REDES DE CAMBIO / Crónica de las jornadas Redes sociales y derechos humanos.
Periodismo en la web y en las calles

Una crónica personal de las jornadas organizadas por el periódico DIAGONAL con motivo de su séptimo aniversario, en el Museo Reina Sofía de Madrid.

16/04/12 · 9:00

¿Dónde iba a parar una violación de derechos en los tiempos anteriores a internet? ¿Qué pasaba cuando nadie podía documentarla? ¿Y cuando el poder manipulaba la verdad a sus anchas, sin que nadie contrainformara? ¿Quedaba del todo ignorada –e impune–?

Las cosas han cambiado. Ahora todos tenemos un móvil y todos tenemos acceso a internet, y del ojo de un testigo es difícil que una injusticia no se traslade a una fotografía o un vídeo que la dejen bien archivada, accesible al conocimiento de todos los que quieran conocerla. ¿Nos damos real cuenta de ese privilegio? Deberíamos hacerlo.

Sobre las luces y las sombras del periodismo ciudadano actual se ha hablado en las jornadas preparadas por el periódico Diagonal “De la primavera árabe al 15M. Redes sociales y derechos humanos”, impartidas en el auditorio del Reina Sofía (situado en el cogote del gran edificio en Atocha) y en las que periodistas, hackers, escritores y activistas se han despachado a gusto acerca de ese gran misterio del buen periodismo.

Información ciudadana: y las redes se volvieron periódicos

Todos conocemos para qué sirven las redes sociales. Son un lugar común donde encontrarte con tus colegas, tus conocidos. Es el lugar de encuentro cuando se acaban los lugares de encuentro estudiantiles o laborales para una ciudadanía poco dada a bajar a la calle sin un motivo de fuerza mayor.

Y, como cualquier lugar de encuentro, adquiere de forma inevitable un tinte comunicativo y político. En pocos lugares encaja mejor el periodismo libre: un comunicador puede actuar de forma inmediata y sin necesidad de cruzar los filtros de los medios convencionales. En contra de este elitismo de los grandes medios y sus intereses, la periodista Olga Rodríguez reivindica el derecho “no sólo a que nos informen, sino a informar”. Rodríguez añade que “estar bien informado es una militancia. No queremos ser súbditos ni meros consumidores. Y no te puedes informar bien sólo con los grandes medios”.

En ese plano se explica también Pablo Padilla, miembro de Juventud Sin Futuro: “Los medios que dicen que el 15M ha muerto, que hay que trabajar por España y que no estamos para huelgas, esos medios no pueden ser los únicos que expliquen lo que pasa”, dice.

Y, ¿quién puede explicarlo, entonces?

Los medios alternativos y el periodismo ciudadano son, prácticamente, la única respuesta a esa pregunta. Cuando ocurre un suceso, desde Twitter puede hacerse un llamamiento a que alguien vaya a ver qué ocurre. Quien esté más cerca, simplemente, va a presenciarlo y lo cuenta. Parece sencillo. Según la artista griega Tina Voreadi, “la vida de las mentiras es más corta en Twitter: la gente interesada en lo que ocurre sabe que debe buscar fuentes y testigos fiables”.

Pablo Padilla cree que son herramientas útiles para crear conciencia, pero que no nos podemos conformar con hacer clic, con darle a me gusta. “Estamos en la red, pero salimos a la calle”, defiende.

Desde la calle hasta la red: las revueltas árabes

Entre los ’80 y ’90, Mubarak, qué paradoja, favoreció al acceso de todos los egipcios a internet y la telefonía móvil. No se debía oler que en su país surgiría el movimiento activista bloguero más importante del mundo árabe, ni que, pese al apagón de Internet de enero del 2011, el activismo seguiría en pie.

6 de junio de 2010, en Alejandría: Cuando unos policías sacaron de un cibercafé y asesinaron al bloguero Khaled Said, sus amigos aprovecharon los diez minutos que dejaron abandonado su cadáver en la calle para hacerle una fotografía. A su regreso, los policías le pusieron una bolsa de marihuana en la boca para tener la coartada de que había muerto al intentar tragarla. Pero la fotografía ya estaba dando la vuelta al mundo vía internet. La verdad estaba a salvo.

En la matanza en Maspero de octubre de 2011 se masacró a un grupo de manifestantes, sometiéndolos a humillaciones y palizas de las que hubo 28 muertos. Al no haber corresponsales, los medios internacionales, entre ellos los españoles, ofrecieron la versión oficial: que se trataba, simplemente, de enfrentamientos sectarios.

Conocemos, no por los grandes medios, los mártires de las revueltas árabes. En Siria, a un cantante crítico le arrancan la garganta. A un caricaturista político le rompen los dedos. Los medios lo simplifican o lo callan; pero la verdad queda a salvo siempre: siempre existe alguien que lo ve, lo fotografía y lo difunde.

Efecto dominó: Las revueltas europeas y el 15M

Grecia tomó importadas las formas de España: la desobediencia pacífica, las asambleas populares, etc. Sobre los medios de su país, Tina Voreadi dice que éstos "te dicen la noticia y cómo interpretarla. Omiten información. Distorsionan datos". "Hay poco trabajo de investigación, se reproducen informes (de la policía, de las agencias internacionales…). Dan prioridad a noticias de espectáculos y curiosidades". Está claro que no es algo exclusivo de Grecia.

