A un año del referéndum, el partido separatista trata de sumar votos
El nacionalismo escocés pide la independencia frente a la austeridad

Cientos de escoceses salieron a la calle a mediados de septiembre para manifestar su rechazo a continuar en el Reino Unido. Las políticas de austeridad de Cameron suman apoyos a la independencia.

, Edimburgo (Escocia)
01/10/13 · 8:15
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Edimburgo. Miles de personas marcharon por la independencia de Escocia el 21 de septiembre. / María Rado

Con el “sí” a la independencia por detrás en las encuestas, a un año del referéndum, el Gobierno escocés está tratando de atraer a los indecisos proponiendo la salida del Reino Unido como la vía más rápida para huir de la política de recortes y el creciente euroescepticismo predominantes al sur de la frontera anglo-escocesa. “Somos una generación afortunada, para cambiar nuestras comunidades a mejor sólo necesitamos decir una palabra, decir ‘sí’”, declaró el pasado sábado Alex Salmond, primer ministro escocés.

Contra los recortes

Ante una multitud que se congregaba en el parque edimburgués de Calton Hill, al término de la única movilización en la calle destacable a favor de la independencia durante el camino hacia el referéndum, Salmond defendió políticas contrarias a la austeridad impuesta desde el Gobierno conservador británico.

El modelo de Salmond, hasta ahora, mantiene a Isabel II como jefa de Estado y la libra esterlina como moneda

El líder del Partido Nacional Escocés (SNP) insistió en que, de lograr la independencia, su Go­bierno daría marcha atrás en la privatización del servicio público de correos, Royal Mail, aprobada por Westminster y aboliría la polémica reducción en los subsidios públicos a la vivienda conocida como bedroom tax.

Tras la reinstauración de una asamblea legislativa escocesa en 1999, casi 300 años después de la firma del Acta de Unión que unificó Escocia e Inglaterra en el Reino Unido de Gran Bretaña, el nacionalista SNP logró su primera victoria electoral en 2007. Después de gobernar en minoría durante cuatro años, el partido dirigido por Salmond revalidó y amplió su éxito, logrando una inesperada
mayoría absoluta que abrió una nueva etapa política en una región históricamente dominada por el Partido Laborista.

En octubre del año pasado, Salmond y el primer ministro británico, el conservador David Ca­meron, alcanzaron un acuerdo para la celebración de un referéndum con una pregunta que no diera lugar a ambigüedades: “¿Escocia debe ser un país independiente?”.

“El Gobierno escocés no controla todos los presupuestos, pero ha mitigado de forma limitada las políticas de Westminster en cuanto a gastos sociales y servicios públicos”, declara a DIAGONAL Gerry Hassan, escritor y analista político escocés, autor del libro The modern SNP. No obstante, Hassan no considera al SNP, el partido hegemónico dentro del nacionalismo escocés, como un partido puramente socialdemócrata: “El SNP es un gran partido que busca atraer votantes de todo el espectro político y le hemos visto hablar tanto de justicia social y redistribución económica, como de reducciones de los impuestos de sociedades”.

Mientras, a nivel de calle, el debate no parece provocar demasiada euforia. La campaña está manteniendo un perfil bajo, con pocas movilizaciones y discusiones siempre en torno a factores racionales más que emocionales. En la única gran manifestación hasta la fecha, unas 20.000 personas marcharon el sábado 21 por Edimburgo convocados por la campaña independentista Yes Scotland (Sí Escocia) en medio de un ambiente más festivo que reivindicativo.

A un año del referéndum, la opción del independentismo es apoyada por un tercio de la población

Con una estrategia aún menos basada en la movilización y la apelación emocional, la campaña unionista Better together (mejor juntos) cuenta con el apoyo de los tres grandes partidos de la esfera política británica: Laborista, Conser­vador y Liberal demócrata.

“Formar parte del Reino Unido ofrece a Escocia lo mejor de ambos mundos. Sabemos que no hay ningún lugar mejor que Escocia, pero también queremos recoger la recompensa de pertenecer a un mayor Reino Unido”, declara a este periódico Willie Rennie, líder de los liberal demócratas escoceses. A pesar de haber logrado convencer al electorado en 2011, el SNP no parece estar consiguiendo el mismo éxito en la campaña del referéndum y los votantes no están mostrando hasta el momento el mismo apoyo a la propuesta independentista. “El SNP ganó (en las elecciones de 2011) porque el resto de partidos perdió muchos votantes y porque supo mantener posturas estratégicas en esas elecciones, como la defensa de los puestos de trabajo o las políticas energéticas, y una visión optimista sobre el futuro de Escocia”, opina Hassan.

Pero al igual que antes de las elecciones de 2011, las encuestas están contra los nacionalistas. A falta de un año para el referéndum,
señalan un apoyo al independentismo de en torno a un tercio de la población. En los próximos meses, el Gobierno de Salmond confía en poder dar la vuelta a estos sondeos mediante la publicación del documento guía “papel blanco”, en el que se detallará el plan para la Escocia postindependencia.

Este documento presentará, entre otras cosas, la propuesta económica para una Escocia independiente, que contaría entre sus principales recursos con el whisky y la industria energética, sustentada esta última en el petróleo del Mar del Norte y la incipiente energía mareomotriz.

Más allá de la cuestión económica el modelo independentista expresado por Salmond no establece hasta ahora una ruptura total con el actual statu quo. Según el líder del SNP, una Escocia independiente seguiría manteniendo a Isabel II de Windsor como jefa de Estado y a la libra esterlina como divisa. Todas estas cuestiones, junto a la acogida de una Escocia soberana en las instituciones internacionales, uno de los principales argumentos esgrimidos por la campaña unionista Better Together, seguirán siendo el epicentro de un debate que culminará el 18 de septiembre de 2014.

Una base de Reino Unido en el centro de Escocia

Uno de los puntos más calientes del camino hacia el referéndum escocés tuvo como protagonista a la base naval británica ubicada en Falsane, en el corazón de Escocia, donde la armada británica tiene alojada su flota de submarinos nucleares Trident. El pasado verano el diario The Guardian reveló la intención del Ministerio de Defensa del Reino Unido de convertir la base en zona de soberanía británica. El primer ministro escocés, Salmond, declaró, durante su discurso del sábado 21, que “durante 50 años han contaminado nuestro país con misiles y bombas y nos han dicho que era todo por la paz”.

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