CÓMIC // 75 AÑOS DE LA MUERTE DE LUIS BUÑUEL
Viaje a la tierra sin pan

El cómic Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Fermín Solís, editado con motivo del 75 aniversario del estreno del documental que el director aragonés rodó en Las Hurdes, indaga
en el proceso de creación de una de las obras más influyentes en la historia del cine español.

04/05/09 · 0:00
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BUÑUEL. El cineasta aragonés dibujado por Fermín Solís.

No es difícil imaginarse a Luis
Buñuel junto al pintor Ramón
Acín vagando de madrugada
por el casco antiguo de Zaragoza.
Es octubre de 1931 y el cineasta
acaba de regresar a
Europa tras una decepcionante
estancia de seis meses en EE UU
como observador de la MGM.
Con un pie en París y otro en
Madrid, nos lo encontramos indeciso
y desorientado, sumido
en una búsqueda personal y un
replanteamiento artístico. Tras
La edad de oro nadie está dispuesto
a financiarle nuevos proyectos.
Cansado del público, de
la crítica y especialmente de los
productores, Buñuel considera
que su carrera está acabada. Es
también el momento de ruptura
con la corriente surrealista, no
con sus formas y sus propósitos
revolucionarios, a los que se
siempre se mantendrá fiel, sino
con la deriva que Breton imprime
al grupo, alejándose del
mundo y erigiéndose como una
nueva aristocracia intelectual.

Tras leer el exhaustivo estudio
de Maurice Legendre sobre
la región extremeña de Las Hurdes,
aquella dipsómana noche
Buñuel reniega del surrealismo
elitista y aboga por un arte revolucionario
más directo. Me gustaría
hacer un documental, pudo
decir, un ensayo cinematográfico
de geografía humana
que retrate al hurdano como al
hombre natural sadiano, una crítica
directa al sistema burgués
capitalista, un atentado contra la
moral pública a través de la realidad
–ya que ésta puede ser tan
surrealista como la imaginación
más desbordada–.

Llegados a este punto, Ramón
Acín alza su copa mientras promete,
mitad en broma, mitad en
serio, que si le toca la lotería, él
mismo financiará la película.
Dos meses después el teléfono
suena. Del otro lado del aparato
Acín grita entusiasmado: “Ha
caído el gordo en Huesca”.
El rodaje se realizó durante la
primavera de 1932. Junto a Buñuel
acudieron el poeta Pierre
Unik, Rafael Sánchez Ventura y
el fotógrafo Eli Lotar. Pese a la
amplia documentación recopilada
por Buñuel, nunca existió un
guión como tal. Días antes de comenzar
el rodaje el director
apunta en una libreta lo que considera imprescindible: cabras,
niña, escuela, pan.
La cámara de Lotar explora el
infierno (como bautizó Unik a la
región) sin filtros ni metáforas.
Mostrando a los hurdanos en
tanto conviven con la miseria, la
hambruna, las infecciones, la indecente
mortandad infantil y las
enfermedades. “Nunca estaremos
tan hambrientos a la hora de
comer como ellos lo están cuando
han terminado”, sentencia
Unik. Pese a utilizar un formato
documental, Buñuel no rompe
el discurso superrealista de
sus dos anteriores películas. De
ahí que desde el primer momento
las imágenes y el texto (intencionalmente
académico e inocuo)
resulten incendiariamente
tendenciosos. No hay nada gratuito,
las escenas se manipulan
con un fin eminentemente agitador,
dramatizando la realidad para
que ésta logre alzarse por sí
sola, sin necesidad de interpretaciones,
contra su injusticia. Para
conseguirlo, Buñuel no duda en
mendigar escenas a cambio de
tabaco, untar de miel a un burro
y liberar a unas abejas para que
lo destrocen a picotazos, proponer
a un niño que escriba “Respetad
los bienes ajenos” o disparar
contra una cabra y empujar a
otra barranco abajo para poder
captar al animal despeñándose
desde distintos ángulos.

La película sería montada
por el propio Buñuel, y no sería
sonorizada hasta tres años
más tarde, tras el Bienio Negro
de Lerroux, quien, presa del
nacionalismo ciego, prohibió
inmediatamente su exhibición.
Cuando se reestrenó en París en
1937, Acín ya había muerto.
Tras el alzamiento militar, un
grupo de extrema derecha asaltó
su casa y al no hallarlo detuvo
a su mujer, proclamando que
si Acín no se presentaba la fusilarían.
Acín se entregó. Ejecutaron
a ambos.

Apenas recibió el dinero por
la venta de la película, Buñuel
entregó a las hijas de Acín las
20.000 pesetas con las que su padre
posibilitó que 75 años después
aún sigamos emocionándonos
con aquel revolucionario
retrato de Las Hurdes.


Surrealismo verosímil

Tras los pasos de don Luis, Fernando Solís viaja a Las Hurdes,
donde los tejados recuerdan a caparazones de tortugas,
para componer su novela gráfica de una manera tan
emotiva como respetuosa con sus personajes. El autor ficciona
sobre los miedos y los delirios que el de Calanda
siente durante el rodaje, cubriendo vacíos históricos con
verosímil imaginación. Así, traviste de monja al cineasta,
envuelve de materia onírica el texto, se inventa la presencia
de Acín durante el rodaje o hace dialogar a Buñuel con
una muerte disfrazada de hurdano tocado con el mismo
sombrero que Lang creó para Las tres luces. Todo surrealistamente
verosímil.

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