De diversas y creativas maneras, las comunidades en transición promueven una nueva concepción de la movilidad.
- LA GIRA EN BURRO. En la imagen Jordi Skywalker parte de la iniciativa de Rock ecológico La Gira en Burro que lleva a la práctica el decrecimiento en su ámbito / FOTO: www.lagiraenburro.com
“Se mueven toneladas de cuerpos de unas partes del mundo a otras para hacer cursos, visitar ecoaldeas, proyectos de permacultura, ciudades en transición... Esto parece más relacionado con la adicción que con la necesidad”, reflexiona Stefania Strega-Scoz, formadora en el movimiento de comunidades en transición desde hace 20 años. Si de alternativas de movilidad hablamos, no hay duda, no queda otra que reducir la movilidad. Las ciudades y pueblos en transición, por ejemplo, trabajan para relocalizar la vida y potenciar las relaciones de cercanía y proximidad, reordenando las necesidades y deseos para favorecer la producción y el consumo local.
El movimiento arrancó en 2005, en Kinsale (Irlanda), y se extendió a Totnes (Inglaterra). En la actualidad incluye a comunidades de todo el planeta que tratan de desarrollar su “resiliencia”–capacidad de sobreponerse– ante el doble desafío del cambio climático y el pico del petróleo. Esto se lleva a cabo de muchas y creativas maneras, pero con un nexo común: trabajar por la autosuficiencia local. Desde 2009, en el Estado español, han ido proliferando pequeños grupos en casi todas las autonomías, muchos de ellos al calor de la apuesta por el decrecimiento.
Ante todo, relocalización
“Las ciudades en transición tienen como apuesta principal la relocalización en todos los ámbitos de la vida, desde el trabajo a la producción alimentaria y energética, para reducir la hipermovilidad a la que nos hemos acostumbrado en los últimos 30 años”, explica David González, miembro de Gasteiz en Transición, un proyecto que trabaja en la provincia vasca desde 2010. Tras encontrarse en Bilbo en diversas jornadas de la red vasca de decrecimiento Desazkundea, un grupo de personas de Vitoria-Gasteiz pensaron que era más coherente con sus principios organizarse en un grupo local. Poco después nacía Gasteiz en Transición, definida como “una herramienta para llevar a la práctica el decrecimiento”.
Tomando como referencia los doce pasos propuestos por Rob Hopkins, teórico del movimiento, dieron a conocer la idea a colectivos y personas del casco viejo, zona en la que se proponen incidir. Después se organizaron en grupos de trabajo autónomos para visibilizar alternativas en todos los ámbitos –alimentación, trabajo, vivienda, transporte...–, guiados por una hoja de ruta que elaboraron tras esbozar qué casco viejo desean dentro de 15 años y analizar su punto de partida. En el terreno de la movilidad, al igual que ocurre en otras comunidades del Estado, primero han reducido la de los alimentos, para lo que han creado grupos de consumo de productos locales. Y eso ha hecho que algunas personas se hayan planteado dedicarse a la agricultura, relocalizando así su actividad laboral. Respecto a la movilidad de las personas, de momento, dentro del grupo hay quienes comparten el coche, y no sólo los viajes.
Recuperar el autostop
En Zarzalejo (Madrid), reside desde hace un año otro grupo que alojó, en abril pasado, el primer Encuentro Ibérico de Transición. Han apostado también por la relocalización de los alimentos, y en la actualidad están poniendo en marcha un sistema de autostop organizado, para que sus habitantes puedan desplazarse hasta El Escorial, pueblo cercano con mejores comunicaciones. El sistema dispone de tres puntos de parada, señalizados en el suelo, en los que los coches adheridos, que llevarán una pegatina identificativa, recogerán compañeros de viaje.
Pero el modelo de Gasteiz o Zarzalejo son sólo ejemplos dentro de una gran diversidad de propuestas. En Totnes, advierten al visitante de que lo suyo es “una verdadera ciudad en transición, no una ecoaldea” dado que “automóviles y camionetas rugen en nuestras pequeñas calles cada pocos minutos”. En esa línea, Stefania Strega-Scoz, que trabaja en un proyecto de ecoaldea en Las Palmas, señala que “no se trata de que la bicicleta sea la mejor forma de transporte, pues si en determinada situación ya hay autobuses o coches moviéndose puede ser más interesante usarlos”. No existen recetas: la cuestión reside en una buena “contabilidad energética” que cada comunidad debe estudiar para plantear respuestas creativas.
Ni supersónicos ni Picapiedra
Lo fundamental para Strega-Scoz es cambiar la forma de pensar. Tampoco se trata de que la gente deje de moverse, todo depende: “No es lo mismo hacer turismo de ecoaldeas que moverte para aportar algo que finalmente produzca más energía de la que has gastado”. Ella misma trabaja online en la difusión de la permacultura y afirma que así puede, como valor añadido, seguir los avances de su alumnado a través de vídeos. Strego-Scoz reconoce que la apuesta por internet resulta “antiintuitiva” pero, a su juicio, suscita un rechazo injustificado porque si bien es una tecnología industrial y sucia,más lo es el transporte.
“Se plantean banalidades como que es necesario mirar a la gente a los ojos y tocarla cuando lo que estamos haciendo es comunicar ideas”, explica. El cambio en el modo de pensar que exige la transición supone romper con prejuicios que planteen extremismos para diseñar modelos creativos buscando una rentabilidad energética. Ni supersónicos ni Picapiedra: cada cual ha de diseñar su propia aventura.
De la necesidad, virtud: ecomensajería en bicicleta
En ciudades como Madrid, Barcelona o
Zaragoza, hay quien ha buscado soluciones
económicas que contribuyen a una
mejora de las condiciones laborales y
medioambientales. Así, cooperativas de
ecomensajería como Coopedal, Trévol o
Laveloz distribuyen parte de sus encargos
a golpe de pedales. Trévol se fundó en
Barcelona en 1984, tras las movilizaciones
por el convenio de mensajería que
implicaron para algunas personas pasar
a formar parte de 'listas negras'. En
1992, empezaron a utilizar las bicicletas
en la ciudad, lo cual les aportaba incluso
más velocidad en determinadas zonas.
Actualmente, el 85% del reparto se hace
en bicicleta, y disponen también de moto
y furgoneta eléctrica. Por su parte, Laveloz
trabaja desde 1993 con bicicletas y
motos y ya ha ampliado su flota con las
«cargobikes», bicis con un arcón con el
que pueden distribuir pedidos que no
cabrían en una moto. Entre los principales
clientes de estas ecomensajerías
están las empresas y proyectos
relacionados con
la economía social, aunque
su clientela, afirman,
es de lo más variada, dado
que el coste de la mensajería
en bicicleta y su eficiencia son
iguales que en transporte convencional.
Sin embargo, ambas cooperativas
señalan que su
trabajo no es valorado por
las administraciones,
pues, en los concursos para
entregar contratos públicos,
no se puntúa su sostenibilidad
social y medioambiental.
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