TÍTERES CONTRA EL LADRILLO
“Todos los creadores, sean conscientes o no de ello, hacen política con su trabajo”

La especulación urbanística ha inspirado el espectáculo de títeres ‘Catalina y los bosques de hormigón. ¡Vaya locura de función!’ de la compañía asturiana La Vereda Teatro. Conversamos con Ana y David, creadores e intérpretes de este montaje cuyo texto va a ser editado por el colectivo ovetense Cambalache, con prólogo de Lolo Rico.

20/09/07 · 0:00
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¿Cómo surge la idea de Catalina...?

Ana: Queríamos hacer un
teatro más comprometido
para niñas y niños. Barajamos
diversos temas y sabíamos
claramente que sería
un espectáculo de títeres
y de actores. Allí surge Catalina,
el títere que construí en
un taller con el maestro Paco
del Águila. Cuando la tuvimos
entre nosotros la idea
se clarificó. Ella iba a ser la
protagonista y la especulación
urbanística, la trama de
la historia. Las cosas no suceden
por casualidad, nuestro
conocimiento es de primera
mano. Varios conflictos
vecinales por políticas
urbanísticas devastadoras
en Asturias y en el Estado
nos llevaron, casi sin darnos
cuenta, a escribir Catalina.
También creamos así La Vereda
Teatro, una compañía
con ansias de acercar un teatro
diferente, audaz, comprometido.

Aunque es un espectáculo infantil tal vez las personas adultas lo comprendamos mejor...

David: No creo en un teatro
‘infantil’ separado por
una brecha del teatro para
‘adultos’. Me gusta más hablar
de teatro familiar o para
todos los públicos (aunque
este último da lugar a
equívocos con las conocidas
clasificaciones morales). No
se trata de comprender la
obra mejor o peor; cada niño
y niña que vea el espectáculo,
en función de su
edad, experiencias y capacidades,
irá encontrando más
y más significados a cada
escena. Existe la creencia
de que trabajar para niñas y
niños consiste en hacerlo
para estúpidos: todo tiene
que estar muy gritado y ser
comprendido en su integridad
de una manera inmediata
por parte del público.
Yo tengo una opinión contraria
a estos planteamientos.
Sólo lo que no conocemos
es lo que nos hace querer
aprender más.

Os habéis atrevido nada más y nada menos que a escribir la obra en verso...

Ana: Fue una apuesta por
demostrar que las cosas se
pueden decir de muchas
maneras, sin aburrir, sin discursos
llenos de moralina.
El verso nos permite jugar
con la idea del absurdo, jugar
con la rima, que es un
lenguaje muy cercano a las
niñas y niños. Los personajes
de Catalina y los bosques
de hormigón ya no podrían
hablar de otra manera.

El tono del espectáculo es muy didáctico. Uno echa de menos que no le cuenten así las cosas en los medios de comunicación.

Ana: Sería muy bueno que
nos contasen las cosas de
otra manera, claro está, sobre
todo si nos dijeran la
verdad. Pero tengamos cuidado
al definir el teatro como
didáctico. Esto, sobre
todo, suele pasar con el teatro
infantil, ya que muchas
veces se utiliza como
medio para que niñas y niños
aprendan determinados
contenidos, educación
vial, cepillarse los dientes...
El teatro es didáctico en sí
mismo. Si nos hace reflexionar,
si nos emociona, su
objetivo está cumplido.

David: Los medios de comunicación,
más bien las
empresas de comunicación,
no hablan el lenguaje de
Catalina y los bosques de
hormigón porque Catalina
está comprometida con los
problemas de la gente de a
pie. Esos problemas, en no
pocas ocasiones, como en la
obra, están provocados por
los dueños de esas empresas
de comunicación o los
que insertan publicidad en
ellos. Por eso es necesario
generar espacios de información,
de ocio y de cultura
que obedezcan a las necesidades
de la gente, que no sean
meros instrumentos de
propaganda, voceros de un
estado de cosas claramente
injusto. Eso pretendemos
con la Vereda Teatro.

La influencia de La Bola de Cristal está muy clara...

David: Creo que La Bola
de Cristal ha marcado, para
bien, la niñez o la adolescencia
de varias generaciones
de españoles. Para nosotros
es un orgullo que el libro
de Catalina esté prologado
por Lolo Rico, una mujer
con un compromiso
creativo insobornable, siempre
defendiendo con su trabajo
los intereses de la mayoría
social y a la que tengo
el gusto de conocer y llamar
amiga desde hace bastantes
años. La Bola de Cristal fue
un programa puntero en
muchos aspectos formales
pero también ideológicos, y
dentro de él destacaban los
excelentes guiones de los
electroduendes, escritos por
Santiago Alba Rico. Releí
parte de estos guiones, publicados
por la editorial Virus,
durante el tiempo que
duró el proceso de creación
de Catalina, y esto se nota
en el resultado final. Viendo
el gris panorama cultural actual
y la televisión que nos
toca sufrir, parece imposible
que un programa tan crítico,
tan corrosivo como lo fue La
Bola se emitiera alguna vez.

Uno quiere pensar que en
nuestro país todavía queda
espacio para las expresiones
culturales críticas, para el tipo
de teatro que Ana, Laura
y yo hacemos. Veremos cómo
nos va con la gira de
Catalina. Me considero, en
muchos aspectos, un ‘hijo
de La Bola’ y es una paternidad
/ maternidad de la que
me siento muy orgulloso.

¿Tenéis pensado seguir en esta línea de teatro político para niños?

David: En primer lugar me
gustaría aclarar que nuestro
teatro es político en la misma
medida que lo son la mayoría
de los productos culturales
destinados para los
más pequeños. Desde las tiras
cómicas de Tintín (valen
todos pero Tintín en el país
de los soviets es absolutamente
genial) hasta las más
modernas series de animación
(‘recomiendo’ una visión
de la serie de dibujos
animados Bratz, que a mi
me ha dejado especialmente
traumatizado). La diferencia
estriba en que, mientras
muchos espectáculos y
series destinadas a los niños
y niñas únicamente sirven
para reforzar los valores
que hacen posible la pervivencia
de un sistema claramente
injusto, nosotros pretendemos
hablar de otras
cosas, de otros principios
que entendemos beneficiosos
para la mayoría. Así,
mientras algunos se empeñan
en reforzar el individualismo
o la competitividad,
nosotros hablamos, y hablaremos,
de solidaridad y de
objetivos comunes. Eso es
para mí hacer política, no
politiquería, y aspiro a seguir
haciéndola. Todos los
creadores, sean conscientes
o no de ello, hacen política
con su trabajo, el problema
es ser honestos y decir
claramente para qué y
para quién trabajas.

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