El funcionamiento del Grupo Mondragón se ha visto sacudido por el anuncio del concurso de acreedores de Fagor Electrodomésticos, que deja en situación peligrosa los ahorros y el empleo de socios y trabajadores.

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Desde que el día 13 de noviembre, la Cooperativa Fagor-Electrodomésticos, embrión y la que fuera empresa clave de la Corporación Mondragón, anunciara su entrada en concurso voluntario de acreedores, el debate ahora debe centrarse en despejar las incógnitas en torno a las concretas medidas que se plantean desde Mondragón para garantizar el futuro de los casi 5.700 puestos de trabajo afectados. Se calcula que, tan sólo en las cinco plantas de la Cooperativa en Euskadi, se ocupaba a 4.000 trabajadores, entre personal empleado y socios-cooperativistas. Frente a este panorama, en estos días poco se ha concretado acerca de las medidas que se plantean desde Mondragón para garantizar el mantenimiento del mayor número de puestos de trabajo en la región.
En este contexto, desde el seno de las Asociaciones Afectados Ordaindu y Ahots Kooperatibista, formadas por trabajadores y excooperativistas de Fagor-Electrodomésticos, se está llevando a cabo una intensa campaña laboral centrada en dos vías de acción: por un lado, la del diálogo con el órgano de dirección de la Corporación Mondragón para que se reubique al máximo de socios-trabajadores y contratados por cuenta ajena sin que suponga el despido del personal eventual contratado en dichos centros; de forma paralela, se está negociando el número y condiciones en que se realizarán las prejubilaciones –en este momento se ofrece un 50% de salario cuando poco antes la cooperativa garantizaba en torno a un 70-80%–. De otro lado, las mismas organizaciones están operando para garantizar que, tras el cierre de la cooperativa, se va a proceder a la devolución de los importes desembolsados por los socios-trabajadores, traducidos en aportaciones obligatorias y voluntarias.
En el ámbito del Grupo Mondragón, las aportaciones obligatorias se realizan por importe de una anualidad de salario y las sufragan los trabajadores, de inicio, para así ostentar la condición de socio-trabajador. Las de carácter voluntario, por el contrario, consistían en las cuantías de dinero que los socios-cooperativistas destinaban en la Caja Laboral Kutxa de la Corporación Mondragón para su depósito. Se calcula, según fuentes consultadas, que son unas 200 las aportaciones voluntarias realizadas por socios activos e inactivos, que suman unos 40 millones de euros y que son “ahorradores quienes, en vez de ir a un banco, han ingresado su dinero en la cooperativa para que ésta invierta en temas económicos a cambio de unos intereses semestrales”, aportaciones que a día de hoy no se sabe si se van a recuperar.
Desde que se desvelara el final que ha vivido la cooperativa impulsora de la Corporación Mondragón, se abre una doble vía de debate: por un lado, está la vertiente que entiende que han sido las duras exigencias del sistema de mercado capitalista, ahora más salvajes, las que han acabado por doblegar al gigante cooperativista y otra vía que, por el contrario, se centra en considerar que esto ha sucedido por la decisión de Mondragón de centrar y encaminar la gestión de la cooperativa en la expansión y que ha tenido como resultado que se diera un final similar al de las otras empresas multinacionales.
Para Aitor Bengoetxea, profesor de la facultad de Derecho de la Universidad del País Vasco, “la estrategia de expansión mediante la creación de filiales con forma de Sociedad Anónima, le ha llevado al terreno de la producción a bajo coste, y a funcionar como una multinacional, aunque más amable y respetuosa con los derechos laborales que el común de las transnacionales. El hecho de que las filiales sean sociedades anónimas y no cooperativas se valora internamente como algo a debatir”.
Cambio de modelo
En cualquier caso, la mayoría de las fuentes consultadas, por un motivo o por otro, coinciden en apuntar que, por datos objetivos, en los últimos 15 años se dio un giro en la gestión. Por un lado, se priorizó un crecimiento vía adquisiciones como son las inversiones realizadas en la francesa Brandt o Eroski junto con los supermercados Caprabo, y ello en contraposición a la primitiva fórmula seguida en la que se priorizaba, según palabras de Joxerra Bustillo “en garantizar la seguridad de la inversión y el crecimiento endógeno”. Por otro lado, otro punto controvertido ha sido la estrategia de Fagor-Electrodomésticos de entrar en el sector de producción de lavadoras, lavavajillas y frigoríficos, en el que competía con productos alemanes, suecos y de origen asiático. Mikel Olabe, miembro de Ahots Kooperatibista, cree que “en un mercado globalizado era el momento para repensar el cooperativismo y analizar si se tenía que ir a un modelo de empresas más reducidas, adaptadas al territorio con nuevos productos que fueran tecnológicamente avanzados y ecológicamente sostenibles, en contraposición a los de línea blanca”. Bustillo coincide en que “aquel hubiese sido el momento idóneo para reinventar la empresa y dedicar el grueso de su producción a productos de mayor futuro, con mayor valor añadido en tecnología, pero ese proceso, por distintas razones, no llegó a abordarse en la práctica”.
El que las filiales de Fagor sean sociedades anónimas y no cooperativas es uno de los factores de debate
Con el final del fenómeno Fagor-Electrodomésticos, se ha puesto en duda cuál es la respuesta que, en el actual panorama de crisis económica, están teniendo las formas cooperativistas de organización de empresa. En opinión de Joxerra Bustillo, puesto que tienen una organización interna diferente al de las Sociedades Anónimas (S.A.) y Sociedades Limitadas, responden mejor a los efectos de la crisis, así, “utiliza herramientas que no existen en las S.A., como la reducción de salarios, el no cobro del llamado ‘retorno’ (beneficios anuales), la reducción de jornada, eliminación de horas extras, etc”. También según opina Aitor Bengoetxea “las cooperativas priorizan el empleo y hay menos despidos. En una S.A., el despido puede ser la primera medida, y el derecho laboral lo ampara. En las cooperativas, el despido es la última medida, y ello es coherente con los principios cooperativos y así lo dispone el propio derecho cooperativo”.
Una “solución” intermedia al capitalismo
Fagor nació en 1956 en Arrasate, tras la experiencia de otra empresa llamada Ulgor y merced al empeño del sacerdote José María Arizmendiarrieta. Se ha definido la “ideología” detrás de Fagor como una solución entre la doctrina social de la Iglesia Católica, con una suerte de humanismo vasco y en determinados sectores con un cierto grado de socialismo moderado, y la historia de Fagor no se entiende sin la influencia del cooperativismo francés de segunda mitad del siglo XX. Frente a la visión idílica del Grupo Mondragón, donde se integró Fagor, tres libros han examinado este modelo. Se trata de Más allá del Capitalismo, de David Schweickart; El mito de Mondragón, de Sharryn Kasmir y ¿Sinfonía o Jazz? de Luxio Ugarte.
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