Una enfermera que trabajó en la clínica privada San Ramón de Madrid a finales de los años ’70, con el doctor Eduardo Vela, revela a DIAGONAL cómo se entregaban los bebés y que no se anotaban los nacimientos de los niños ya adjudicados a otros padres.
- Fachada de la maternidad privada de San Ramón, Paseo de la Habana 143 de Madrid, donde cientos de niños fueron dados en adopción y otros tantos supuestamente murieron. Foto: David Fernández.
Una enfermera, ya jubilada, explica todo lo que sucedía en la clínica San Ramón, donde las denuncias por robos de bebés saltaron hace más de 30 años. Esta enfermera trabajó unos meses en la maternidad con el doctor Eduardo Vela Vela y relata que en esa clínica se entregaban niños, que es cierto que había un bebé congelado en una cámara frigorífica, siempre el mismo, y que Vela hacía cesáreas sin necesidad para que las parturientas estuvieran más tiempo en la clínica y ganar más dinero.
La enfermera, que no desea identificarse, asegura que quiere contar lo que vio para ayudar a las personas que están sufriendo.
DIAGONAL.: ¿Cómo llegó usted hasta esa clínica?
ENFERMERA: Me llamaron para hacer una sustitución de unos meses, a finales de los años ‘70.
D.: ¿Y qué recuerda?
E.: Empecé a ver cosas muy raras. Yo era enfermera y tenía experiencia suficiente para darme cuenta de que aquello no era normal. Por ejemplo, ingresaban muchas mujeres sobre las que había una especie de pacto para que no se registrasen en ningún documento. Ni en el libro de entrada de la clínica, ni en el de salida. No había historia médica, nada. A mí aquello no me parecía normal, pero eso era algo como asumido allí. Había como un acuerdo. Y los demás obedecían órdenes. Existía mucho secretismo.
D.: ¿En qué casos ocurría esto?
E.: Venían muchas chicas extranjeras embarazadas, filipinas o de otros lugares, que trabajaban en casas de gente de dinero. Eran chicas internas, “criadas” como las llamaban antes, que se habían quedado embarazadas porque habían tenido una historia de amor con el señor de la casa…
D.: ¿Una historia de amor…?
E.: Sí o las había dejado embarazadas el señorito. En esos casos no se anotaba nada. Y la familia ‘bien’, gente importante, en la mayoría de los casos, lo pagaba todo… Yo notaba que todo estaba ya pactado. Había mucho dinero de por medio.
D.: ¿Cuánto, unas 100.000 de las antiguas pesetas?
E.: No, yo diría que mucho más, eso es muy poco.
D.: ¿Ellas estaban de acuerdo en dar ese hijo?
E.: Estas mujeres sí. Sabían a lo que iban. También había chicas embarazadas que no estaban casadas, incluso muchas de ellas eran también de familias adineradas. De jueces, médicos, abogados, políticos... gente de alto estatus. En estos casos tampoco se llevaba control. No se registraba nada. Ya estaba todo hablado. Esos niños se entregaban. La que llevaba un poco más el control era la monja.
D.: ¿Sor María Gómez Valbuena?
E.: Sí. Recuerdo la imagen. La monja ponía a todas las chicas ingresadas a hacer ganchillo.
D.: ¿Cuántos niños eran entregados en la maternidad de San Ramón al día?
E.: Dos o tres cada día.
D.: Entonces, ¿había mucha gente ingresada?
E.: No. Era un chalet con sólo 10 habitaciones. Aquello no parecía una clínica ni por dentro ni por fuera. Pero salían y entraban muchas mujeres embarazadas. Otra cosa que me llamó la atención fue que se practicaban muchas cesáreas sin necesidad. Eso era porque así dejaban a las mujeres siete días más, mínimo, ingresadas en la clínica, y así el doctor Vela ganaba más dinero. Recuerdo que había mucho mutismo. Era: tú obra y calla. El doctor Vela era un hombre distante. Se mantenía en su papel de director y dueño. En la clínica no se hablaba. El doctor Vela actuaba con total naturalidad, estaba acostumbrado. Era su trapicheo. Él era el que mandaba y en segundo lugar estaba sor María Gómez Valbuena.
D.: ¿Cree usted que Vela entregaba los bebés porque, como él ha dicho, era mejor para las madres, por una razón ligada a la moral católica?
E.: Sinceramente, no. El doctor Vela no entregaba a los bebés por una cuestión moral, era su negocio.
D.: ¿En el parto se dormía a las embarazadas para que no conocieran a su hijo y así poder argumentar que había muerto?
E.: Sí. Era como se hacía también en otros hospitales públicos, pero en esas maternidades las mujeres habían dado su consentimiento por escrito previamente. En la clínica privada San Ramón se las atontaba un poco. Inhalaban éter o pentanol, tampoco era una anestesia total, para que no escucharan al hijo. Así no preguntaban por él después.
En San Ramón no había medios, era todo muy cutre. No había apenas material quirúrgico, a las mujeres se las trataba con austeridad.
Recuerdo un caso terrible. El doctor Vela practicó una cesárea a una embarazada y surgieron complicaciones. La mujer se desangraba y como no había banco de sangre el doctor Vela mandó al marido a comprar sangre a la calle, no sé dónde, y cuando el hombre llegó esa mujer ya había muerto. Fue horrible. No había de nada. Esa mujer murió el día de San José. Tengo un recuerdo horrible de aquello. Tampoco había equipos técnicos para atender a los neonatos.
D.: ¿Usted se imaginaba las dimensiones de esta trama organizada? ¿Cómo se siente usted con todo lo que ahora se está conociendo sobre el robo de bebés?
E.: Muy mal. Con mucho dolor. Vienen a mí muchas cosas negativas… mucha impotencia. No imaginaba todo esto. Estoy sufriendo mucho. No hay palabras…
D.: ¿Cuánto tiempo trabajaba usted al día en esa clínica?
E.: Unas horas..., yo no tenía contrato. Entonces la ignorancia triunfaba. Si yo supiera quiénes son las madres de esos hijos que las buscan ahora… Pero no hay papeles. Yo entonces no era de la plantilla. Me estoy enterando ahora de todo lo que ocurrió, en otras maternidades también. Esa forma de actuar está en desacuerdo con la vida. En San Ramón había mucho silencio, pero todo el mundo sabía y otorgaba.
D.: ¿Todos? ¿Incluidos administrativos, personal de mantenimiento...?
E.: Sí, todos. Claro, era un hospital pequeño. La madre entraba, daba a luz y después, de buenas a primeras, le decían que el niño había muerto.
D.: ¿Siempre enseñaban el mismo bebé muerto cuando le decían a la madre que había fallecido su hijo, mientras el niño ya había sido entregado?
E.: Sí.
D.: Entonces, ¿no morían bebés en San Ramón?
E.: No. Yo allí nunca vi que murieran niños, ni ataúdes con bebés, ni un entierro, ni nada. La única defunción en los meses en que yo trabajé fue la muerte de la mujer que se desangró. Lo que no entiendo es cómo ha tardado tanto tiempo en salir todo esto a la luz. Allí lo sabían. ¡Cuánta hipocresía! Si yo hubiera formado parte de la plantilla… Yo tengo hijas y me parece una crueldad. Si esto hubiera salido antes hubiera sido más fácil tirar de la hebra. Tengo muy malos recuerdos.
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