CLINT EASTWOOD (1988)
- ‘BIRD’ narra los últimos días de vida de Charlie Parker y los recuerdos de su
vida en forma de flashbacks.
En el relato El perseguidor
de Julio
Cortázar puede leerse:
“Nadie sabe
ya cuántos instrumentos lleva
perdidos, empeñados o
rotos. Y en todos ellos tocaba
como yo creo que solamente
un dios puede tocar
un saxo alto”. El relato está
dedicado a la memoria de
Charlie ‘Bird’ Parker (1920-
1955), a quien muchos consideran
el padre del jazz moderno,
y fue escrito unos meses
después de su muerte.
Tres décadas más tarde, como
si se tratase de un eco de
aquel texto, Clint Eastwood,
otro gran amante del jazz,
volvió a la figura del genial
saxofonista dispuesto a rendirle
su particular homenaje.
No era la primera vez que
el director de cine se acercaba
a este tipo de música: en
su primera juventud tocó el
piano y la trompeta en diversos
locales de su ciudad y, en
una ocasión, declaró que
con 15 años tuvo la suerte de
ver a Parker en directo y que
ya nunca pudo olvidar aquella
experiencia. En el plano
cinematográfico, en su película
Play misty for me (1971)
interpreta a un locutor nocturno
de radio que programa
con asiduidad canciones
del gran pianista Errol
Garner.
El lado humano de Bird
En Bird, el autor de Sin perdón
narra, además de la
grandeza musical de Charlie
Parker –interpretado a la perfección
por Forrest Whitaker–,
el lado humano del músico,
aquejado al inicio de la
cinta de una profunda depresión
por la reciente muerte
de su hija, a la vez que herido
en lo más hondo de sí mismo
por la ansiedad creativa y el
exceso de talento. Estamos
en 1955 y a Bird le quedan
tan sólo unos cuantos días de
vida. A partir de ahí, con un
enorme flashback que, en
más de una ocasión, da saltos
sobre sí mismo, la historia
retrocede o avanza en el
tiempo para contarnos sus
primeros pasos en el mundo
de la música. La escena jazzistica
de los años ‘40, dominada
por las orquestas de
baile y el adocenamiento de
la industria musical, antes de
que el be bop alcanzara su
mayoría de edad; los famosos
duelos entre músicos del
momento que se prolongaban
en interminables jam
sessions hasta bien entrada
la madrugada en el Kansas
City y en tantos otros clubs
de la época; sus grabaciones
en estudios sin apenas medios
técnicos de temas que
hoy son standars del género;
los inicios de su amor con
Chan, una aficionada a la
música, desde su infancia en
el Cotton Club y la orquesta
de Duke Ellington; la composición
de sus distintas formaciones
en las que tocaron
nombres tan importantes como
Dizzy Gillespie, Miles
Davis, John Coltrane, Bud
Powell, Max Roach o Charles
Mingus, entre otros, sin los
cuales el jazz de las siguientes
décadas no se llegaría a
entender; sus vaivenes emocionales;
sus conciertos en
París; su gira por los estados
americanos del Sur; la humillación
de tener que prostituir
su talento tocando en bodas
y fiestas de sociedad
cuando ya era considerado
uno de los más grandes del
momento; sus intentos de
suicidio, etc; mostrándose en
todo su largometraje una
gran admiración por el personaje
pero, a la vez, no ocultando
el progresivo deterioro
que casi 15 años de adicción
continuada le iban produciendo.
Una película, en fin,
tan maravillosamente ambientada
que verla tiene algo
de viaje en el tiempo; y tan
bien filmada que posee una
factura de cine clásico propia
de un director que ha alcanzado,
ya en vida, esa categoría
artística.
Bird está atravesada de
principio a fin por la música
de Charlie Parker –una música
de fraseo elegante y sonido
poderoso– con la que el
artista volaba muy alto, como
si intentara atravesar los
pliegues del tiempo y, de alguna
manera, aunque sólo
fuera por un instante, acariciar
la eternidad. El resultado
es uno de los ejemplos
más notables de ese matrimonio
tan bien avenido que,
desde sus inicios, han formado
el cine y el jazz, el séptimo
arte y esa música que una
vez que te ha seducido es
muy difícil dejar de escuchar.
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