El Gobierno justifica el afán recentralizador de la norma con el argumento de la mayor eficiencia económica.
Tras nueve borradores difíciles de digerir, incluso para sus propios mentores y redactores, ha llegado el anteproyecto de Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local a su fase final de presentación de enmiendas y debate en el Congreso de los Diputados. Una prisa inexplicable parece rodear el proceso, como si quisieran liquidar cuanto antes el desmantelamiento de las bases de nuestra arquitectura administrativa pública.
El desprecio a lo más pequeño y a la proximidad como trama de cohesión social y territorial es el contrapunto doctrinal y político frente a las economías de escala y a la perspectiva urbana y demográfica
Ni el sólido y crítico dictamen del Consejo de Estado al anteproyecto de ley ha detenido las decisiones políticas. Montoro y Rajoy, o viceversa, siguen con el “mantra” de la estabilidad presupuestaria y ahora, con una estrategia silenciosa y al amparo de su mayoría absoluta, tratan de vaciar de competencias a los pequeños municipios y entidades locales menores, en un claro afán recentralizador en el que las economías de escala son la justificación neoliberal y tecnocrática de la eficiencia, y las diputaciones provinciales se convierten en las grandes beneficiarias de las reformas previstas y del control del mundo rural.
Amenaza a la soberanía local
De seguir adelante la Ley con el articulado actual, la pérdida de entidad jurídica de miles de juntas vecinales y concejos, particularmente en las regiones del norte de España y en Castilla y León, supondrá un tajo doloroso y definitivo para el mundo rural. Aún perviven en estos pueblos prácticas de solidaridad y de gestión inteligente de los recursos comunes como la “vereda”, “la facendera”, o el “auzolan”. Los modelos locales y regionales tan arraigados que tenemos en la base de nuestro tejido administrativo reivindican legítimamente el respeto a su soberanía local y a su autonomía, al igual que a sus bienes públicos o comunales.
Una breve mirada a las formas de titularidad colectiva en la región de Castilla y León, y a los millares de hectáreas (como mínimo, 2.127.750) vinculadas a las entidades locales menores y a sus juntas vecinales o concejos, nos deja admirados por la capacidad de resistencia histórica a la privatización, y nos llena de angustia ante las incertidumbres sobre su futuro.
Además de las amenazas a la soberanía y autonomía local, de dudosa constitucionalidad según el dictamen del Consejo de Estado, la Ley muestra su verdadero rostro en la insensibilidad social, al alejar los servicios básicos de los pueblos y de las gentes más vulnerables. El desprecio a lo más pequeño y a la proximidad como trama de cohesión social y territorial es el contrapunto doctrinal y político frente a las economías de escala y a la perspectiva urbana y demográfica, cuyo umbral “más eficiente y racional” sitúa la Ley en los 20.000 habitantes. Que recaigan en las administraciones más pequeñas los déficits y deudas de la crisis, generados escandalosamente por los grandes ayuntamientos y ciudades, salvo contados ejemplos como el de Bilbao, nos parece no solamente injusto y mezquino, sino también política y socialmente inmoral. Ni los partidos de la oposición pueden permanecer en estas circunstancias tan graves con los brazos cruzados, ni el Partido Popular se atreverá, esperamos, a desmantelar las bases de nuestra arquitectura administrativa y democrática, ni mucho menos a poner en almoneda nuestros bienes públicos y colectivos.
El medio rural en lucha
Las plataformas rurales como No al Expolio Rural se han unido y rebelado ante los desmanes que se avecinan y han trasladado su zozobra y preocupación a los portavoces de los grupos parlamentarios. La Federación Española de Concejos defiende ante la FEMP y en foros internacionales la personalidad jurídica de entidades de ámbito inferior al municipal, y la Asociación de Concejos Alaveses (ACOA) aboga por el reconocimiento a su foralidad, el respeto a sus competencias y a su forma de gobierno, en la base misma de nuestro comportamiento democrático.
Todos apuestan y todos deberíamos apostar por el mantenimiento de la personalidad jurídica de las entidades locales menores y por un mundo rural vivo.
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