JOHN HUSTON (1962)
- JOHN HUSTON narra cinco años determinantes en la vida de Sigmund Freud.
Hay películas en la
filmografía de algunos
directores
que, a pesar de su
calidad, apenas se conocen
o no han sido reconocidas en
su justa medida, en gran parte
porque se han visto eclipsadas
por el elevado número
de obras maestras que jalonan
su producción. Freud,
pasión secreta es una de
ellas; y algunos de los títulos
que la situaron en los agradables
y placenteros parajes
de la cinefilia son El halcón
maltés, La jungla del asfalto,
La noche de la iguana, El
hombre que pudo reinar o
Fat city, que es una de nuestras
favoritas.
En Freud..., con un guión
en el que participó el propio
Jean-Paul Sartre, se narran
los cinco años que transcurren
a partir de 1885 en la vida,
tanto intelectual como
personal, de Sigmund Freud,
–interpretado a la perfección
por un atormentado Montgomery
Clift–, así como el estado
de la psicología y sus precursores
a finales del siglo
XIX. Una vez situados históricamente,
nos muestra cómo,
centrándose en la información
que le proporcionan
sus pacientes (y los de sus colegas),
llega a algunos de los
descubrimientos, más científicos
que médicos, con los
que sienta las bases de lo que
posteriormente se conocerá
como psicoanálisis.
Así, nos hace partícipes de
revelaciones como que no toda
enfermedad tiene por qué
tener su origen en un órgano
dañado, sino que ésta puede
deberse a un trauma psicológico,
a ideas enquistadas en
el subconsciente; de la posibilidad
de superar ciertos
trastornos de la mente gracias
a la hipnosis (o a las regresiones)
que, bien empleadas,
pueden ser un puente
para llegar al otro lado del inconsciente
y, una vez allí,
deslazar ese nudo creado por
culpa de una experiencia
conflictiva; de la teoría de
que los sueños son ideas cifradas
que escapan del control
de la mente; de que puede
existir pensamiento en un
nivel no consciente; del enorme
valor de los lapsus que se
producen en medio de una
conversación inducida (lo
que, en cierto modo, ya no
hace necesaria la hipnosis);
del poder liberador que posee
verbalizar ciertos pasajes
de nuestro pasado a los que
tanto nos costó enfrentarnos;
de los mecanismos de autoprotección
que la mente se
crea a través del olvido o la
memoria selectiva; de los
complejos que podemos
arrastrar y que, en muchos
casos, tienen su origen en algún
episodio concreto de la
infancia; de cómo sublimamos
aquellos deseos a los
que somos incapaces de enfrentarnos
(y también que
los deseos reprimidos pueden
provocar neurosis); de la
necesidad de matar al padre
para poder construir tu propia
identidad; del complejo
de Edipo y de Electra ya contenidos
en las tragedias griegas
que son una de las fuentes
de donde el autor de
Psicopatología de la vida cotidiana
toma muchos puntos
de partida... Y de otras muchas
cosas, en fin, que hoy
nos parecen obvias pues una
de las grandezas del Freud
científico es que muchas de
las investigaciones que en su
momento produjeron enormes
controversias hoy están
tan aceptadas que incluso
forman parte del lenguaje común
como evidencias que se
han disuelto en el imaginario
colectivo.
La película, en la que la ficción
está al servicio de la verdad
histórica hasta hacerla
parecer un documental, tiene
un marcado tono pedagógico
para hacer comprensible
una visión del mundo
que, junto con la de Marx y
Nietzsche, fue de las más influyentes
en el pensamiento
moderno. Su pretensión divulgativa
nos recuerda a
aquellas producciones que el
Rossellini tardío realizó para
la televisión –programas sobre
Pascal, Sócrates, etc...–
convencido de que, bien empleadas,
serán un instrumento
perfecto para difundir el
saber humanista entre grandes
capas de la población.
Freud, de John Huston es, en
fin, un claro ejemplo de que
el cine, además de entretenimiento,
puede ser también
un medio ideal para transmitir
el conocimiento.
comentarios
0