“En su corta vida desarrolló, recreó
y practicó lo que quizá en
miles o cientos de años no se
practicaba ya en nuestro pueblo”.
Palabras de Anastasio
Guarcax, padre de Lisandro,
“bajo la lluvia de la tarde”, en el
funeral de su hijo.
“En su corta vida desarrolló, recreó
y practicó lo que quizá en
miles o cientos de años no se
practicaba ya en nuestro pueblo”.
Palabras de Anastasio
Guarcax, padre de Lisandro,
“bajo la lluvia de la tarde”, en el
funeral de su hijo.
Ya tenemos una primera tarea
los aficionados al teatro, los
acompañantes, los mirones, los
comentaristas, los teatreros, en
general, los que nos empeñamos
en vivir cabalmente, no ser
vividos, informados, consumidos.
Conocer la obra de Guarcax
y su compañía, como la de
tantos otros teatreros que viven
en peligro porque su arte extrae
del silencio y de la muerte a sus
pueblos y a sus culturas, porque
para ellos hacer arte es enfrentar
el exterminio, el despojamiento,
la explotación, la miseria
a los que está sometida la vida
diaria de sus hermanos.
En Guatemala, como en otras
tierras, se ha convertido en peligro
de muerte el arte de la diversidad
y de la justicia. Es peligroso
rescatar del silencio a los pueblos,
culturas y lenguas que han
condenado a desaparecer las
empresas multinacionales de la
droga, del armamento, de la
energía, de los combustibles, de
las comunicaciones..., en complicidad
con gobiernos locales y
foráneos. No les basta con despojarlos
y expulsarlos de sus tierras.
Deben desaparecer. Es
subversivo que hablen, escriban,
canten, hagan teatro en sus
lenguas. Pueden llegar a existir.
Silenciar. Y el silencio se extiende
como la más artera de las
masacres, gracias al poder de la
reducción económica, racial y
cultural que hacen los imperios
mediáticos “globales”. ¿Qué medio
comercial ha informado alguna
vez del arte y el teatro centroamericano
que se hace en las
centenarias lenguas de estos
pueblos?
Y el silencio contamina también
nuestras carteleras de teatro,
saturadas del barullo musical
y humorístico de franquicias
y de mausoleos, trufadas alguna
vez de exotismos de exportación.
Más tareas para los vivos:
difundir, exigir palabra,
colaborar, abrir espacios,
acompañar a los teatreros del
mundo que se han adelantado
al riesgo de reconocer, afirmar
y plasmar la rica diversidad humana,
quizá una de las amenazas
más temidas para los mercachifles
de la lobotomía global.
E impedir el silencio sobre el
asesinato de Lisandro Guarcax,
exigir que se conozca y se juzgue
a sus asesinos.
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