ENTREVISTA CON LLORENÇ SOLER, DIRECTOR DE CINE
“Mi trinchera de lucha era el cine”

Como marcado por su año de nacimiento, 1936, Llorenç Soler,
director de cine, realizador de televisión, escritor, profesor de artes
audiovisuales, poeta y pintor, dedica su profesión a la exaltación de
las minorías marginadas, a dar voz a aquellos que no la tienen. En
una conversación con DIAGONAL hace un repaso de su carrera.

05/07/07 · 0:00
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‘EL VIAJE INVERSO’. En la imagen, Llorenç Soler durante el rodaje de esta película sobre la despoblación rural.

Soler nace en Valencia
y estudia
una carrera técnica
que abandona
para dedicarse al cine. Se
inicia como productor publicitario,
pero pronto se
decanta por el cine documental.
Los comienzos durante
el tardo-franquismo
no fueron fáciles. Muchos
directores no aceptaban los
límites de la censura, lo que
les situaba en la ilegalidad
más absoluta. Era la época
de un cine independiente,
marginal, subterráneo,
amateur, donde la cámara
de 16 milímetros se utilizaba
con el propósito de cambiar
el mundo. Alrededor
de 1970 realiza El altoparlante,
Noticiario RNA, una
parodia del NO-DO, Carnet
de identidad
y Antisalmo,
sobre el vínculo Iglesia-poder.

“No me gustaba aquella
realidad, y por eso quise
reflejarla, para combatirla.
Son años de semiclandestinidad
cinematográfica,
donde mis películas se ven,
no sin peligro, en circuitos
alternativos. Aquella época
tenía el atractivo de lo prohibido,
el agridulce sabor
de saber que estabas al
margen de la ley. Y que tu
trinchera de lucha contra el
Franquismo era ésa”, comenta
Soler.

Por aquella época nació la
Cooperativa de Cinema Alternatiu
y La Central del
Curt, que intentaban unir
producción y distribución
para difundir cine independiente
en los canales de
exhibición alternativos. Esta
situación marca la estética
de Soler: ausencia de requisitos
como plan de rodaje,
presupuesto, producción,
guión... Un cine libre de apetencias
económicas, directo
y realista, tolerante y natural,
que admite hechos y
personajes sin someterlos a
juicio, dejándoles que se expresen
libremente, sin censura.
Esa libertad de movimientos
se traduce en una
libertad de acción difícilmente
asumible desde parámetros
industriales.

Desde su primer film sobre
los toreros del extrarradio
barcelonés -52 Domingos,
su “película más brutal
y descarnada” -, hasta uno
de sus últimos trabajos -Kenia y su familia, historia
de dos lesbianas que quieren
ser madres-, ha definido
una personalidad tajante en
su cine. Defensor de la cámara
en mano y los formatos
domésticos, con cierto
rechazo al preciosismo estético
y una actitud totalmente
subjetiva, para Llorenç el
documentalista trabaja primero
desde el corazón, luego
coge la cámara, comprometiéndose
con la causa que
aborda: “No me siento coaccionado
en mis producciones
industriales, mantengo
bastante impoluta la bandera
de la independencia y la
defiendo con uñas y dientes.
Desde hace años tengo la
norma de no participar en
producciones donde pueda
ver amenazada mi libertad o
mi pensamiento”.

En los ‘80 juega con la
experimentación en Bilbo,
Sonor o Topless/Videoexperiencia,
donde un pecho de
mujer en plano fijo de una
hora es sometido a diferentes
estímulos, siendo así uno
de los primeros videoartistas
españoles. Actualmente
sigue experimentando (Autorretrato),
aunque suele
mantener oculta esta faceta.
En 1984 entra como realizador
de la recién nacida TV3,
con los programas culturales
Galería Oberta y Trossos.

“En aquella época, trabajar
en TV3 era una gozada, no
se era víctima de los índices
de audiencia. Con decir que
mis programas culturales se
emitían en prime time... Hoy
esto resulta increíble. Hoy es
una televisión paternalista,
llena de tics, autorreferencial,
endogámica, que no se
ha hecho culturalmente
adulta, también por culpa de
esa persecución alocada de
altos niveles de audiencia”.

Para Soler, “hoy se hace, en
general, una televisión para
disminuidos mentales. Y no
hablemos de la mediatización
que sufren los programas
informativos, que son
habitualmente ‘la voz de su
amo”.

En los últimos años también
ha experimentado con
el cine de ficción, que acaba
siendo una especie de cine
dogma: “Lola vende cá trata
el tema de los gitanos que viven
aparentemente integrados
en la gran ciudad y es
una película anticonvencional,
parte ficción, parte documental,
parte making of,
que incluye también una reflexión
de la protagonista,
Cristina Brondo, sobre su relación
con los gitanos protagonistas
de la película. Un
collage. Sin embargo, su
mensaje -las contradicciones
que tiene actualmente el
pueblo gitano, atrapado entre
la tradición y la modernidad-,
interesó al público,
que la premió en el Festival
de Alcalá de Henares”.

Algunos de sus últimos
largometrajes son Said, su
primera película de ficción
que “trata del problema de
los magrebíes que llegan en
pateras a la Península y no
encuentran el paraíso que
pensaban”, y El viaje inverso,
“historia de la despoblación
en el campo de Castilla
que presenta el caso de los
llamados “neorrurales”, personas
que, hastiadas de la
civilización urbana y de sus
inconvenientes, se han trasladado
a aldeas en vías de
extinción, ocupando el espacio
que los naturales abandonaron.
Muchos de ellos
llegan a los pueblos con sus
hijos, una inyección de vitalidad
para la escuela del lugar.
Porque ya se sabe que
cuando una escuela desaparece,
poco tardará el pueblo
en deshabitarse y extinguirse.
Ese retorno a los orígenes
es hoy una utopía difícil
de llevar a cabo”.

PROYECTOS SUBTERRÁNEOS
_ A comienzos de este
año acabó un proyecto
documental
sobre Ramón Sampedro,
el personaje
en que se basó la
película Mar adentro:
«un documental
duro, sin las concesiones
a la comercialidad
que hizo Amenábar».
Ahora trabaja
en el montaje del
documental experimental
20 proposiciones
para un silencio
habitado, una
indagación sobre el
valor del sonido y del
silencio en el cine, y
un largo documental
sobre el escritor Joan
Fuster. Esperemos
que nunca se pierdan
estos cineastas
que nos enseñan
que a veces en la
vida hay que recorrer
el camino inverso.

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