Indicadores macroeconómicos y burbujas financieras
¿La economía española en la senda de la recuperación?

Ante los anuncios de indicadores positivos lanzados por el Gobierno, el blog Madrilonia desgrana las bases y los costes sociales de ese crecimiento.

, Blog para agitar la indignación
09/09/13 · 8:00
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¿"Al borde de la inflexión económica"? ¿Los primeros "brotes verdes"? ¿"Más indicadores positivos que negativos"? Hasta que la crisis institucional tomara de nuevo un ritmo galopante con el ventilador de Bárcenas apuntando a la alta dirección del PP, la estabilización política pretendía hacerse atravesando el estrecho ojal de la recuperación económica. Los datos son conocidos: relativa estabilización en los ritmos de destrucción de empleo, salida de la zona de crecimiento negativo (-0,1 % para el segundo trimestre de 2013), equilibrio de la balanza de pagos, relajación progresiva de las presiones sobre la prima de riesgo, etc. Y las explicaciones también: España está haciendo sus deberes, o en la neolengua de Mariano "Hacemos lo que hay que hacer y lo que hay que hacer es lo que tenemos que hacer".

El factor principal en el que coinciden todas las explicaciones (y aquí da igual que se proclamen de derechas o keynesianos de izquierdas) es, en cualquier caso, el de la rápida reducción del déficit exterior, anulado en los primeros trimestres de 2013. Nos quieren convencer de que las reducciones salariales —de ahí las recientes recomendaciones del FMI y la UE de recortarlos un 10 % más— sumadas al crecimiento de la productividad —aunque ésta no se deba a la incorporación de nueva tecnología sino a la explosión de EREs y despidos en masa— estarían consiguiendo un rápido equilibrio del principal déficit de la economía española: el de la balanza de pagos. Vienen a avalar esta explicación las noticias, no muchas por cierto, de la instalación de algunas plantas y sedes de multinacionales en el país, sobre la creciente capacidad exportadora de algunos sectores —automóvil y alimentario, sobre todo—, de las buenas cuentas del turismo, etc. Si a esto se añade la contracción del gasto público, especialmente en materia social —educación, sanidad, pensiones— nos sale la tan querida ecuación para estos tiempos: deflación social = crecimiento económico.

Por supuesto, a la hora de desactivar esta línea argumental, conviene recordar que lo que está en juego no es "la" recuperación económica sino una mera estabilización de la caída. También que el principal motivo del modelo con forma de "W" de la crisis española —que es el mismo de la crisis europea y especialmente de los países del sur— no ha dependido del déficit exterior, sino del crack financiero de 2008 que se llevó por delante al sistema financiero internacional y luego, a partir de 2011, de la política de rigor presupuestario impuesta por presión de los mercados y por los dictados de la UE, justo cuando salía de la zona de crecimiento negativo. Conviene recordar todo ello para no olvidar que la crisis es ante todo una crisis política impuesta en términos de un estricto "gobierno de los acreedores" sobre una deuda pública inflada, encarecida y convertida en el único nicho rentable, al menos hasta hace poco, por los grandes bancos y fondos de inversión europeos e internacionales.

Otro apunte rápido, esta vez de primera clase de macroeconomía: en una fase recesiva en la que el crecimiento de la demanda exterior está bloqueada por la recesión mundial, el consumo doméstico por el alto endeudamiento de los hogares y la caída del empleo y la inversión deprimida por la falta de perspectivas, el sector público es el único con capacidad de impulsar la demanda y por ende el crecimiento económico.

Y sin embargo, es cierto que hay algo en la economía española que se está moviendo y que parece tener una dirección nueva, aunque sólo sea aparentemente. No se trata, desde luego, de que España se vaya a convertir en una economía de exportación. De hecho, desde 2008 las exportaciones solo han crecido en un 15%: sencillamente muchos productores han tratado de compensar con ventas fuera lo que han dejado de vender dentro. Tampoco significa que haya una apuesta por los sectores punta de alto contenido tecnológico: la desinversión en las universidades públicas y el programa nacional de I+D es manifiesta.

