"TESTIMONIOS: Serie ""Huida de El Aayún a Las Palmas"""
’’A los que peor estaban, los llevaban al Hospital Militar, por que allí hay más secretismo’’

Alí Salam, fue entrevistado el 16 de noviembre en Las Palmas, durante una velada de protesta frente a la Delegación del Gobierno en Canarias. Nos aporta un nuevo y terrorífico testimonio, pues le tocó ser testigo directo de los hechos desde el Hospital Militar y el Depósito de Cadáveres.

01/12/10 · 18:04
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Nuevos testimonios corroboran la intención genocida de Marruecos de masacrar a la población civil, incluyendo explícitamente a las mujeres y niños, guiándose exclusivamente por criterios raciales, en una táctica premeditada y sistemática de limpieza étnica, y provocando a la población civil para que se viese envuelta en un sangriento enfrentamiento fraticida.

Ya desde el primer momento, el Gobierno marroquí buscó, por todos los medios, ocultar cualquier prueba o indicio de lo que estaba ocurriendo. Pero a las Palmas de Gran Canaria siguen llegando cada vez más testimonios de ciudadanos, ya sean saharauis, marroquíes, mauritanos, españoles o canarios, de las brutales atrocidades cometidas por el Reino de Marruecos.

El último testimonio directo que hemos podido recoger, nos lo trae Alí Salam. Alí se define indistintamente como saharaui, como residente en las Palmas o como ciudadano con pasaporte marroquí. Su testimonio es más importante si cabe por sus lazos familiares y relaciones con altos funcionarios y militares marroquíes. Hacemos con él un pequeño recorrido cronológico de su estancia en la ciudad de Al Aayún, adonde llegó el 11 de octubre para casarse.

Ya los días anteriores a los hechos, dice que se sintió inquieto ante el impresionante acopio de efectivos. Y tuvo conocimiento por fuentes militares directas (que por razones obvias no quiere identificar), tanto de la llamada a reservistas del ejército, como del cambio de policías por militares “por ser éstos más jóvenes y tener menos lazos afectivos y familiares con la población”. Y sentencia que el paso al campamento se cerró, precisamente el domingo, para impedir salir explícitamente ’’a las mujeres y niños, a familias enteras que aprovechaban para ir a ver a los familiares acampados, y llevarles víveres y alimentos’’.

El día del desalojo, Alí estaba presente en la Avenida Smara. ”Había 2.000 ó 3.000 manifestantes. El campo de fútbol había sido habilitado como comisaría provisional. De ésta salieron los ’cuatro por cuatro’ del ejército, aproximadamente 20 coches. Salían en parejas, iban directo contra los grupos de gente para obligarles a dispersarse y detenerlos, y continuamente atropellaban a la gente”. En otras partes de la ciudad, ’’la policía con megafonía invitaba a los marroquíes a defenderse de los saharauis, a los que acusaba de iniciar una guerra contra el rey”.

Alí describe muy claramente la enorme arbitrariedad y brutalidad con que actuaban y mataban, las fuerzas de represión: ’’una mujer gritaba consignas a favor de la libertad para el Sáhara, y un militar se dio vuelta corriendo, la cogió por los pelos y en un instante le reventó la cabeza contra la acera; después, le escupió encima’’. Refiriéndose aún a hechos ocurridos el lunes, pero que a menudo se repetirían posteriormente, también relata cómo la policía marroquí metía bombas de gas en las casas, matando a la gente por asfixia. “En casa de una hermana mía, que vive con niños pequeños, lo hicieron”.

El día siguiente al desalojo fue a llevar a su mujer a Villa Cisneros (topónimo español de la actual Dajla). Aprovechando el viaje de vuelta, se trajo a su hermana. Pero ésta, ”enferma de tiroides, murió de un infarto al llegar a Al Aayún y ver la ruina en que se había convertido”.

En el Hospital Militar, adonde acudió con su hermana y donde realizó todos los trámites de su defunción, fue testigo de los peores momentos de su vida. ’’Todos los días vi salir de las comisarías y del cuartel de la Gendarmería a torturados en ambulancias. Sólo a los heridos por traumatismos [aclara que provenían fundamentalmente de los atropellos con los coches] se los llevaban al hospital de la ciudad.

A los que peor estaban, los llevaban al Hospital Militar, por que allí hay más secretismo. En el hospital vi entrar a mucha gente herida, mujeres gritando, gente en un estado de ’shock’ increíble, vi gente como ’zombis’ que les hacía así [chasquido con los dedos frente a la cara, agitando la mano] y no respondían nada”. También desde el mismo hospital, por la calle de atrás, vio ’’un camión del ejército cargado con cadáveres, los soldados iban encima, llevaba trece o catorce cadáveres, iban tapados como si fueran sábanas”.

Posteriormente, en el depósito de cadáveres, ”el señor de la morgue nos estaba buscando un sitio vacío, porque no había ninguna identificación, sacaba y metía las bandejas, no sabía si había alguna persona o estaba vacío, pero da la casualidad de que en todos los que abrió había dos personas, y ninguna llevaba identificación. Unos tenían la cara reventada; otros tenían la cabeza, el cuello y el torso quemados; otros estaban asfixiados”.

Enterró a su hermana el jueves, y el sábado 13 de noviembre volvió a las Palmas, tras su más que negra luna de miel, pues para colmo de males, tuvo que dejar a su nueva mujer en los Territorios Ocupados “por no tener papeles”. Antes de partir, en una zona de acceso reservado sólo a militares, aún tuvo que ver, muertos, ’’a una mujer, con un niño abrazado, que se los estaban devorando los perros”.

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