REDES DE CAMBIO / Redes sociales y revueltas
Si la #revolución llega a ser tuiteada, no será ’trending topic’

Twitter se presenta como imprescindible para la comunicación
política, pero su modelo empresarial siembra dudas.

, Redacción
11/04/12 · 9:27
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Pintada en El Cairo. / Foto: Houssam el Hamalawy.

Periódicos dominicales con almohadilla en la portada, candidatos que 
colocan una arroba delante de su 
nombre en período electoral y asambleas en las que se planea cómo llegar a trending topic. Toda campaña 
de difusión parece girar alrededor de 
Twitter, el software para redes sociales que da forma a gran parte de la 
comunicación política más reciente.

Básicamente, Twitter es una herramienta de microblogging: permite crear blogs en los que cada entrada, llamada tweet o tuit, está limitada a 
140 caracteres (con servicios adicionales para adjuntar foto y vídeo). 
Cada usuario puede seguir los tuits 
de otros, que aparecerán en su timeline (línea temporal), y hacer retuit 
(RT) para replicarlos con un solo clic 
y que salgan en el timeline de quien 
le siga. Ahí está la base del éxito: la 
viralidad de mensajes cortos y fáciles 
de leer incluso desde móviles que, si 
son interesantes o ingeniosos, se 
multiplican velozmente
. Para ordenar las conversaciones se usan hashtags, identificados con almohadilla (#), y para dirigirse a un usuario se 
escribe su nombre con una arroba (@). Las palabras más usadas son 
tendencia, trending topics (TT), y marcan el debate y la agenda mediática, pues suelen reflejarse en medios de comunicación generalistas.

Las ’tuitrevoluciones’: El posicionamiento de marca

En 2005, una empresa llamada Odeo buscaba abrirse paso en la 
burbuja de la web social con una plataforma para podcasts (radio en 
línea) que quedó obsoleta con el éxito de la tienda de música de 
Apple. La jugada fue simplificarla 
para que sólo transmitiera mensajes de texto. Así nació, en octubre 
de 2006, una web que se iniciaba 
con la pregunta “¿qué estás haciendo?”. Sus programadores no habían 
previsto su potencial, pero poco a
poco se convirtió en una herramienta para contar historias y la cambiaron por “¿qué está pasando?”. 
Actualmente hay 460 millones de 
perfiles (un tercio en EE UU, en 
España ocho millones)
, aunque sólo el 27% están activos. Se escriben 
340 millones de tuits al día.

En abril de 2009 sucedió la primera “revolución de Twitter”: @natmorar convocó desde su cuenta una protesta contra el fraude electoral en 
Moldavia y se presentaron 20.000 
personas. Ese mismo año, Twitter 
fue interpretado por los medios occidentales como epicentro de la “revolución verde” contra los islamistas en 
Irán. El doble filo de la herramienta 
se comprobó cuando Nokia y 
Siemens suministraron al régimen 
iraní tecnología para espiar y filtrar 
las comunicaciones
. Lo mismo pasó 
durante la primavera árabe: aunque 
se criticó mucho a quienes otorgaban un papel central a las redes sociales para explicar las revueltas –sobre todo porque se trata de países en 
los que el uso de internet no es mayoritario –, los gobiernos cortaron el 
acceso a Twitter en los momentos álgidos
. Naguib Sawiris, un millonario 
inversor en telecomunicaciones que 
apoyó las protestas en la plaza 
Tahrir, llegó a decir que el 90% del 
éxito de la revuelta egipcia se debía a 
Twitter. Mientras, varios activistas 
denunciaron que la policía perseguía 
a quienes tuiteaban desde allí.

También surgen dudas sobre el alcance del clickactivismo: ¿es hacer 
RT adherirse a una lucha social? Malcolm Gladwell, en su ensayo "La 
revolución no será tuiteada"
, explica 
que las redes sociales favorecen los
lazos débiles, muy útiles para que circule información pero poco para articular la acción. “Uno no sale a tirar 
cócteles molotov por el tuit del amigo de uno que conoce por internet”, 
resume @delia2d en su blog.

Bajo sospecha de control: Censura y conspiranoia

Detrás de este debate subyace otro: 
si son los activistas o los gobiernos 
quienes le sacan más partido, como 
dispositivo de control y diseminación de propaganda oficialista. Reporteros Sin Fronteras denuncia que 
gobiernos como los de Siria, Corea 
del Norte, Uzbekistán e Irán monitorizan a disidentes; la legislación de 
EE UU asegura a su Departamento 
de Justicia el acceso a las bases de 
datos. Cuando pidió información de 
usuarios vinculados a Wikileaks, la 
compañía alzó un recurso pero lo 
perdió y tuvo que facilitarla. El dictamen judicial lo dejaba claro: “transmitieron voluntariamente sus datos 
a Twitter, renunciando a cualquier 
expectativa razonable de privacidad”
. También se requirió información de quienes tuiteaban desde 
Occupy Wall Street y Occupy Boston. En el Estado español, ABC publicaba el verano pasado que la Policía 
investigaba “a quienes realizan convocatorias para tomar las plazas, especialmente a través de Twitter”.