Tras el asesinato del joven Alex Grigoropoulus, agresión que la policía griega justificó diciendo que los manifestantes “les estaban atacando”, un canal televisivo reprodujo un vídeo manipulado: se le había añadido sonido de cristales rotos y gritos de lemas contra la policía. Pero el vídeo original, en el que el único sonido era el sonido de los disparos, ya circulaba por la red. Una vez más: la verdad había quedado a salvo. El canal rectificó, pero sólo acertó a hablar de “problemas técnicos”.

Y lo que Grecia toma de España, España lo toma del otro lado del Mediterráneo, donde una postura crítica se paga mucho más cara. "Los árabes nos llevan la delantera: han tenido tanta dificultad que se las han ingeniado", dice Olga Rodríguez, "Colectivos como el del 15M deberían tomar nota de ellos".

El lado oscuro de las redes sociales: viviendo en casa de terceros

Cada vez hay más uso de redes como Facebook con el fin del activismo: así es lógico que sea cuando no se posee acceso a otro medio de difusión masiva y libre. Pero, ¿es real esa libertad? La colaboradora de Periodismo Humano, Leila Nachawati, dice de estas plataformas que "hay una falsa ilusión de que son un espacio libre, cuando realmente son propiedad de empresas con intereses propios". Es cierto que ninguna de ellas se diseñó para el activismo o el cultivo de la libertad de expresión, precisamente. "Los ciudadanos se encuentran en situación de inseguridad: es como estar en casa ajena", añade la periodista.

¿Será verdad? ¿No existe la libertad ni tan siquiera en Internet? ¿No soy totalmente libre de decir lo que quiero decir? ¡Cómo no voy a serlo!

Oigo algunos casos. Al activista chino Michael Anti le anularon la cuenta de Facebook por, supuestamente, usar el seudónimo por el que era conocido y no el nombre real –mientras que el perro de Zuckerberg tiene, tranquilamente, una cuenta propia-. La misma red cerró también la célebre página de repulsa al asesinato de Khaled Said por “denuncias recibidas”. Flickr también tumbó una cuenta de activismo gráfico. A la caída de Mubarak, la policía secreta se infiltró en las redes para hacer contrapropaganda. En Grecia salió una lista de asalariados por el gobierno de Papandreu, pagados para estar en las redes difundiendo información falsa. Resulta que internet acaba siendo un medio para vigilar a los disidentes.

Entonces, quizás es cierto que ni tan siquiera el más libre de los espacios es libre. El escritor Santiago Alba Rico define a las redes sociales como un “territorio” que tenemos que conquistar y liberar, "como las plazas o los países", y cuya "relación de fuerzas reproduce la del exterior: basta ver quién cuelga la información relevante".

Pero claro, Leila Nachawati se pregunta hasta qué punto es realista pedir a las empresas que respeten los derechos humanos y de expresión cuando lo que buscan, como empresas, es su propio negocio.

Dentro de estas redes, Twitter y Youtube tiene políticas de anonimato más positivas para los activistas. Por eso se usan más. "Twitter respeta más a los usuarios porque no tiene ni idea de por qué la gente usa Twitter. Se le está dando un uso que sus creadores nunca hubieran imaginado. Han visto que se les ha ido de las manos y por eso dicen “¡no lo toquéis!”". Así lo explica un miembro de Hacktivistas, que define a un hacker como “una persona que usa un libro para calzar una mesa”, es decir, alguien que usando cosas que no están pensadas para ese uso consigue nuevas soluciones.

Esa filosofía, junto con los nuevos software, plataformas alternativas y redes sociales libres como N-1, es la manera de enfrentarse a la supremacía de las redes sociales controladas por empresas. De responder a esta necesidad de emancipar a los usuarios y hacerles dueños de un espacio realmente suyo.

Pero las revoluciones se hacen en las calles

Santiago Alba Rico dice que, durante las revoluciones árabes, no hacía falta recurrir a móviles o Facebook: uno ya sabía que si iba a tal plaza iba a haber una manifestación. "Yo preguntaba a la gente allí reunida: “¿Quién os ha convocado, un sindicato, un líder…?” Ellos contestaban: “El espacio mismo”".

Para contestar a aquellos que llaman a la egipcia la revolución del Facebook, el activista egipcio Basel Ramsis cuenta que, aunque es cierto que hubo una fase inicial en la que las redes sociales tuvieron un papel crucial, al apagón de red y telefonía móvil del 27 de enero de 2011 en Egipto el activismo no cesó. "Yo vi desde Madrid que mis amigos desaparecían del Facebook", cuenta. "Uno de ellos dijo: ’No olvidéis que la revolución Rusa se hizo sin internet y sin teléfono móvil’".

Las redes, en definitiva, son sólo las herramientas. Un miembro del colectivo Democracia Real Ya cuenta haber visto un cartel con el lema: “La revolución será twitteada”. "Sí, pero no la haremos por Twitter", añade. Se puede decir: la haremos con las redes, la haremos con los medios de comunicación libres, pero la haremos en las calles. Nuestra tarea ahora es hacer nuestras las redes, calles y medios.

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Jornadas del VII aniversario de Diagonal // Foto: Diana Moreno
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