Esta plaza en el centro de la capital ecuatoriana ha sido el escenario de las protestas contra el neoliberalismo de los 90 y los 2000. La decisión de Correa de permitir la explotación petrolera en el parque nacional de Yasuní ha vuelto a provocar protestas. Este artículo analiza los intentos del Gobierno por neutralizarlas.
Texto del Colectivo Geografía Crítica de Ecuador
El espacio urbano se ha construido a lo largo de la historia bajo una dialéctica entre el poder y la resistencia al poder ejercido. La ciudad como centro político ha desarrollado el espacio público como un lugar de disciplinamiento, y el lugar donde el poder se expresa y se ejercita, tal y como conceptualiza Michel Foucault y describe el profesor chileno Rodrigo Salcedo: La lucha por el espacio urbano. Pero también es el espacio en el que se ejerce la resistencia al poder, ya que el poder nunca puede ejercerse de forma total, como sostendría Gramsci, y los espacios de poder serán discutidos por las clases subalternas. El caso arquetípico se alcanzaría durante el capitalismo, en el que la plaza pública sería al mismo tiempo el lugar de expresión de la burguesía y el escenario de las grandes marchas obreras.
Desde los 90 la Plaza Grande de Quito ha sido un espacio inmanejable para el poder ante las revueltas populares que buscaban derrocarloEn el caso quiteño, durante la colonización española, el lugar en el que hoy se ubica la Plaza Grande pasó de ser el lugar donde se asentaban las residencias de los generales de Atahualpa y numerosas huacas (monumentos sagrados) a convertirse en el lugar de expresión del poder colonial, religioso y político. Tras la independencia, albergaría los símbolos de los próceres de la nueva nación. Las marchas indígenas de los años 90 y la caída de tres presidentes bajo la furia popular ante la imposición de medidas neoliberales, modificaron ostensiblemente el significado de la Plaza Grande, como un espacio inmanejable para el poder ante las revueltas populares que buscaban derrocarlo.
Por ello, bajo el actual mandato de Rafael Correa se ha dado un significado muy importante a la Plaza Grande como espacio de defensa del poder. A la constitución de un grupo de partidarios del Gobierno que aparecen en la plaza en el momento que se da alguna protesta, se suman las convocatorias explícitas de contramarchas que convoca el Gobierno, como pudo apreciarse en la marcha indígena en defensa del agua de 2012 o las actuales concentraciones en contra de la explotación y consecuente destrucción del Yasuní.
El pasado jueves 15 de agosto se producía el anuncio de la explotación del bloque ITT, protagonista de la Iniciativa Yasuní, lo que reunió en la Plaza Grande a partidarios del Yasuní y partidarios del Gobierno. Miraremos la lucha por el espacio bajo tres variables: la ocupación del suelo, la visibilidad y el sonido. En esta primera cita, la policía estableció un fuerte cordón en el medio de la plaza, lo que ubicaba en la mitad izquierda a los partidarios del Yasuní y a la derecha a los partidarios del Gobierno. Respecto a la visibilidad, las numerosísimas banderas verdes de Alianza País (el partido que dirige Rafael Correa) podían apreciarse en la mitad derecha de la plaza, y también en el extremo cercano a la catedral, por lo que desde fuera, daba la sensación de que todo aquello era únicamente una muestra de adhesión a la decisión presidencial. Sin embargo, el sonido lo coparon los manifestantes proYasuní, que con música y con gritos de “asesinos, asesinos” dejaron perplejos a los asambleístas y autoridades que salían de palacio después del anuncio presidencial. Este artículo de Roberto Aguilar lo describe de forma magistral.
En la semana siguiente se convocó una velada por el Yasuní para el 22 de agosto. El cordón policial en esta ocasión se colocó de forma que los partidarios del Gobierno se ubicaron de forma central en la plaza, en el lugar con mayor relevancia, de nuevo con numerosas banderas verdes. El elemento visual de las banderas quedó en esta ocasión opacado por la presencia de las velas que fueron utilizadas para la velada por el Yasuní y por la menor presencia de partidarios de Alianza País. En el extremo derecho de la plaza, desde el poder se ubicó una tarima en la que hubo conciertos y cuando éstos acabaron se dio paso a canciones compuestas para el presidente, todo ello a un ensordecedor volumen. Fue la forma de contrarrestar desde el poder las voces de resistencia que la anterior semana resonaron en la plaza. Sin embargo, la presencia de partidarios del Gobierno era tan escasa, que había un enorme vacío en torno a la tarima musical. Este espacio se trató de ocupar por los partidarios del Yasuní, que fueron “zapateando” con música hasta el centro de la plaza, lugar en el que fueron detenidos por un nuevo cordón policial. La estrategia de los manifestantes que siguió a este movimiento fue tratar de tomarse el espacio de la tarima dando la vuelta al palacio, que también fue detenida por un cordón policial en la calle Chile, momento en el que la policía cargó contra los manifestantes de forma desproporcionada, llevándose a un detenido que fue recuperado por los manifestantes. En ese momento, la policía escoltó a los partidarios del Gobierno a lo largo de la plaza hasta la calle Venezuela, con lo que los manifestantes quedaron en el cuarto izquierda de la plaza, rodeados de policía.
Esta última imagen resume la jornada: los manifestantes proYasuní gritando consignas rodeados por la policía en medio de un ruido ensordecedor por la canción “mi presidente”, con el resto de la plaza vacía. Simboliza tres cuestiones: en primer lugar, la medida de explotar el petróleo del Yasuní-ITT es la más impopular que ha ejecutado Rafael Correa en sus años de gobierno, y ello implicado que la Plaza Grande se haya vaciado de partidarios del gobierno. Por otro lado, el poder va a utilizar todas las herramientas a su alcance para defender la plaza como espacio de poder, por groseras que parezcan, como el caso de la música a elevadísimo volumen, o la utilización violenta de la policía: en el futuro serán nuevas formas de disciplinamiento del espacio. Y por último, pese a la enorme hegemonía con la que cuenta el Gobierno, no está exenta de ser contestada por parte de los movimientos sociales y la resistencia popular ante medidas tan lesivas para la nación ecuatoriana como la explotación del Yasuní. En la tarde de ayer la plaza volvió a ser un espacio de la resistencia, y por tanto, un espacio para la esperanza.
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