El largo verano de la Autonomía

En la última semana un cambio
inesperado ha sacudido
la escena política. Por primera
vez desde la instauración
del régimen, la maquinaria bipartidista,
engranaje clave del proyecto
neoliberal, ha visto como en
las plazas ha surgido un ciclo de movilización
autónomo que pide un
cambio de sistema. Ya nada será
igual después del 15M.

27/05/11 · 14:14
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¿Qué es y qué no es ciclo de movilizaciones
abierto? Iniciado con las
convocatorias de Juventud sin Futuro
y Democracia Real Ya, no ha sido
organizado desde las redes tradicionales
de activistas, aunque los sectores
menos identitarios y doctrinarios
de éstas –los más atentos a los
cambios sociales y a las nuevas formas
de hacer política– hayan estado
presentes desde el primer momento,
a menudo incluso como impulsores
del proceso. Tampoco se trata
de una operación preparada desde
oscuras instancias como han pretendido
algunas voces más o menos
‘conspiranoicas’ de la izquierda más
extrema, dogmática e infoxicante.

El ciclo del 15M es, por el contrario,
la ruptura constituyente de un
cuerpo social que hasta ahora estaba
ordenado por el poder soberano
–un “pueblo”, al decir de Hobbes–.
Por medio de la desobediencia civil,
sin embargo, ha comenzado a devenir
“multitud” –al decir de Spinoza–,
a configurarse fuera del mando como
un poder constituyente capaz de
desafiar a las estructuras del régimen,
articulando un proceso democrático
en el que participación, deliberación
y decisión tienen lugar
entre la plaza pública y el cerebro
virtual del intelecto colectivo que
conforman las redes sociales.

Hay un desplazamiento al terreno
del antangonismo. La divisoria en
las pasadas elecciones no ha discurrido
entre izquierda y derecha, sino
entre dentro y fuera del régimen, entre
un mando neoliberal que deconstituye
la democracia liberal y un
cuerpo social multitudinario que reivindica
el juego ilimitado, agonístico
y directo de una democracia absoluta.
El consenso legitimador de
la representación política que en su
momento instituyó el parlamentarismo
se ha roto y no lo ha hecho por
la “izquierda más a la izquierda”,
por sus fallidas refundaciones, sino
por ‘abajo’ y/o ‘afuera’.

El fragmento de cuerpo social,
organizado en la representación
como electorado de izquierda no
se ha quedado en casa esta vez,
oculto tras la impotente abstención
o el conformismo táctico del voto
útil. Antes bien, lejos de consentir
silencioso y silenciado, el neoturnismo
que durante décadas ha impuesto
el bipartidismo imperfecto,
la parte productiva, precaria y excluida
del cuerpo social ha optado
por tomar la plaza, por denunciar
el dispositivo pendular bipartidista
y marcar la agenda política para el
último año de legislatura.

Más allá de la partitocracia, es la
política del movimiento. En las próximas
semanas los medios pretenderán
cerrar el proceso abierto con
una vuelta a la ‘normalidad’. Una
vez más, la democracia de partidos
se nos presentará como la única opción
legítima. Sin embargo, la restitución
del mando es hoy mucho más
complicada de lo que se pudiera
imaginar. El empoderamiento que
ha tenido lugar en las plazas no será
fácil de reducir. El gesto se ha traducido
en movimiento y este es una potencia
que no será fácil dominar.

Con todo, el riesgo de un agotamiento
temprano es real: una
izquierda más a la izquierda, satisfecha
con sus resultados, puede
afirmarse complaciente en la vía
partitocrática confiando en frenar
a la derecha. En las redes del activismo,
la previsible estrategia de la
tensión de una derecha en auge,
puede estimular inercias ideológicas
que aboquen al fracaso.
Confiemos en que la inteligencia
colectiva nos conduzca a un largo
verano de la Autonomía.

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