espacio público ubicada en el Puerto Viejo. Del Maremagnum al catarí Hotel Vela, de los 11.000 m2 de Desigual a la marina de lujo que promueve Salamanca Investments. Si añadimos el transporte regular de pasajeros controlado por el grupo Acciona (Transmediterranea) y, alternativa fatal, la Baleària de Abel Matutes, o la Zona de Actividades Logísticas (ZAL), donde la Autoridad Portuaria está asociada a SABA y bajo control de CaixaBank, encontramos que, en definitiva, más que un frente litoral tenemos un clúster marítimo desregulado y sin control democrático. Una maquila global. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato del Puerto de Barcelona?
Los Top Ten de la economía metropolitana
Analizando la clasificación de las principales empresas catalanas sabremos que más se cuece en nuestras ciudades. Abertis (3.000 millones de beneficios en 2012), Gas Natural (1.300), Endesa Distribución (870), Endesa Red (830), ACESA (772), Unión Fenosa (300), Criteria Caixaholding (300), Gas Natural Distribución (276), Aguas de Busot de Barcelona (236) y Fomento de Construcciones y Contratas (235) son las Top Ten de la economía metropolitana. Entre ellas se reparten las infraestructuras, la energía, los abastecimientos, el saneamiento. Es decir, la tecnoestructura urbana o “el apoyo vital de las ciudades”, en manos privadas. No es hasta la posición 22 que encontramos Barcelona Servicios Municipales (B:SM), sociedad anónima participada al 100% por el Ayuntamiento, que proporciona servicios vinculados a la movilidad y al patrimonio urbano. La posición de la economía pública en la gestión de las necesidades colectivas de la ciudad, pues, está claramente subordinada. ¿Tendremos suficiente fuerza para invertir la tendencia? ¿cómo impulsamos la reapropiación social de los bienes comunes urbanos?
Otros polos económicos que practican intensamente la expropiación urbana son las grandes superficies comerciales. De entre la plaga del monopolio de la gran distribución, es destacable el paradigma que representa La Maquinista, en Bon Pastor-La Sagrera, propiedad de la multinacional Unibail Rodamco y la más grande de Cataluña. Una empresa que no se conforma en la venta de artículos de consumo sino que, como se jacta su CEO Christophe Cuvillier, también se dedica al city planning, la planificación urbana. De los centros comerciales que deshacen ciudad, a los centros comerciales que hacen ciudad a su imagen e intereses. Malls que recalifican suelo industrial, urbanizan y edifican escuelas: la privatización de las políticas estratégicas de la ciudad.
Finalmente, viejos conocidos como el sector inmobiliario (¿le cambiamos ya el nombre al Passeig de Gràcia por el Passeig de Armancio Ortega?) acaban de conformar la economía política barcelonesa. Una riqueza urbana en manos de multinacionales: la impugnación práctica y material de nuestro derecho a la ciudad. Apropiación capitalista de la típica y dura. ¿Dónde quedará todo el discurso del smart city de Xavier Trias? ¿Cortina de humo o propaganda?
Hacia la revolución urbana
Si los mercados financieros nos arrebatan Barcelona, el imparable crecimiento de las desigualdades lo hace con la vida de las barcelonesas. Un 75% de nuestros barrios disponen de una renta por debajo de la media y, de entre ellos, Nou Barris, Sant Martí o Sants se empobrecen a marchas forzadas. ¿Qué beneficios obtienen los barrios populares del hecho que Barcelona sea la niña de los ojos de los inversores internacionales? Se encadenan los desahucios, se desbordan los bancos de alimentos, se dispara la pobreza energética, los cien mil parados se cronifican. La precariedad existencial será pronto norma para la mayoría.
Urge un cambio de régimen político y económico metropolitano. La actual arquitectura institucional de la ciudad tiene que ser desguazada. Por opaca, porque está copada por la partitocracia, por articular de forma estructural la connivencia con el capital privado. Tenemos que poner fin al Modelo, a la concertación público-privada que pone el municipio al servicio de la depredación de la vida urbana. Hace falta una nueva gobernanza metropolitana, basada en formas de democracia radical que garanticen que las decisiones políticas están en manos de la mayoría social. En esta necesaria revolución urbana, los barrios tienen que ser un instrumento político no sólo de una cierta descentralización administrativa sino, sobre todo, de autogestión popular.
Revolución política y económica. La ciudad tiene que ser sustentada por una nueva economía metropolitana, gobernada por sus trabajadoras, por las comunidades vecinales y con coordinación municipal, una concertación público-cooperativa-comunitaria que posibilite la democracia económica urbana. Crear ciudades cooperativas, trabadas por una economía solidaria y centrada en lo local, protagonizada por las usuarias y basada en la resolución de necesidades desde la proximidad. El trabajo, el consumo, el crédito, los transportes, los abastecimientos, los servicios comunitarios, son dimensiones que tienen que ser progresivamente asumidas por un nuevo cooperativismo urbano, autogobernadas con formas de propiedad colectiva y gestión democrática. Un aprendizaje que nos capacite para la colectivización de los bienes comunes de la ciudad y por la apropiación social de los sectores estratégicos de la productividad urbana. Turismo, patrimonio, infraestructuras, energía, cultura, vivienda, cuidados, comunicación, servicios: todos los recursos de Barcelona tienen que estar en manos de la mayoría social.
En una misma semana, en una misma ciudad
Decíamos que en Barcelona, nada es casualidad. Los Alcaldes malvenden la ciudad. Se enriquecen hoteleros, inversores, logistas. Crece la pobreza y la desigualdad. Por lo tanto, la lucha repunta y repuntan las experiencias de autogestión popular. En una misma semana, y en una misma ciudad, se han seguido parando desahucios, y en todo el área metropolitana se combate la subida de precio de TMB. La Barceloneta gana el Segle XX. En l'Eixample se inaugura Germanetes, espacio público ganado por la lucha vecinal. En Can Batlló, equipamiento autogestionado de Sants, se presenta una cooperativa de viviendas en cesión de uso. En Poblesec inauguran el Ateneo Cooperativo La Base. En Poblenou celebran la resistencia de la Flor de Maig. Por todas partes estamos construyendo, desde hoy mismo, barrios, pueblos, ciudades cooperativas. Nos encaminamos hacia la reapropiación colectiva de la vida a la ciudad.
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