Desde abril de 2010, la Biblioteca del 
Congreso de EE UU archiva todos
los tuits
. Se puede evitar con el servicio noloc.org, pero no hay manera 
de que Twitter no almacene los datos de registro (IP, páginas visitadas, 
compañía de móvil, aplicaciones y 
dispositivos utilizados, términos de
búsqueda, etc.). Aunque se comprometen a eliminarlos cada 18 meses, 
la campaña #NoLogs de la organización Privacy International anima a
los usuarios a ejercer el derecho a 
rectificar datos personales para saber exactamente qué guardan.

La sospecha de censura planea cada vez que desaparece de la lista de 
TT un tema político. En la mayoría 
de los casos, la alarma salta porque 
se desconoce cómo se calcula: “El algoritmo de tendencias identifica los 
temas que se popularizan en ese momento, en lugar de escoger los que 
han sido populares durante un tiempo”
, explica Twitter. Se premia la rapidez con la que se propagan por cuentas diversas y se corrigió para 
evitar que copen las listas los fans de 
las dos personas más seguidas, @LadyGaga y @JustinBieber. El secreto con el que se mantiene no ayuda a acallar rumores. @dickc, uno de
los directores ejecutivos de la compañía, reconoció que se borran “los temas que son obscenos y claramente 
ofensivos”
, sin explicitar criterios.

El 28 de enero, Twitter anunció que había dispuesto las condiciones 
técnicas para borrar tuits filtrando por países. Antes, si se borraba un 
tuit por orden judicial, desaparecía en todo el mundo, no sólo en el ámbito de su jurisdicción. La #censuratwitter llegó a TT y surgió la protesta #TwitterBlackout. “Boicotear a una empresa porque admite que cumple 
la ley es absurdo”, decía @GuerraEterna. Pero Amnistía Internacional 
advirtió que se abría una línea peligrosa que podría significar políticas 
de servicio diseñadas por encargo de 
gobiernos. Por su parte, Twitter hace 
gala de transparencia y publica en 
chillingeffects.org/twitter las demandas de borrado que recibe en EE UU. Las 47.000 
que se recogen hasta ahora están relacionadas con derechos de autoría.

El negocio de la ’fast-info’: Quiénes financian el ruido

“Quizá nos sentiríamos más cómodos si tuvieran un modelo de negocio claro”, escribía @CharlesArthur en The Guardian. Los ingresos de Twitter se basan en “contenido promovido”, hay empresas que pagan 
porque sus tuits aparezcan destacados y sus etiquetas en la lista de TT

pero no son suficientes para mantener la compañía a flote. También han llegado 
a acuerdos económicos con Google y Microsoft 
para aparecer en sus buscadores. En 
los términos de servicio, Twitter se 
reserva el derecho a “compartir información personal del usuario con
terceras partes”
, a “divulgar datos 
agregados” e incluso a “vender o
transferir la información del usuario” 
en caso de estar involucrada en una 
fusión o reestructuración.

La estructura empresarial de
Twitter no estará clara hasta que no 
salga a bolsa (se prevé que para 
2013), pero se sabe que ha recibido 
amplia financiación de capital de 
riesgo. Las última inversión fue en diciembre, por parte de Walid bin Talal
sobrino del rey de Arabia Saudí que 
también participa en Apple, eBay y
Motorola y en medios de comunicación (prepara una alternativa a Al 
Jazeera y tiene acciones en la News
Corp de Rupert Murdoch). Fueron 
300 millones de dólares, el 3,75% de
Twitter. Según JP Morgan, el valor 
total ha pasado en un año de 3.250 a 
6.300 millones de euros
, aunque cualquier cálculo en un negocio tan volátil como la web social es puramente especulativo. La mayor inversión fueron los 800 
millones de dólares aportados hace 
un año por Digital Sky Technologies 
(DST). Su presidente es Yuri Milner, 
exitoso empresario ligado a la oligarquía rusa, cuyo principal socio capitalista es Alisher Usmanov, a quien 
sus buenas relaciones con Vladimir 
Putin le permitieron enriquecerse al
frente de la empresa pública de gas 
Gazprom. Para sus generosas inversiones en internet –no sólo en
Twitter, también en Facebook y 
Spotify–, DST cuenta con capital del 
banco Goldman Sachs
.

Los millones vuelan mientras 
Twitter presume de tener usuarios
fieles, pero su viralidad y sus mensajes de caducidad rápida también son 
objeto de críticas. Los novelistas de
@Wu_Ming_Foundt dejaban de tuitear hace unas semanas quejándose 
de que “acelera la tendencia a la entropía” y “amplifica a los sectores 
más reaccionarios”. “Si lo que importa es la hipervelocidad en la respuesta, es inevitable sacar lo peor”.

Cuando esta redactora de
@El_Diagonal preguntó por lo peor de Twitter, el usuario @adiazsimon nombró 
“una dialéctica de consumo que fuerza una asimilación de ideas vertiginosa, que puede alienar o aturullar 
bastante”. @GinaRodante contestó 
que “lo hemos convertido en escenario de micromonólogos y autobombo” y @eltransito aconsejó “no tomárnoslo tan en serio, lo malo de
Twitter es cuando sólo es Twitter”.

 

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