Hay, no obstante, algunos datos de interés. En primer lugar los referidos al sector turístico: Con un peso económico de alrededor del 10% del PIB, su saldo exterior positivo ha crecido del 2,5 % (sobre PIB) a cerca del 3,5% entre 2008 y 2013. En un sentido literal, el valor de la deflación social de estos años ha sido el de recuperar, vía depresión salarial, la competitividad de la marca Spain (e igual da Catalunya o Barcelona) en la captación de flujos turísticos.

Este indicador no se ha trasladado todavía al mercado inmobiliario: aunque hay una vuelta a la compra-venta de segundas residencias en las costa mediterránea y los dos archipiélagos, esta dista mucho de poder absorber el stock de vivienda vacía en estas zonas. Pero es significativo, especialmente en términos de intención política, que el primer paquete de activos inmobiliarios (FAV) que la SAREB ha puesto en venta se le haya dado nombre de folk taurino (bull), esté compuesto por segundas residencias de playa y golf y vaya dirigido a fondos de inversión internacionales.

Noticias de índole parecida o similar se vienen repitiendo desde hace algo más de un año. Así, por ejemplo, la venta de 3.000 viviendas de la Comunidad de Madrid al fondo de inversión inmobiliaria Azora de Goldman Sachs. Esta operación de «escasos» 200 millones de euros no sólo refleja las dificultades económicas de la CAM y pone a sus inquilinos en manos de una entidad privada, expropiando lo que podía ser el embrión de un parque público de vivienda, sino que también apunta al futuro del mercado inmobiliario: más concentrado, más gobernado por fondos financieros internacionales, menos sujeto a las azarosas voluntades de las administraciones públicas y los pequeños propietarios.

La noticia no es anecdótica. Marca la línea de futuro de toda una estrategia económica para el país que en las condiciones actuales es considerada, a pesar de las declaraciones grandilocuentes, la única viable, la única realista. Su pieza maestra se encuentra no en la acumulación de las "pequeñas" operaciones inmobiliarias, ni en los grandes indicadores macroeconómicos referidos a las cuentas exteriores, sino en la forma y el método de lo que ha estado en la raíz de la crisis: la reestructuración del inflacionario sector financiero europeo y español. Para este último, siempre bajo las indicaciones y la atenta vigilancia europeas, la idea principal pasa por el saneamiento del sector financiero a través de la concentración y absorción pública de los activos inmobiliarios devaluados. Con activos por valor de 55.000 millones de euros, el gran banco malo resultado de la reestructuración bancaria, la SAREB, se ha convertido ya en la mayor inmobiliaria europea. Su objetivo proclamado: convertir este increíble patrimonio en un negocio rentable para sus primeros operadores ­—el Estado en un 45 % y los grandes bancos y aseguradoras en un 55 %— sobre la base de su venta en paquetes a los grandes agentes financieros. Su objetivo implícito: crear la masa de activos y compradores para el próximo ciclo inmobiliario-financiero.

En términos, ya no económicos, sino sociales, el coste es desde luego la posibilidad de disponer de un gran parque público de vivienda expropiado a hipotecados y empobrecidos, que podría servir para resolver la carencia artificial de vivienda. El logro, caso de haberlo, preparar las bases del "crecimiento" futuro.

En definitiva, seguramente no veremos nada parecido a la gran euforia inmobiliario-financiera de 1997-2007, pero la especialización de la economía española en un poderoso sector turístico y en la captación de inversiones globales en sus mercados inmobiliarios no va a ceder ni un ápice. Lo más probable, si bien con dimensiones mucho más moderadas, es que esta especialización eleve un nuevo grado en la financiarización e internacionalización de los agentes y de las operaciones sobre el mercado inmobiliario español. En el mejor de los escenarios, este proyecto logrará remontar algo la actividad económica y el empleo, pero ni con estas el goteo de rentas inmobiliario-financieras llegará al grueso del cuerpo social tal y como ocurrió durante el ciclo 1997-2007. Antes bien, asistiremos a una notable "racionalización" de la extracción del plusvalor financiero-inmobiliario por parte de los mismos actores que hoy extorsionan las arcas públicas y fuerzan la deflación social.

Y así el círculo se vuelve a cerrar.

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