CRÓNICA
Un paseo por un ensanche suburbano madrileño

La Suerte queda a diecisiete paradas de Sol. No sabía ni que existía. Entro en el suburbano abarrotado, a las cinco paradas consigo sentarme y, antes de llegar a mi destino, en el vagón quedamos yo y una madre joven con su carrito. Como muchas estaciones de metro del extrarradio, la Suerte no tiene ventanilla, sólo hay máquinas. Pero sí tiene un vigilante. Está fuera y custodia la plaza de tierra.

21/05/12 · 10:00

La Suerte queda a diecisiete paradas de Sol. No sabía ni que existía. Entro en el suburbano abarrotado, a las cinco paradas consigo sentarme y, antes de llegar a mi destino, en el vagón quedamos yo y una madre joven con su carrito. Como muchas estaciones de metro del extrarradio, la Suerte no tiene ventanilla, sólo hay máquinas. Pero sí tiene un vigilante. Está fuera y custodia la plaza de tierra. La cruzo y ya estoy en la avenida principal del Ensanche de Vallecas, a la orilla de cuatro carriles para el tráfico motorizado que se extienden hasta el infinito. Los cuatro semáforos sucesivos están rojos, no hay tráfico y yo soy la única peatona. ¿Me lo salto?

La vida urbana desaparece en este ensanche en una sucesión de descampados, aparcamientos, bloques de edificios y rotondas. No hay ropa colgada en las fachadas, tampoco hay tiestos en las ventanas, sólo carteles suplicando la venta. “Últimas viviendas y locales a precio de saldo”, un cartel publicitario cubre la fachada entera de un edificio verde chillón lleno de bajos tapiados. Viviendas, locales y plazas de garaje están ‘disponibles’ a lo largo de toda la avenida, de todo este suburbio de la metrópoli madrileña proyectado para albergar 28.000 viviendas desde su inauguración en 1999 y aún en ejecución.

No hay comercio en los locales, nunca lo hubo, y los que han comprado quieren deshacerse de ellos. El comercio se concentra en las tres grandes cadenas de distribución. “A la compra voy en coche”, me responde una mujer sentada en un banco con vistas a una torre de alta tensión. Primero camino en dirección al Este y enseguida me encuentro con la autopista de circunvalación inaugurada en el 2002. El paisaje urbano se desdibuja pero, pasado el puente de la M-45, reaparece con conglomerados de oficinas.

Cambio de dirección. Atravieso cuatro rotondas, varios descampados donde pasean algunos perros y muchas manzanas de bloques. Primero son manzanas cerradas, con bloques construidos. Después manzanas abiertas en canal, con edificios a medio construir y varias grúas apostadas, sin vida. Y cuando llevo diez minutos andando, las construcciones son esqueletos dispersos, palés con escombros.

Llego a una explanada pavimentada, hay bancos que se dan la espalda y un par de niños jugando; debe ser un parque. Ahí es donde me encuentro con la señora que me dijo que iba al súper en coche. “Al hospital voy en autobús”, añade. Las distancias aquí no son para peatonas. Atravieso el parque y ya no puedo continuar. Hay una verja que separa la zona de búnkers de los chalets unifamiliares. Y entremedias, el campo, o lo que queda de él, esa mancha marrón que aparece en el Google Maps. Aún queda suelo rústico sin urbanizar después del Plan de Actuación Urbana de Vallecas, pienso, mientras recuento las montañas de escombros y palés apilados que conviven con las amapolas. El aire corre y se escuchan los pájaros.

Se hace de noche y ya no me siento segura en este cementerio de cemento. De vuelta, huele a pan recién hecho. Es el chino-bazar, uno de los pocos locales con vida que me encuentro, además del Telepizza, la peluquería Rizza-Rizzo, un par de sucursales bancarias y una escuela infantil privada. Y también encontré a la ida una farmacia. Estaba cerrada, pero tenía una máquina expendedora con el botiquín de supervivencia periférica: caramelos, condones, potitos, compresas, pañales, leche en polvo y suero fisiológico. En la puerta del chino han pegado un anuncio, no habla de las miserias del ciclo inmobiliario, es una invitación al trueque organizado por el 15M en Villa de Vallecas. Si ya es difícil cruzar a la acera de enfrente, ¿cómo será desplazarse desde esta mancha de urbanismo desconectada del tejido urbano del Distrito?

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comentarios

2

  • |
    anónima
    |
    23/05/2012 - 11:25am
    <p class="spip">Hola, se trata de una crónica de ficción que pretende recrear los problemas de movilidad de los grandes monstruos urbanísticos que se han construido en la periferia de las grandes ciudades.</p> <p class="spip">Efectivamente no es un artículo de investigación, ni de análisis... es, sobre todo, un intento de aportar un texto más ligero, con toques humorísticos, que presente un día cualquiera de las personas que habitan y se desplazan en estos lugares. Estaba situado en la contraportada del especial, que al igual que la contraportada del periódico, siempre presenta textos humorísticos... por lo tanto es cierto lo que comentas, sería más semejante al contenido de un blog que a un artículo "serio", que en mi opinión sí se encuentran a lo largo de todo el especial. Aun así, creo que contiene elementos que invitan a la reflexión sobre un tipo de urbanismo muy extendido en las periferias de las grandes urbes.</p> <p class="spip">Un abrazo,</p> <p class="spip">Julio (miembro del colectivo editor de Diagonal)</p>
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    anónima
    |
    22/05/2012 - 12:32pm
    Vaya artículo... Desde el punto de vista periodístico, estructura pésima... parece un blog, una novelucha...
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