La posibilidad de que el
29-S dé comienzo un ciclo
de respuestas sociales
contra los causantes de la
crisis hace de esta huelga
un punto de inflexión
político y social que puede
marcar el futuro de las
movilizaciones.
Motivos para una huelga general
Huelga, crisis y respuestas ante la discriminación
- CLIMA DE HUELGA. En los últimos meses ha habido varias manifestaciones denunciando la precariedad laboral y anunciando la huelga. En la foto, manifestación el 25 de marzo en Madrid. Foto: Olmo Calvo.
No han rebajado sus aceradas críticas
a Comisiones Obreras y UGT, pero
los sindicatos alternativos del
Estado español se han tomado la
huelga general muy en serio. Organizaciones
federales como CNT y
CGT, y otras como la Corriente Sindical
d’Izquierda asturiana (CSI), el
Sindicato Andaluz de Trabajadores
(SAT) o la Intersindical Alternativa
de Catalunya (IAC), convocan la
huelga aun a sabiendas de que no se
aprecia un clima de combatividad
entre los y las trabajadoras.
“No es previsible un éxito como el
14-D de 1988, que es lo que tocaría”,
expone Ramón Serna, de la IAC, “pero
sí existe la posibilidad de que aparezcan
nuestros ‘brotes verdes’, brotes
de combatividad que se consoliden
en un aumento de la organización”.
Por su parte, María García, del
Sindicato Andaluz de Trabajadores
recalca que, aunque los sindicatos
de concertación se dediquen al “pasteleo”,
su sindicato no va a dejar que
la huelga sea un fracaso, “porque los
trabajadores tienen que tener confianza
en esta herramienta”, explica
la portavoz del SAT. Cándido González
Carnero, de la Corriente Sindical
d’Izquierda asturiana, también ve
que el marco de unidad de acción es
imposible pero anuncia que la CSI
ya prepara el dispositivo de huelga
porque “si sale mal los sindicatos de
concertación se van a escorar más
hacia las posiciones del Gobierno y
del capital, y los trabajadores estaremos
aún más vendidos”.
También el sindicato anarcosindicalista
CNT se ha sumado al paro del
29 de septiembre. Su secretario general,
Fidel Manrique, cree, no obstante,
que UGT y CC OO buscan con
esta huelga “un lavado de cara” y
ahora reclaman el apoyo de sindicatos
“a los que durante años han estado
despreciando”.
A pesar de las duras críticas de
los sindicatos alternativos, las fuentes
consultadas coinciden en señalar
que no se trata de una huelga
convocada para perder. A este respecto,
el economista y sociólogo
Daniel Albarracín, no duda de que
aunque convocaran la huelga “con
dolor”, CC OO y UGT han puesto
“toda la carne en el asador”, ya que
se juegan mucho. En una línea parecida
se expresa el secretario de
acción sindical de CGT, Ángel Luis
García: “El día 30 se deben retomar
las críticas a estos dos sindicatos,
pero la huelga del 29-S no es el momento
para evidenciar las diferencias
sindicales”.
No sólo cosa de sindicalistas
El clima para la huelga general es
malo, reconoce Cándido González,
“desde hace mucho tiempo se abandonó
esa conciencia social y de clase
y hay un alejamiento de la labor sindical
que es nefasta para los trabajadores”.
Una encuesta de El País
publicada el 5 de septiembre anunciaba
que el 73% de las personas trabajadoras
españolas no secundarán
la huelga del 29 de septiembre. “No
hay ambiente de huelga general”, resumía
el autor de la noticia.
Sin embargo, pese a la falta de
“ambiente”, las protestas de mineros
en León, Palencia y Asturias han
sido secundadas por cientos de trabajadores.
Al mismo tiempo se han
prolongado conflictos como los de
la empresa de transporte UPS o el
de los trabajadores de salvamento
marítimo. Además, movimientos y
grupos se han sumado a la convocatoria
en los últimos días. Organizaciones
como Ecologistas en Acción,
movimientos vecinales como
las federaciones de asociaciones de
vecinos de Madrid y Barcelona, la
asociación de consumidores FACUA
o grupos de trabajadores sin
papeles como el Ferrocarril Clandestino
han anunciado movilizaciones
para esa jornada. Asimismo, en
distintos puntos del Estado se están
conformando asambleas barriales y
de personas en paro para preparar
la huelga al margen de las consignas
de los grandes sindicatos.
El investigador del departamento
de Economía Aplicada de la
Universidad Complutense Nacho
Álvarez coincide en que es importante
impulsar una acción que unifique
las protestas de los asalariados
con la de los parados, pensionistas
o la población no activa. “Es
importante avanzar hacia la construcción
de un movimiento político
de contestación”, apunta Álvarez.
Daniel Albarracín considera la
huelga una “oportunidad histórica”.
Para este economista “es preciso
agrupar a las personas trabajadoras
en comités de apoyo con carácter
duradero, extender las razones que
explican este conflicto en una lógica
alternativa y antisistema, a la
ofensiva y a escala europea”.
“El inicio de la guerra social”
Con cinco millones de personas en
paro y un millón y medio de familias
que no perciben ningún tipo de prestación,
la huelga se va a llevar a cabo
en un contexto sociolaboral muy distinto
al de anteriores protestas. Álvarez
subraya que el nivel desempleo y
el miedo a ser despedidas de las personas
trabajadoras si van a la huelga
dificultan la acción sindical, “además,
la desreglamentación laboral
de la última década ha modificado
los centros de trabajo”, de forma que
la cohesión de otros tiempos se ha
diluido en el mar de relaciones desfragmentadas
por subcontratas, trabajo
temporal y deslocalizaciones.
A la descentralización productiva
se une un panorama político que Ramón Serna, de la IAC, define como
desolador: “El pensamiento único al
que se ha llegado es penoso, pero
aunque nos preocupa como reflejo
de los déficits de organización social,
preferimos centrarnos en esa organización
como base para la transformación
necesaria”.
Para el sociólogo Daniel Albarracín,
la importancia de esta huelga radica
en que en los próximos años se
decide el futuro de las próximas generaciones,
“por eso es importante
que este inicio de la guerra social salga
bien, o al menos en condiciones
para que las siguientes batallas se enfrenten
con vigor suficiente”.
“Desde luego la organización es
imprescindible, es el paso previo a
todo lo demás”, afirma Fidel Manrique,
“por propia supervivencia los
trabajadores tendremos que organizarnos
porque cada uno de nosotros
está en una situación de debilidad
ante el empresario”.
Para Ramón Serna, “la cesión absoluta
de soberanía ante los dictados
de los organismos internacionales de
corte descaradamente neoliberal y
las repercusiones que las medidas
están teniendo en la población, aumentando
las diferencias sociales,
hacen necesaria una respuesta”. Por
este motivo, concluye, “hay que defender
las mínimas conquistas sociales
que tenemos y explicar y combatir
la regresión que nos imponen los
intereses de unos pocos”.
EL METRO DE
MADRID, CLAVE
En las grandes ciudades una de
las claves del éxito o fracaso de
la convocatoria de huelga es la
paralización de las comunicaciones,
los servicios públicos o el
transporte. En Madrid, el sindicato
Solidaridad Obrera, que protagonizó
la huelga sin servicios
mínimos que en junio paralizó la
ciudad, no ha convocado la huelga
del 29-S. Solidaridad Obrera,
que no convoca por sus diferencias
con los sindicatos de concertación,
ha dado a sus afiliados
libertad de actuación en la jornada
de huelga. Es preciso recordar
que la Comunidad de Madrid
mantiene abiertos 400 expedientes
contra los huelguistas.
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