Han empezado a llegar a Las Palmas de Gran Canaria, procedentes de El Aayún, saharauis represaliados por el Gobierno de Marruecos. Se encuentran profundamente afectados psicológicamente y es difícil que acepten ser entrevistados por miedo a las represalias del Gobierno marroquí. Declaran que incluso aquí se les somete a seguimientos por parte de ciudadanos y policías marroquíes, quienes les fotografían si participan en actos públicos, y envían información a los Territorios Ocupados.
Después de varias citas con algunos de ellos, hemos conseguido entrevistar a Brahim Muhammad.
Este joven saharaui pertenecía al comité de organización del campamento desde los primeros momentos, y la noche del desalojo estaba destinado en la guardia del campamento. De su relato se desprende claramente cómo se planificó el desalojo, creando una verdadera encerrona, con el fin de masacrar al mayor número posible de personas. Su testimonio es, así mismo, el primero que denuncia la violencia sexual contra las mujeres por parte del ejército marroquí.
Dice que a las tres de la madrugada empezaron a entrar. ’’Alrededor del campamento los marroquíes habían construido un muro con arena, y empezaron a abrirlo desde todo el perímetro a la vez, en pequeñas brechas, por donde por cada una de ellas entraba una furgoneta. Entraron unas 100 furgonetas de la Gendarmería (policía) y las Fuerzas Auxiliares (antidisturbios), con las luces apagadas, circulando lentamente hacia el centro’’. Explica que eran cuatro batallones de la Gendarmería, procedentes de Galda, Mudraiga, Jausa y Guarcil, y calcula que había aproximadamente 5.000 efectivos entre los dos cuerpos de Policía. Además, en la entrada al campamento, se situó el ejército marroquí, impidiéndoles salir.
’’A las cinco y media vinieron los helicópteros, empezaron a sonar alarmas, y comenzaron a soltar chorros de agua a presión y gases lacrimógenos. Entraron entonces los camiones tipo GMP, de fabricación estadounidense, grandes y robustos. Iban como si fueran una plancha, arrasando todo lo que encontraban delante. Pisaban las jaimas , las rociaban con gasolina y luego las quemaban, y los coches que encontraban en el campamento también, porque había mucha gente que tenía su coche allí, los ponían patas arriba y los quemaban, les echaban gasolina y los quemaban también.’’
’’Por la noche el ejército también entraba en las casas, y violaban a las chicas ... una hermana mía fue violada’’
Afirma ser testigo de abortos espontáneos de mujeres embarazadas, por el efecto del humo y todo el terror que se originó. E igualmente vio cómo ’’los camiones arrasaban con todo lo que encontraban, sean mujeres, sean niños, había también gente ciega, minusválidos en sillas, todo, todo, no les importaba nada’’.
Intentaron sacar a las mujeres y niños del campamento, por grupos, pues tenían unos planes de evacuación, pero las fuerzas marroquíes consiguieron subir a sus furgonetas a gran cantidad de gente, llevándosela a zonas desconocidas. ’’Ahora mismo todavía no se sabe a dónde’’.
’’Vi cadáveres en el campamento, muchos, muchísimos, sin poder diferenciar si estaban muertos, medio muertos, heridos, vi cientos, cientos, sólo se veía humareda y llamas. Era evidente la intención de masacrar a todos los que estaban en el campamento’’.
’’Los policías repartían gorras blancas, para identificar al colono, y al que no tenía gorra blanca se sabe que es saharaui’’
Sigue relatando la huida, y explica que pudieron salir por las mismas brechas abiertas por la Policía, y luego se fueron a la ciudad. Pero de nuevo se encontraron al ejército en la entrada, con armas de fuego, impidiéndoles entrar. ’’En la ciudad no podíamos entrar, había otra frontera que lo impedía, la gente no sabía dónde ir, muchos se fueron al desierto y no sabemos qué les pasó. Cuando entramos en la ciudad, empezaron los enfrentamientos y en seguida empezaron a venir los efectivos del campamento, camiones militares de refuerzo a la ciudad’’.
’’La policía entregaba a los ciudadanos marroquíes banderas, armándoles con cuchillos, y éstos, los colonos entraban en las casas y robaban de las casas y de las tiendas saharauis’’. Cuenta también cómo la represión se realizó claramente con criterios étnicos pues desde al menos dos comisarías ’’los policías repartían gorras blancas, para identificar al colono, y al que no tenía gorra blanca se sabe que es saharaui, y entonces iban a las casas del saharauis’’.
Debido a que dentro del Campamento llevaba una identificación en la solapa de organizador, ’’la Policía marroquí me tenía fichado’’, y ya ha sufrido las salvajes represalias contra su familia. ’’Por la noche el ejército también entraba en las casas, y violaban a las chicas, les quitaban todo lo que podían de la casa, mataban a gente, a la mayoría que estaba allí se los llevaban y no se sabe a dónde’’.
Más adelante, con alguna dificultad y entre silencios, relata: ’’Vinieron a buscarme a mí pero no me encontraron. Yo tuve que salir porque iban a venir a buscarme. Una hermana mía fue violada y a mi madre le dieron en la cabeza. Luego quemaron la casa’’.
Brahim Muhammad permaneció escondido durante dos días en casa de otra hermana suya, muy enfermo por los problemas de los gases lacrimógenos y gracias a la ayuda de un familiar que trabaja en el aeropuerto, pudo subir a un avión y salir del país. Actualmente está recibiendo en España tratamiento médico y prefiere no ser fotografiado.
* En Las Palmas, el 13 de noviembre, en el Puerto.
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