Claudia García Giraldo
Exiliada política y miembro de la Asociación Colombiana de Desplazadas para la Convivencia
“La oligarquía teme la voz contundente de las mujeres empoderadas”

Claudia García Giraldo, militante política, repasa la realidad de Colombia en la que se asesina a los activistas políticos y se ocupa la tierra de los campesinos. Terratenientes y transnacionales se han hecho con el territorio de los campesinos y, según la activista de derechos humanos, no existe esperanza en las negociaciones de paz de La Habana.

, Valencia
01/01/14 · 8:00

El allanamiento de su hogar, las amenazas y la persecución por parte de paramilitares es la causa de que Claudia García Giraldo se exiliara al Estado español, donde vive desde hace año y medio. Antes pasó por “incontables exilios internos”, apunta.

Esta mujer de origen campesino, de 42 años y procedente del departamento de Tolima, trabajaba en Bogotá en el Consejo Consultivo de Mujeres del distrito Capital y la Asociación de Desplazados y Desplazadas para la Convivencia Pacífica (ADESCOP), organización fundada en 1999. Por motivo de la violencia endémica, en esta misma situación se halla actualmente su sucesora, María Esperanza Ramírez. Los hijos de Claudia viven, hoy, amenazados en Bogotá y a su hermano, José Querubín García, militante de la Unión Patriótica, lo asesinaron por razones políticas en 2011.

¿Cómo explicarías el fenómeno de los desplazamientos internos de población en Colombia?

Las cifras de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODESH) hablan de unos 6 millones de desplazados internos desde 1985, año en el que comienza a llevarse un registro de estos hechos. Los desplazados somos víctimas del conflicto armado, campesinos que vivimos de la tierra, hasta que el Estado colombiano pone en venta el territorio para beneficio de terratenientes y transnacionales dedicadas a la minería. La raíz última del conflicto es la titularidad de la tierra. Es en la década de los 80 cuando se producen los mayores índices de despojo de tierras y mayor es el exterminio.

¿Cómo afecta esta realidad a las mujeres?

Cuando asesinan a los esposos, las mujeres hemos de llevar una doble carga (asumir el rol de padre y madre) para sacar a la familia adelante. Y en unas comunidades tan machistas como las nuestras, se nos exige también que seamos buenas madres y buenas trabajadoras del campo. Hay que agregar a ello otros problemas, como los altos niveles de analfabetismo.

Los desplazados somos víctimas del conflicto, campesinos que vivimos de la tierra, hasta que el Estado la pone en venta para terratenientes y transnacionales. La raíz del conflicto es la titularidad de la tierra Otras veces nos reclutan a los hijos para ir a la guerra. Hay asimismo realidades trágicas, como cuando militares y paramilitares utilizan nuestros cuerpos como elementos de guerra, la tortura o las violaciones sexuales, en muchos casos no denunciadas por temor al escarnio público. Es una realidad que mucha gente en el país desconoce.

Y la mujer consciente y activista

En efecto, hay mujeres que en medio de la desesperación logramos salir del campo, leer, empoderarnos y, ya en la ciudad, convertirnos en “abogadas empíricas” en las organizaciones populares. Aprendemos a colocar denuncias, trabajos de tutela, derechos de petición, etcétera. La oligarquía tiene miedo a esa voz contundente de las mujeres campesinas y con poca formación, pero que adquieren conocimientos para la defensa de sus derechos.

¿Qué impacto personal y familiar tienen los desplazamientos?

Igual que cuando arrancas un árbol y lo transplantas en otro sitio. Hay mucha desesperación y un gran desconocimiento de las ciudades por parte de la población campesina. La gente expulsada del campo se desplaza forzosamente a los cinturones de las urbes. Las primeras noches duermen en los parques públicos y después, para tener un abrigo, van elaborando casas pobres con material reciclable.

Realidades trágicas, como cuando militares y paramilitares utilizan nuestros cuerpos como elementos de guerra, la tortura o las violaciones sexuales La situación es de miseria. La atención de los poderes públicos (salud, vivienda, etcétera) es muy escasa. Todo es muy precario. Quizá en educación se haya hecho un esfuerzo algo mayor, con los megacolegios y los comedores comunitarios.

¿Qué balance haces de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras aprobada por el presidente Santos?

La legislación es “papel mojado”. Teóricamente, tiene como objetivo restituir los derechos y las tierras a los campesinos, sus antiguos propietarios, y también indemnizar a las víctimas. Pero no se está cumpliendo. El espíritu del texto legal se está violando con el fin de abrir el camino a las transnacionales y que éstas sean, finalmente, las que se hagan con la propiedad de la tierra.

Además, muchos campesinos que retornan a sus tierras o que hacen campaña por sus derechos sufren amenazas, hostigamientos y asesinatos por parte de grupos paramilitares. Entran indiscriminadamente en las casas. La gente ha de salir, los que pueden. Otros aparecen en fosas comunes. Y la cosa no ha cambiado nada de Uribe a Santos, la realidad es la misma de siempre.

¿Existe alguna posibilidad de que los campesinos puedan hacer valer los títulos de propiedad sobre la tierra?

Los terratenientes poseen la tierra y se apoyan en títulos de propiedad, o en grupos paramilitares, para mantenerlas y ampliarlas. Hay una evidente alianza entre el estado colombiano, terratenientes y transnacionales. Para los títulos de propiedad son importantes, en muchos casos, los favores políticos. Además, lo que predomina respecto a los títulos es la confusión y la falta de información, factores que contribuyen a la impunidad. Muchos pequeños campesinos disponen de títulos sobre la propiedad de la tierra, pero el problema es el miedo de volver a la comunidad y esgrimirlos. Además, estas tierras las han ocupado en muchos casos los grandes hacendados y compañías.

¿Qué está en juego en el conflicto por la tierra?

Colombia es un país muy rico, en minas de oro, coltán, agua pura para la construcción de embalses y la irrupción de compañías hidroeléctricas, entre otros recursos. También se reúnen grandes intereses en torno a la palma africana.

El espíritu del texto legal se está violando con el fin de abrir el camino a las transnacionales y que éstas sean, finalmente, las que se hagan con la propiedad de la tierra Ahora bien, hay dos elementos relevantes: estos proyectos se justifican siempre ante la población colombiana con la idea del “bien común”; y la abierta complicidad del Estado colombiano, que ha abierto la muerta a las empresas multinacionales.

Por último, ¿confías en que los diálogos de La Habana lleguen a buen fin?

Creo que el proceso de paz es muy incierto y se enfrenta con enemigos muy poderosos, como el expresidente Álvaro Uribe, que los ha criticado con gran saña. A pesar de lo que mediáticamente se “venda”, el actual presidente Santos es un león disfrazado de oveja, sólo que maneja un discurso muy acomodado para conseguir su reelección y mantenerse en el poder. Es esta la única razón por la que permanece en la mesa de negociación.
 

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Claudia García Giraldo, durante la entrevista. / Enric Llopis.
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