Colonialismo
Sombras sin luces

Con ‘Como moros en la niebla’, de Joseba Sarrionaindia, la editorial Pamiela nos trae las miserias del colonialismo español en Marruecos en el siglo XX.

, Redacción
10/06/13 · 10:00
Edición impresa
El colonialismo español en el Rif comenzó en los años 20.

No nos engañemos, Como moros en la niebla es en realidad una puerta abierta, una invitación a entrar en otros mundos. En primer lugar, para situarnos, en la kasbah de Tánger; después, en una historia desconocida que nos han ocultado como si hubiera pasado hace siglos: la de los afanes y crímenes del colonialismo en general y del español en particular. Un imperialismo sucio y cruel, un discurso necio y descalificador. Muy cutre. Muy olvidado.

Gramática

Uno de los muchos libros que contiene esta obra empieza en 1865 con un franciscano vasco que recibe la orden de redactar una gramática de la lengua amazigh. No es un encargo gratuito. Detrás está el afán de la Iglesia de apoyar el colonialismo del que es vanguardia. Iglesia y ejército son considerados por los habitantes del Rif como dos alas del mismo buitre. La idea era entonces una penetración suave, pa­ternal; casi condescendiente. Des­de la superioridad. Apren­der la lengua local era un requisito, un gesto más bien; el objetivo era que los nuevos señores “civilizadores” y los nuevos súbditos hablaran la misma lengua, pero para ello había que hacer “concesiones” con la lengua vernácula primero. Detrás ya vendrían los comerciantes. Y los soldados. Esta labor ya la cumplió el clero con creces en América Latina y en tantos otros lugares.

La gramática que escribe este cura –y que se sigue usando hoy en día– estaba basada, como tantas otras obras “desinteresadas” de la Iglesia, en la que ya escribió Nebrija en el XVI y en cuyo prólogo comenta que la lengua siempre va acompañando al imperio. Mientras el franciscano va redactando esta obra se va metiendo en la vida del pueblo que habita aquel pedazo de tierra que España reclama para sí. Y, quizás para justificarse a sí mismo, despliega un discurso colonial que explica la conquista de aquellos territorios. Discurso análogo en términos y fondo al inglés, francés y alemán de la época: que los pueblos que habitaban aquellos territorios eran infantiles, irresponsables, sucios y desorganizados; que les hacían un favor enorme llevándoles la civilización y, de paso, las ventajas –para las potencias sobre todo– del capitalismo. Por delante iban los curas y los militares, claro está. Alternando la mano blanda con el uso indiscriminado de los cañones.

Historia de la colonia

Otro libro dentro de éste acompaña al anterior, el que empieza con el tratado de Algeciras; en que Francia e Inglaterra pactan repartirse África con tiralíneas. A España le toca el papel de bisagra entre las dos potencias en el norte de Marruecos. Un escarpado y montañoso terruño donde los militares campan por sus respetos. Con su prepotencia hacen que la gente de las cabilas se subleve y con la excusa de la ingobernabilidad aumenta el número de tropas y de represión. El ciclo de provocaciones, alzamientos, masacres y aumento de efectivos y de gasto militar se sucede sin fin. La corrupción es generalizada. El Ejército español tras su papelón en las guerras coloniales de América no tiene capacidad para ganar ni ésta ni ninguna guerra salvo si es de represión sobre la población civil tanto en Marruecos como en la Península ya que, cada vez más, aumenta el rechazo a ir a la sangría permanente de la guerra colonial.

La tropa del ejército colonial la forman básicamente gente pobre y sin formación. Los ricos se libran del servicio militar pagando una dispensa o presentando a alguien en su lugar. Miles de soldados arrancados de sus pueblos y aldeas son llevados al norte de África, mal entrenados, mal pertrechados y sin saber muy bien qué están haciendo allí, son masacrados o masacran. Los altos mandos militares y los oligarcas que se apropian de las pocas riquezas de la colonia (Minas del Rif de las que es accionista el rey Alfonso XIII, fosfatos, etc.) no quieren que termine la guerra porque es su forma de hacer negocio. Arturo Barea, en su fabuloso libro La forja de un rebelde, habla de la cueva de ladrones que era la colonia española de Marruecos.

La República del Rif

El hilo narrativo pasa del franciscano vasco al misionero francés Foucauld y su deseo de evangelizar a los bárbaros porque creía íntimamente que eso era lo mejor para ellos. La aventura termina con la muerte del misionero, lo cual justifica la intervención francesa a gran escala. De la invasión suave, de conocer poco a poco a quién hay que controlar, se pasa al uso de la fuerza militar indiscriminadamente y sin piedad.
Aquí empieza la historia de Abd el-Krim y la mayor de las sublevaciones del Rif que lleva a la independencia temporal del territorio, tras varias sonoras y sangrientas derrotas del Ejército español. Este territorio conocido a partir de entonces como la República Indepen­diente del Rif, recibe muchas adhesiones no sólo de otros países sino desde dentro de la propia España y de mucha gente que está cansada del ciclo eterno de revueltas en Marrue­cos que son masacradas y de sublevaciones en España para no ir a Marruecos (Semana Trágica, Sucesos de Málaga, etc.) que son igualmente reprimidas de forma cada vez más sangrienta. Gobierno tras gobierno no dan señal de querer acabar con lo que cada vez más claramente se ve como los intereses de los ricos que no van a ir a luchar allá. Socialistas, anarquistas, catalanistas e independentistas vascos aplauden a los rifeños sublevados. Y esto, a ojos del Ejército, les convierte en traidores y enemigos de España. Esta tensión interna explica en gran medida lo que sucedió después.

Errores del pasado

Hay un paralelismo entre la Repú­blica del Rif con Euskadi, que no interesa que exista ni a España ni a Francia. Insinuado pero evidente. Como el que se establece con la independencia de Cuba pretendida por Martí: la gente tiene derecho a gobernarse y garantizarse a sí misma sus derechos.
Antes de la insurrección, Abd el-Krim ofrece a España la posibilidad de un tutelaje y colaboración en cualquier forma excepto la ocupación. Modernizar Ma­rrue­­cos, pero gobernándose ellos mismos. Pero España prefiere pactar con el sultán de Marrue­cos, gobernador títere de los intereses franceses, y seguir la aventura militar. En Annual en 1921, miles de soldados españoles son sacrificados por la incapacidad del Ejército. Habrán de esperar seis años y la ayuda del Ejército francés para acabar con el sueño de la República Inde­pendiente del Rif.

Apología

Libro de muchas lecturas, hay que leerlo por tanto poco a poco. Una de sus lecturas, quizás la más potente, es establecer paralelismos a veces meridianamente claros con el presente. Porque mucho de lo que cuenta Sarrionandia del pasado, incluido el tratamiento de los rotativos de entonces sobre la guerra imperialista, se parece mucho al presente y nos conmina a que juzguemos nuestro papel en el colonialismo y en la formación de los Estados. Pues somos cómplices de ellos en la medida que no lo conozcamos y denunciemos.
Los imperios, los Estados capitalistas, parecen estar siempre sordos y cometer una y otra vez los mismos sangrientos errores. ¿O es que no son errores para ellos sino su manera normal de actuar? Aquí cabe preguntarse entonces ¿a quién interesa, en realidad, que se sigan cometiendo? ¿De qué hablan cuando hablan de democracia?

+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Tienda El Salto