Fiel a su vocación interdisciplinar, la última edición del Festival de Otoño de París propone un recorrido por las líneas fuertes del frente creativo contemporáneo y marca la voluntad expresa de superar una asignatura pendiente con la producción artística de Oriente Medio.
- RABIH MROUÉ. El director libanés ha presentado en el Festival de Otoño de París, tres obras: ‘How Nancy wished
that everything was an April Fool’s joke’ (en las fotos), ‘¿Quién teme la representación?’ y ‘Make me stop smoking’ / Kohei Tsushima.
La riqueza y la vitalidad
de la escena libanesa
contemporánea
había sido
hasta ahora la gran olvidada
del circuito teatral francés.
Verdadero plato fuerte del
evento, los espectadores del
Festival de Otoño de París
han podido descubrir cinco
espectáculos dirigidos por
destacados miembros de la
vanguardia teatral de Beirut:
Rabih Mroué, Linah Saneh
y Walid Raad, nacidos todos
entre 1966 y 1967, contaban
con apenas diez años de
edad cuando empezó el ciclo
infernal de las guerras civiles
de su país (1975-1990).
La emergencia de estos
nuevos directores en el Beirut
postbélico de los ‘90
marcó una ruptura importante
dentro del panorama
escénico libanés. Durante la
guerra, la esfera teatral presentaba
una línea de demarcación
globalmente equiparable
a la partición ideológica
y/o confesional de la ciudad,
con el sector Este de la
capital dominado por las
fuerzas cristianas y por un
teatro comercial de escasa
creatividad y con el sector
Oeste controlado por las
fuerzas musulmanas y progresistas,
lugar de expresión
de un teatro más novedoso,
social y políticamente
comprometido.
A principios de los ‘90, la
llegada de una paz frágil e
inestable coincide con la
aparición de las propuestas
de nuevos directores que no
dudan en poner en tela de
juicio las formas comerciales,
intelectuales y militantes,
características del período
bélico. Sus primeros
montajes marcan el inicio de
un proceso de profunda renovación
y refundación artística,
desde una perspectiva
pesimista y crítica con la
historia del Líbano.
El objetivo declarado desde
el principio por Rabih
Mroué y Linah Saneh es radicalizar
su práctica escénica
y su posicionamiento
sociopolítico.
Se trata de
proponer un teatro
de combate político
que, además de no dejar títere
con cabeza, consiga
descolocar al máximo al espectador
con un cuestionamiento
en paralelo de las
convenciones teatrales.
Un teatro de combate
“Una radicalización -como
señala Saneh- que aspira a
escapar de las divisiones políticas
dicotómicas: occidente-
oriente, verdugo-víctima,
poder-pueblo, etc”. Por ello,
la materia de sus montajes
se nutre de temas concretos
y concisos sacados de la realidad
sociopolítica libanesa
o de la guerra civil, enfocados
desde la autocrítica y
asumiendo la dificultad de
identificar al enemigo sin
caer en el maniqueísmo simplista
del teatro militante de
la era bélica.
Un enemigo por definición
polifacético que, según
las obras, puede tomar
múltiples y variados rostros.
En How Nancy wished
that everything was an
april fool’s joke, Mroué denuncia
lo absurdo de un
conflicto bélico que con el
paso de los años parece haber
perdido todo sentido y
justificación, para envolver
a sus protagonistas en una
locura guerrera ajena a toda
veleidad ideológica. En
Appendice, Saneh denuncia
el peso de las comunidades
y del confesionalismo
imperante (sea musulmán,
cristiano o judío) en
una sociedad libanesa muy
poco laica, donde el control
ejercido por el Estado y por
los distintos sistemas políticos
y militares hacen que
se le niegue a la protagonista
de la obra disponer como
quiere de su cuerpo.
Esta negación del individuo
se traduce en propuestas
escénicas que reivindican
un minimalismo asumido
y se declina en distintos
niveles. El trabajo actoral es
voluntariamente reducido a
su mínima expresión.
Contar la guerra
Para Mroué, Saneh y Raad,
cualquier intento de contar
la historia, la guerra y sus horrores,
mediante un trabajo
corporal puramente naturalista
o narrativo, o peor aún,
melodramático, es vano: esa
vía interpretativa no podría
reflejar los efectos de la guerra
y se quedaría corta de cara
a la experiencia personal
vivida por cada espectador
libanés durante el conflicto.
La historia, que es contada
en escena de modo irreverente
y tragicómico, constituye
la propia acción dramática.
Una clara referencia
al teatro clásico griego. Como
señala Saneh: “Historias
llenas de imágenes, pero
que no se representan sobre
el escenario, sino en la imaginación
individual y personal
de los espectadores”.
I FEEL A GREAT DESIRE TO MEET THE MASSES ONCE AGAIN', DE WALID RAAD
Conferencia-performance
Sentado durante los
escasos 50 minutos
que dura la conferencia,
detrás de una mesa
con ordenador, Walid
Raad lee en directo un
texto que ha redactado
sobre su vivencia de las
guerras civiles libanesas.
La narración se inicia con
su experiencia como palestino
residente en Beirut
en el momento de la
primera invasión israelí
de 1982, y concluye de
forma circular con la segunda
invasión israelí en
julio de 2006.
Acompaña los comentarios
con fotografías suyas
y gráficos proyectados
en la pantalla. Todos
los datos contados son
hechos reales. La historia
representada, aunque tome
la forma de conferencia
universitaria pseudocientífica
y arroje todo tipo
de cifras, interroga la
amnesia de un mundo
donde las imágenes de
guerras y violencia se
venden como un espectáculo
más. Una condición
a la que no escapa el
conflicto libanés, según
Walid Raad y que denuncia
dando su conferencia
en un escenario, dentro
de un teatro, remitiéndonos
de modo pesimista e
irónico a la percepción
mediática dominante del
evento histórico, cuyo alcance
trágico se ve habitualmente
disuelto en lo
espectacular.
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